Название: La construcción del Yo corporal
Автор: Miguel Sassano
Издательство: Bookwire
Жанр: Медицина
Серия: Psicomotricidad, cuerpo y movimiento
isbn: 9788418095290
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Menciona Vázquez, al referirse a la concepción pedagógica de Picq y Vayer, que partiendo también de la reeducación1 y en un contexto más experimental que el de Le Boulch, estos autores llegan también a la educación psicomotriz, a la que definen como: “una acción pedagógica y psicológica que utiliza los medios de la educación física con el fin de normalizar o mejorar el comportamiento del niño” (Picq y Vayer, 1969). Sin embargo, esta educación y reeducación motriz se oponen de una forma total a la educación y reeducación física tradicionales, tanto por su fundamento científico como por la metodología empleada. La educación psicomotriz, para estos autores, sobrepasa los objetivos de una nueva técnica, para convertirse en una acción educativa global. Siguiendo los aportes de la psicología genética afirman que el dinamismo motor está estrechamente ligado a la vida mental, por lo que los ejercicios que proponen asocian siempre la conciencia a la acción.
“Su concepción psicopedagógica de la Psicomotricidad les lleva a ajustar adecuadamente las tareas de aprendizaje a los niveles de desarrollo psicomotor del niño. Por esto, desde el punto de vista metodológico lo más importante será la observación del comportamiento dinámico del niño para poder establecer dichos niveles de desarrollo. Así conciben el ‘examen psicomotor’ basado en pruebas ya conocidas (de Ozerestsky, Guilmain, Stamback, Piaget-Head, etc.) que luego plasmarán en el perfil psicomotor al que se deberán ajustar los procesos de aprendizaje.
En su clasificación de la motricidad distinguen tres tipos de conductas:
- Conductas motrices de base, que son más o menos instintivas e incluyen la equilibración, la coordinación dinámica general y la coordinación óculo-manual.
- Conductas neuromotrices ligadas a la maduración del sistema nervioso (sincinesias, paratonías, lateralidad).
- Conductas perceptivo-motrices ligadas a la consciencia y a la memoria, e incluyen la estructuración espacio-temporal.
Los factores psicomotores que dan origen a estas conductas están en la base del desarrollo de la personalidad y dependen de otro elemento fundamental que es la organización del esquema corporal. Mediante la intervención pedagógica en cada una de estas conductas se pretende la acción educativa global” (Vázquez, 1989).
Posteriormente Vayer (1974) ha centrado el análisis en el mundo relacional del niño (El diálogo corporal) señalando los componentes de esa relación: el yo, el “mundo de los objetos” y el otro, entre los que se establece un verdadero diálogo en el sentido en que lo entendieron Wallon, Ajuriaguerra, Muchielli, etc., es decir, un verdadero “diálogo corporal”. La misión del pedagogo será precisamente “facilitar” ese diálogo, ya que la personalidad del niño es el resultado de la interacción entre estas tres realidades.
Este nuevo enfoque de Vayer significa un gran progreso en la práctica de la educación psicomotriz ya que estudia al sujeto en su propio contexto vital, teniendo en cuenta la red funcional en la que el niño se desarrolla: “En cualquier situación están siempre presentes, repetimos, el niño y el mundo exterior, es decir, el mundo de los objetos y el mundo de los demás” (Vayer, 1974).
Si uno de los objetivos de la educación es facilitar la relación con el mundo, la educación corporal se va a constituir en el punto de partida de toda educación, ya que “todos los aspectos de la relación dirigidos al conocimiento o los vividos en el plano afectivo están vinculados a la corporeidad”.
Siguiendo a Wallon, la construcción del “yo corporal” es para Vayer la base de la personalidad infantil. Esta construcción del “yo corporal” se basa en el diálogo tónico, el juego corporal, el equilibrio del cuerpo y el control de la respiración, los cuales, en su desarrollo, atraviesan las tres fases de exploración, consciencia y control de sí. Al final de las tres fases el niño habría conseguido una independencia corporal respecto del adulto, una expresión corporal socializada, el control del equilibrio corporal y el control de la respiración, considerado este último como un aspecto importante del control de sí (Vayer, 1974).
Pero la conciencia de sí se adquiere paralelamente a la conciencia del mundo alrededor de sí, tanto el mundo de los objetos como el mundo de los demás. El mundo de los objetos se construirá a través de la organización perceptiva espacio-temporal mediante las acciones motrices que el niño realiza de tal manera que se produce una estructuración recíproca yo-mundo de los objetos, lo que convierte a la acción corporal en el instrumento básico del conocimiento, ya sea de sí mismo o del mundo físico (Vayer, 1974).
En resumen, para Vayer la acción educativa debe estar basada en la acción corporal y en las vivencias infantiles, por lo que la educación corporal se debe constituir en el punto de partida de toda acción educativa, de tal manera que en el niño pequeño toda educación debe ser educación corporal y posteriormente en la edad de los aprendizajes escolares, la educación corporal será la condición necesaria de los mismos.
Sorprende a Vayer que, siendo reconocida por los distintos especialistas la unidad funcional de la persona humana, en educación se siga trabajando con datos fragmentarios y muchas veces inconexos; la prueba más evidente la tenemos en nuestras escuelas en las que los maestros, a pesar de los planes de estudio, programaciones e instrucciones oficiales, olvidan generalmente la educación corporal o bien la encargan a otros por no ver ellos mismos ninguna relación entre su actividad educativa y esta última.
Si bien en sus últimos trabajos Vayer ha derivado a una “terapia relacional” (Vayer, 1974), más que a una verdadera educación corporal, tiene en su haber el insistir en una concepción pedagógica de la motricidad que sobrepasa, por una parte, los objetivos de la educación física tradicional y, por otra parte, es una llamada de atención a los pedagogos que siguen menospreciando los valores de la educación motriz.
Estas propuestas de integrar la educación corporal en una educación global como sostienen Le Boulch y Vayer no son nuevas. Aparecen subyacentes en la renovación contemporánea de las escuelas maternales que arrancan ya de Montessori y de Fróebel. Sin embargo, sí son nuevos los procedimientos. Un ejemplo de ellos es la obra de Lapierre y Aucouturier que, haciéndose eco del fracaso de la escuela tradicional, buscan también en la educación psicomotriz una nueva forma de abordar la educación en los niños pequeños.
Afirma Vázquez que dado que el movimiento corporal es lo más natural e inmediato que el niño experimenta, analizan el movimiento humano en todas sus dimensiones: neurofisiológica, psicogenética y semántica y proponen la acción educativa a partir de la actividad corporal. “La psicomotricidad no debe aparecer como una disciplina aparte sino como un estado de espíritu que orienta las distintas actividades” (Lapierre y Aucouturier, 1977).
La educación psicomotriz para estos autores, igual que sucedía en Vayer, rebasa los límites de una técnica especializada para convertirse en el punto de partida de toda educación. No solamente critican la división tradicional de la educación en educación intelectual y educación física, sino que, además, piensan que los procesos de intelectualización llevados a cabo en la escuela no utilizan una didáctica apropiada, de tal manera que los aprendizajes escolares son vividos por el niño como una imposición arbitraria del adulto.
Para evitar ello, estos autores centran su trabajo en una “educación vivenciada”, en la que los conocimientos se integran profundamente en la conciencia del niño, adquiriendo significaciones personales precisas a través de las situaciones presentadas por el educador. Su metodología no se basa en una clasificación de las conductas motrices sino en el desarrollo de diversas situaciones que deben ser vivenciadas por el niño y СКАЧАТЬ