Derecho internacional: investigación, estudio y enseñanza. Enrique Prieto-Rios
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СКАЧАТЬ dentro de los que están Fabia Veçoso y Sebastián Machado), hay que pensar en un enfoque regional en América Latina, como lo está haciendo Fabia, pues ello es importante para entender un concepto como la no intervención. No sería posible entenderlo y cómo opera si no se piensa en la compleja historia de lo que ha significado en América Latina.

      Martti Koskenniemi: Con relación a la primera pregunta, sobre la relación entre el derecho internacional y la historia, no hay mucho que pueda agregar frente a lo que Anne ya ha dicho. Sus palabras han sido de sabiduría y he aprendido muchísimo de ella.

      La invitación inicial para los abogados es que se vuelvan más históricos y que hagan más trabajo de este tipo. Es una invitación muy interesante y ha llevado a que aparezcan maravillosos trabajos sobre la historia del derecho internacional, aun cuando supone una serie de problemas metodológicos. Esto a los abogados nos pone particularmente ansiosos, porque nos deja siempre como amateurs en el trabajo histórico. Somos algo así como historiadores de segundo grado que en las conferencias de historiadores es vergonzoso, porque no podemos hacer igual de bien lo que ellos han hecho en su propio campo.

      Trataré de unir estas dos preguntas para responder la de qué deberíamos hacer en América Latina y la de cuál es la relación que hay entre historiadores y abogados internacionalistas. La gran pregunta que me ha sorprendido y que no se plantea cuando se aborda la cuestión de la historia es la siguiente: ¿de qué es la historia del derecho internacional? ¿Cómo deberíamos responder a esta pregunta?

      La mayoría de las personas toman esa como una simple pregunta y después proponen una respuesta como si tuvieran claro lo que es el derecho internacional. Pese a que no tendríamos por qué tomar clases sobre jurisprudencia, todos las hemos tomado y muchas veces conversamos con abogados y los más brillantes suelen ser los que están más confundidos en cuanto a qué es el derecho. En los libros encontramos largas y complejas narrativas acerca de cómo podemos imaginar lo que es el derecho. ¿Es el derecho una serie de prácticas que las personas han adoptado? ¿Es un momento sociológico del mundo? O ¿es algo que la gente imagina que existe? ¿Es una serie de procesos institucionales y cómo esos procesos se relacionan con los hechos e ideas de los que emergen? Esos son el pan y el agua de las discusiones de los abogados acerca de lo que es el derecho. Todas esas preguntas y un millón más de interrogantes igualmente complejas están contenidas en cualquier respuesta que se dé a la pregunta sobre la historia del derecho internacional es una historia de qué.

      Ha emergido una tendencia entre los historiadores del derecho internacional a creer que se trata de una cuestión autoevidenciable. Es como pensar que viene un taxi a la vuelta de la esquina, te montas en él y sigues tu camino. Pero, en realidad, eso no es así. En el paso de alrededor de ciento cincuenta años hemos desarrollado una forma determinada de abordar esa pregunta: Westfalia es uno de los elementos que debe contener la respuesta a esa pregunta, la Liga de las Naciones, las Naciones Unidas y otra serie de instituciones que tenemos allí. No es un género bien desarrollado y, a veces, se vuelve aburrido y predecible, y yo quiero que eso cambie.

      La imaginación jurídica produce una serie de interesantes y apasionadas definiciones del derecho internacional. ¿Por qué no las usamos cuando vamos a responder a la pregunta por lo que es la historia del derecho internacional? No es solo en un estilo schmittsiano; la historia del imperio se continúa sucesivamente: el Imperio español colapsa ante el Imperio francés, el cual colapsa ante el Imperio británico, el que colapsa ante lo que Schmitt llama condominio angloamericano en el siglo XX. Así que esa es una narrativa y hay todo tipo de problemas al respecto, así como hay todo tipo de percepciones. Pero eso ya lo sabemos, se trata de instituciones que se suceden las unas a las otras, así que empieza con las uniones internacionales en el siglo XIX, después crecen como la Liga de las Naciones y etcétera. Sin embargo, nada de ello es interesante. Nada de eso tiene que ver con lo que los historiadores piensan sobre el derecho o del derecho internacional. En teoría, ellos aprenden de nosotros; pero nosotros no les hemos enseñado muy bien. Deberíamos poder enseñarles mucho mejor, en los muchos sentidos que nuestra imaginación nos lo permite.

      Podría seguir mucho más porque me han abierto una puerta, pero en realidad debo cerrarla con dos puntos de vista. El primero, lo que se debería hacer hoy en América Latina, en términos de la historia del derecho internacional, pues las preguntas deberían concentrarse en el poder. Estas historias solo son interesantes en la medida en que nos cuentan cómo se utiliza el poder, cómo los hombres y las mujeres que ejercen autoridad usan el lenguaje y operan en las instituciones públicas y privadas para ejercer, obtener u oponerse al poder o cómo operan con el poder. No se trata de contar estas narrativas por razones estéticas. A veces, las historias son pasionales y nos perdemos a nosotros mismos cuando pensamos en la Conquista, por ejemplo, olvidándonos de que lo importante en ellas es el poder que ejercen unos sobre otros. Por ello, cuando estudiemos la historia del derecho internacional en América Latina (y en cualquier otra parte del mundo), tenemos que recordar que estamos lidiando con la historia de cómo se ha usado el poder.

      Mi segundo punto de vista es la imaginación jurídica. Los abogados son artesanos en utilizar todas las alternativas que el discurso jurídico tiene para ofrecer. La alternativa de pensar en el derecho como una serie de prácticas o pensar en el derecho como un conjunto de ideas. El derecho es un trabajo constante de imaginar y reimaginar. Una forma en la que la imaginación jurídica se ha vuelto obsoleta es que haya llegado a creer en sus propias distinciones (público y privado), como entidades eternas. Hay dos taxis y debemos elegir en cuál de los dos montarnos, porque sus direcciones son diferentes. Constantemente, reproducimos ese tipo de distinciones a través de nuestra imaginación y ahora la historia del derecho internacional debería concentrarse en cómo las identificamos. No deberíamos entender esas distinciones como si estuvieran dadas, sino las narrativas de cada una de ellas, por ejemplo, las narrativas de soberanía.

      ¿Cómo podemos pensar en la soberanía? Para responder a esa pregunta, tendríamos que ir más allá de lo que es la soberanía. Pero entonces ¿la historia del derecho internacional es una historia de qué? Es la historia de cómo los abogados han usado el poder a través de sus diferentes y complejos mecanismos. Creo que el corazón de cada uno de esos mecanismos, un importante camino dentro de ellos, es la forma en la que vinculamos la soberanía con la propiedad. Y si estamos interesados en la historia del poder, deberíamos ver cómo se han relacionado unos con otros la soberanía y la propiedad, la jurisdicción y la titularidad y el dinero y el gobierno. ¿Cuáles son las configuraciones específicas que mediante la imaginación los abogados han usado para decirnos que existe una relación natural entre esas dos formas del poder (el poder público y el poder privado)? ¿Cómo han sido formulados y reformulados una y otra vez en periodos específicos? Necesitamos esos relatos para liberarnos de las presunciones actuales sobre las relaciones entre la soberanía y la propiedad y cómo están organizadas hoy; la forma en que el poder público y privado están organizados hoy; la manera en que los Estados y las empresas están hoy en día relacionados. No existe un vínculo natural entre esos dos tipos de poder. Entonces, la historia del derecho internacional es la historia de cómo los abogados han usado imaginariamente esos conceptos que les han dado.

      Anthony Anghie: Con relación a la pregunta sobre la relación entre la historia y el derecho internacional, debo dividir mi experiencia personal en dos fases. La primera es la que yo llamo la fase “inocente”. En esa, en algún momento quise ser historiador, pero al venir de un contexto asiático terminé preguntándome cómo subsistir siendo historiador. Estudiar derecho me dio una “coartada” que respaldaba mi interés por la historia. Me gusta tanto la historia que frecuentemente cito a historiadores en mis trabajos. Esto fue en un momento de inocencia cuando creía en algún tipo de amigable cooperación, pero en términos intelectuales podemos ver que los grandes temas con los que lidiamos (propiedad, civilización, soberanía, por ejemplo) los han tratado tanto historiadores como abogados internacionalistas. En tal sentido, Hugo Grocio está por todas partes, es decir, ¿qué es él? ¿Cómo deberíamos categorizarlo? ¿Como teórico político, como abogado internacionalista o como teólogo en algunos aspectos?

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