Sergei Prokofiev. Nadia Koval
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Название: Sergei Prokofiev

Автор: Nadia Koval

Издательство: Издательские решения

Жанр: Биографии и Мемуары

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isbn: 9785448313554

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СКАЧАТЬ un famoso crítico musical, observaba: «En la Sonata Nº 2 las alas de la imaginación del compositor crecieron tanto que en cada frase musical uno puede sentir el voluntario y obstinado ardor del compositor. Uno puede escuchar y decir a través de su obra: «¡Así lo deseo! ¡Que sea de esta manera!». La Sonata Nº 3 en La menor, compuesta en 1907, se convirtió después de algunos cambios en la Sonata Nº 3, Op. 28. También era de un solo movimiento. Estaba dedicada a su compañero y amigo de casi toda la vida, el poeta Boris Bashkirov-Verin, y era completamente «prokofiana», con su empuje viril y el característico juego sobre las teclas blancas. Asafiev consideraba que era la mejor entre las sonatas de un movimiento de Prokofiev. La Sonata Nº 4 se perdió. La Sonata Nº 5, con algunos arreglos y complementos, salió de la temprana Sinfonía en Mi menor y se transformó en la Sonata Nº 4, Op. 29. Es una de las sonatas más significativas del compositor por su forma y contenido.

      En el verano de 1912 Prokofiev compuso la Toccata, Op. 11, que asombró a los oyentes por su «atrevida» armonía y exaltado ritmo. En una carta, escrita en marzo de 1912, Miaskovski cuenta: «Hace poco S. Prokofiev escribió una pequeña cosa que me volvió completamente loco—la Toccata para Piano. Es diabólicamente clara, cáustica, enérgica, de carácter fuerte. Los temas musicales son extremadamente simples y originales. (…) es su obra más madura». Las características de tal forma musical —la tocata— se encuentran en varias obras del compositor, como por ejemplo en las composiciones para teatro para describir las dramáticas peleas, las increíbles carreras y los enfrentamientos de las fuerzas agresivas.

      Sus primeras obras sinfónicas Prokofiev las componía bajo las instrucciones de Tcherepnín. En 1909 compuso la Sinfonietta, Op. 5; en 1910, dos poemas sinfónicos: Sueños, Op. 6 y Otoñal, Op. 8; en 1911, el Concierto Nº 1 para Piano y entre 1912 y 1913 el Concierto Nº 2 para Piano. Comparando sus conciertos para piano, Prokofiev observaba que el Primero tenía ciertas tendencias «acrobáticas» y el Segundo estaba orientado a ser más «profundo».

      Según el compositor, la Sinfonietta, pensada como una «transparente» pieza para una pequeña orquesta, no tenía mucho éxito porque él no disponía todavía de la habilidad para componer de modo ligero y gracioso. La Sinfonietta tomó su forma actual luego de dos revisiones del autor. Sueños, una obra de carácter pensativo y lento, estaba planeada para una orquesta grande. Un crítico dejó la siguiente observación en la revista «Teatro y deporte»: «Esta música no exitosa sólo podía ser compuesta por alguien que permanece en un sueño. Está claro que Sueños fueron dedicados al autor de Reverie». Aunque el mismo Prokofiev negaba que la obra estuviese influenciada por Scriabin, en este período sentía una gran admiración por su música, especialmente por su Tercera Sinfonía, de la cual hizo la transcripción para piano de la primera parte. La obra Otoñal también estaba escrita para una orquesta grande, de un ánimo sombrío que hace acordar a la Isla de la muerte de Sergei Rachmáninov. Al igual que Sueños, tuvo varias revisiones. De todas las obras compuestas casi al mismo tiempo, sólo los conciertos para piano fueron considerados como cumplidores de la tarea conceptual, musical y estructural.

      En el verano de 1911 Sergei Prokofiev compuso la ópera Maddalena (de un acto) para ser interpretada por los estudiantes del Conservatorio, lo que no tuvo lugar debido a que la obra era difícil de cantar. De las cuatro escenas, sólo una era orquestada. En 1913 Prokofiev reescribió la ópera, pero la dejó sin orquestación. Por un milagro se conservaron los dos últimos actos de su otra ópera Undina, que en el proceso de trabajo pasó de tener cinco actos a cuatro. El fragmento que quedó había sido compuesto en el período de marzo a julio del 1907, pero no fue orquestado. Más adelante, Sergei lo deja en la casa de su novia Nina Mescherskaya en San Petersburgo. Y sólo décadas después los familiares de Mescherskaya le devolverán al compositor el manuscrito. Undina tiene varios momentos que caracterizan la obra como una verdadera ópera: grandes introducciones orquestales abren el tercer y el cuarto acto se articulan con las extensas partes vocales, aunque carece de combinación armónica entre las partes vocales, sinfónicas y el texto.

      De esta manera, se veía bien claro que en el Conservatorio la personalidad musical del joven Prokofiev ya estaba definida y no admitía la autoridad de nadie. Todo lo suave, lo elegante y lo correcto lo enfermaba. Detestaba los estereotipos no sólo en la vida, sino también en el arte. Trataba de ser original no solamente en sus expresiones artísticas, sino también en la vida misma. Más o menos en este período, Prokofiev comienza a aplicar su inusual firma, «S. Prkfv», en la que elimina las vocales de su apellido.

      El ajedrez en la formación del compositor

      Desde otoño de 1907 Prokofiev comenzó a asistir al Club de Ajedrez de San Petersburgo que se encontraba sobre la Avenida Nevski. Esto no le gustaba a su madre porque consideraba que para un niño que aún no era emocionalmente maduro todavía era muy pronto para concurrir a un cerrado club masculino. Es interesante observar que durante toda su vida Sergei fue miembro de sólo dos asociaciones: la de ajedrez (1913—1914) y la Sección moscovita de la Unión de Compositores (desde 1937).

      Con el paso de los años, el interés por el ajedrez pasó a ser una fuerte pasión que le ayudó mucho en su trabajo creativo. «El ajedrez para mí es un mundo particular. Un mundo de lucha, proyectos y pasiones», decía el compositor. Las pasiones y la rivalidad que bullían en el club lo atraparon mucho más que el tiempo libre con los chicos del conservatorio. En este club Sergei tenía la posibilidad de asistir a los partidos con la participación de Emanuel Lasker, José Raúl Capablanca, Aleksandr Aliojin, Aaron Nimzovich, entre otros. ¡Incluso una vez pudo ganarle a Capablanca! A veces se vengaba a través del ajedrez. El compositor Vladimir Dukelski (más conocido con el nombre de Vermon Duke) recordaba que a mediados de 1920 había criticado a Prokofiev por su Quinta Sonata para Piano, diciendo que la obra era demasiado «cerebral». El compositor se enojó mucho y como último argumento en su debate le declaró a Dukelski que tal vez tenía razón, pero que era un mediocre ajedrecista.

      En el año 1930, Prokofiev comenzará a enseñarles a sus hijos a jugar al ajedrez. Su hijo menor, Oleg, recordaba después, que el ajedrez era el pasatiempo más querido de su padre. Para él este juego era un «deporte intelectual» que le servía mucho para la composición musical. Posiblemente, éste era el entrenamiento de su creatividad a la que se sumaban, obviamente, los principios artísticos. Como en cualquier juego, existían momentos de riesgo, trampa y victoria. El espíritu deportista, creado en ese período, luego marcó el carácter del compositor. Lo intelectual, lo lógico y lo constructivo dominaba en las composiciones de los años del conservatorio. Existe la opinión de que al analizar cómo Sergei Prokofiev jugaba al ajedrez y construía los pasos, es posible revelar los secretos de la construcción musical de sus primeras obras. Según los testimonios de sus numerosos rivales y las descripciones de los partidos, se entiende que en lugar de la cuidadosa actitud detrás de la tabla, Prokofiev prefería el método del riesgo y el repentino cambio del desarrollo del partido. Tuvo que dejar los estudios de la teoría del ajedrez entre 1917—1918 porque había comenzado la Revolución de Octubre y la mayoría de los espacios del club fueron utilizados como hospital militar.

      Primeros años después del Conservatorio

      Como recompensa por la eficaz finalización del Conservatorio, María Grigórievna le propuso a su hijo un viaje al extranjero. Sergei había elegido la ciudad de Londres, donde la Compañía de Ballet de Diaghilev se encontraba triunfando y al parecer el joven empresario ruso Sergei Diaghilev tenía la llave del éxito musical en Europa.

      Sergei Diaghilev (1872—1929)

      En 1909, con sólo 36 años, Diaghilev ya tenía terminados los estudios de Derecho y de música, fue director СКАЧАТЬ