Название: Sergei Prokofiev
Автор: Nadia Koval
Издательство: Издательские решения
Жанр: Биографии и Мемуары
isbn: 9785448313554
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Ya siendo parte del Conservatorio, Prokofiev realizaba varias rebeldías en contra de Glazunov, considerándolo exponente de una visión conservadora de la música. Sin embargo, la discordia entre ellos no duró mucho tiempo. Como se sabe, Glazunov observaba seriamente los pasos de Prokofiev en su carrera y muchas veces le ayudaba en la promoción de sus primeras obras. Durante toda su vida Prokofiev guardó un profundo respeto hacia él. La influencia creativa de Glazunov se reflejaba en el hecho de que muchas veces los estudiantes practicaban tocando su música en sus casas. Por ejemplo, Prokofiev y Miaskovski interpretaban a cuatro manos la reducción para piano de su Quinta y Sexta Sinfonía. Con Vera Alpers, tocaba la Séptima y Octava Sinfonía. A pesar de que Sergei Prokofiev siempre trataba de evitar cualquier tipo de influencia sobre su arte, con el paso de los años demostraba cada vez más cierta dependencia de lo que sentía en los años de su juventud. Tal vez por eso su Quinta Sinfonía, compuesta en 1944, resultó absolutamente madura, musicalmente entera y perfecta por su forma que recuerda a las obras de Glazunov.
Nikolai Rimski-Kórsakov (1844—1908)
Rimski-Kórsakov estaba a cargo de las clases de orquestación. Sus clases duraban cuatro horas por semana y a ellas asistía una gran cantidad de alumnos. Con tanta gente, era imposible dedicarle tiempo a cada uno de ellos. Prokofiev recordaba que las clases no eran demasiado eficaces porque los alumnos se cansaban muy rápido en el lapso de esas horas. Muchas veces el profesor dedicaba todo el tiempo en la corrección de las tareas. Un día los alumnos tuvieron que hacer la orquestación de la Marcha para cuatro manos de Schubert. A Rimski-Kórsakov no le había gustado lo que había hecho Sergei. Le preguntó: «¿Qué es esto? ¿Por qué la melodía central está interpretada por un violoncelo solo?». Prokofiev contestó: «Porque no me gusta cuando los violoncelos suenan juntos». «¿Pero usted lo ha escuchado alguna vez de esta manera?», seguía el profesor. «Sí, ayer, en una sinfonía de Sibelius». «¿Pero por qué en Sibelius y no en la Obertura para Ruslán y Ludmila de Glinka?», insistía Rimski-Kórsakov.
No obstante, Prokofiev admiraba la música de Rimski-Kórsakov. Asistió varias veces al Teatro Mariinski para ver las presentaciones de su ópera La leyenda de la ciudad invisible de Kítezh. Recordaba que aplaudía hasta sentir dolor en las palmas.
Anatoli Liadov (1855—1914)
En cuanto a las clases de Liadov, Prokofiev las recordaba con cierto disgusto, considerándolas aburridas y monótonas. El profesor le parecía desagradable y pensaba que tenía un interés mínimo por despertar una aspiración creativa en los alumnos. Prokofiev contaba que en las clases de contrapunto y fuga Liadov exigía una correcta conjugación de voces. Si alguien de los estudiantes se atrevía a introducir en sus ejercicios alguna «libertad», Liadov se molestaba mucho y les gritaba: «¡Si están aburridos de mis clases, pueden irse a las de Richard Strauss o Debussy!».
Liadov tenía la reputación de un compositor aclamado, aunque le gustaba más componer miniaturas sinfónicas antes que formas grandes para orquesta. El público moderno lo conoce por las cortas piezas sinfónicas Baba Yaga y Kikimora. Liadov no les ocultaba a los alumnos que les enseñaba por motivo de no tener otra fuente de ingreso económico. Sergei Prokofiev, que desde la infancia estaba acostumbrado a trabajar intensamente, consideraba al profesor Liadov como un vago fenomenal, a quien no le resultaba difícil encontrar cualquier excusa para no venir al conservatorio a dar clases. Rondaban varias anécdotas acerca de su pereza. Dicen que cuando Sergei Diaghilev, el director de los Ballets Rusos en París, quería presentar El pájaro de fuego, se dirigió a Liadov con la propuesta de componer la música para este ballet. Liadov aceptó la oferta, pero el tiempo pasaba y el asunto no se movía del punto muerto. Cuando le preguntaron si la música estaba lista, Liadov contestó con mucho optimismo que todo iba bien y que ya había comprado el papel para escribir las notas. Finalmente, Diaghilev estuvo obligado a pedirle a Igor Stravinski que escribiese la música.
Nikolai Tcherepnín (1873—1945)
Era profesor de dirección orquestal. Se lo llamaba «El Temido» Tcherepnin, porque sus duras críticas a las composiciones de Prokofiev lo persiguieron a éste durante años. Prokofiev se quejaba a menudo de sentir cómo Tcherepnín respiraba en su nuca, mirándolo. Había sido tan duro sólo con Prokofiev porque reconocía su gran talento, y quería evitar el desarrollo de las ideas modernas en la cabeza de su alumno. Bajo la influencia de Tcherepnín, Prokofiev se expuso a las obras de los grandes compositores clásicos: Haydn, Mozart y Beethoven. Probablemente, Tcherepnín fue el responsable del clasicismo de las primeras obras de Prokofiev. En particular, las sonatas y conciertos para piano y la Sinfonía «Clásica». El Primer Concierto para Piano, compuesto durante los años 1911—1912, el joven se lo dedicó a Tcherepnín.
El comienzo del reconocimiento
El período durante el cual la música de Prokofiev comenzó a recibir su primer reconocimiento coincide con una etapa crítica de la cultura rusa. Cuando se apaciguaron las batallas de la Primera Revolución rusa de los años 1905—1907, la gran mayoría de la inteligencia burguesa volcó su interés en las tendencias reaccionarias y decadentes en la filosofía, literatura, pintura y música, sumergiéndose en el individualismo, el misticismo y la complejidad formal. «El brillante Skriabin encaja sus emociones en el subjetivismo y en las formas ultra-refinadas de expresión. Algunos de los jóvenes compositores que dieron la espalda a la tradición nacional, comenzaron a calcar la música occidental, en su mayoría, la francesa. Se puso de moda imitar a la exquisitamente perfumada música de los impresionistas. Rebikov, Tcherepnín, Vasilenko y otros, siguieron esta tendencia», describe Izrael Nestiev acerca de la situación musical en Rusia en su libro sobre Prokofiev.
El representante más típico del modernismo ruso fue Igor Stravinski. Él había dejado Rusia unos años antes de la Revolución de Octubre de 1917. Desde 1910 vivía en París y escribía la música que tenía que satisfacer los gustos de los franceses. En sus obras más notables compuestas en el Oeste, tales como Las Bodas y La Consagración de la Primavera, mezcla el primitivismo arcaico con las melodías folclóricas rusas y las cambia dándoles un sentido moderno para impresionar a los oyentes con algo nuevo y exótico. Miaskovski escribió en 1913: «Me siento algo perturbado al saber que Stravinski está enredado e intrincado con el primitivismo. Además estoy seguro de que los 38.000 francos han afectado su actitud hacia su propio arte».
El joven Prokofiev respondía con gran entusiasmo a las más extremas composiciones de Stravinski y Skriabin. Escuchaba varias veces Prometeo y las últimas Sonatas de Skriabin comparándolas con las primeras obras del compositor, que consideraba pasadas de moda. Le gustaban Las Bodas y expresaba gran admiración por las Tres Canciones para Voz y Piano de Stravinski. En esta miniatura estilizada sutilmente sobre los temas folclóricos rusos, Prokofiev distinguía una rara combinación entre la sencillez de la parte vocal y la notable complejidad del acompañamiento. Pero sobre La Consagración de la Primavera opinaba que era ininteligible y que Petrushka estaba repleta de rellenos superficiales. Los comentarios críticos de Prokofiev revelaban, por un lado, su ávido interés por las armonías «picantes» e inusuales a las que el oído no estaba acostumbrado y, por el otro, su disgusto por las melodías tradicionales y de simple contenido lírico, a las que consideraba como una «banalidad».
El 31 de diciembre de 1908 Sergei hizo su primera aparición ante el público. Presentaba sus obras para piano en un concierto de música contemporánea. СКАЧАТЬ