Название: El ejército y las partidas carlistas en Valencia y Aragón (1833-1840)
Автор: Antonio Caridad Salvador
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Historia
isbn: 9788437093277
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Tropas carlistas sorprendiendo el sorteo de la quinta
En agosto de 1837 la junta carlista envió una circular a los pueblos para que el alcalde, el cura párroco y el primer contribuyente de cada localidad procedieran, con todo sigilo, al alistamiento de todos los mozos y vecinos sin hijos que tuvieran entre 16 y 40 años. Se les amenazó con fuertes multas si revelaban el secreto y se ordenó que remitiesen las listas de reclutas a un comisionado que tenían en La Cañada de Fortanete (Teruel). No obstante, también se les dijo que los mozos debían permanecer en sus casas hasta nueva orden, por lo que de momento no llegó a efectuarse ningún reclutamiento. Probablemente no tenían armas para equiparlos y sólo querían saber con cuánta gente podían contar para realizar una quinta en el futuro.202
Tras unos meses de espera la junta rebelde hizo pública la orden de quinta, que comenzó a llevarse a cabo a principios de 1838.203 Comprendía a los solteros y viudos sin hijos, de 16 a 40 años, que podían reclamar ante la junta, así como eximirse pagando 4.000 reales (3.000 si se pertenecía al estado llano), aportando 13 juegos de vestuario o un número similar de armamentos.204 Para llevar a efecto esta orden se enviaron comisionados a los pueblos que, con los libros parroquiales en la mano, prendieron a todos los mozos que no respondieron al pregón.205 Como ejemplo podemos decir que Viscarro acudió al Alto Palancia en febrero, haciendo la quinta de los nuevos reclutas y llevándose a 40 sólo en Altura.206 Dos meses después se unió con Forcadell en Chiva, donde hizo público un bando para que se presentaran los mozos de dicha quinta, so pena de muerte.207 Aunque los jóvenes de dicha población huyeron, en otras localidades sí que se reclutó a bastante gente. De este modo, durante la primavera se concentraron 800 quintos en Sant Mateu,208 300 o 400 en Villahermosa del Río (Castellón)209 y unos 500 en Cantavieja.210
En septiembre de 1838 Cabrera decretó otra quinta, que abarcaba a los mismos hombres que la anterior.211 De esta manera, se crearon nuevos batallones en Aragón,212 pero sólo en algunos distritos se realizó el reclutamiento de acuerdo con las indicaciones de don Carlos. El pretendiente había ordenado que se encargara de ello la junta de Mirambel, pero en la mayoría de los casos lo realizó la autoridad militar.213 Normalmente el jefe de cada fuerza rebelde enviaba un comunicado a varios pueblos cercanos para que presentaran una lista de los mozos de los pueblos, indicando su edad y sus circunstancias personales. Esto es lo que hizo, en noviembre de 1838, el jefe de la partida de Gátova con Serra, Náquera y Moncada, amenazando con bajar una noche y quemar dichas localidades si no se cumplía la orden e imponiendo 200 reales de multa por cada hora de retraso.214
Unos meses después Cabrera ordenó una nueva quinta de mozos solteros y viudos sin hijos, esta vez entre 16 a 36 años e incluyendo también a los casados después del 1 de julio de 1838. Se debían presentar en Chelva con dos individuos de justicia, ya que allí sería donde se celebraría el juicio de exenciones, la medición y demás formalidades. Para ello se nombró una junta de jefes y oficiales que debía oír las reclamaciones. El caudillo carlista hizo a los ayuntamientos responsables del cumplimiento de esta disposición, bajo multa de 500 ducados, amenazando con proceder contra ellos o contra sus padres, en caso de ocultarse o de fugarse alguno.215 Poco después, Arnau creó otra junta (en Alpuente) para oír las alegaciones de los mozos de aquellos pueblos.216
Aparte de los quintos, había también soldados que habían sido arrancados de sus pueblos sin ningún tipo de formalidad ni apariencia de legalidad. Esta práctica la emplearon los rebeldes desde el principio de la guerra. Ya en 1833 el barón de Hervés ofició a todos los pueblos del partido de Morella para que le presentaran a todos los voluntarios realistas y mozos útiles, entre 16 y 40 años.217 Y según un informe del gobernador de Alcañiz, la mayoría de los que se unieron a la facción en ese año lo hicieron violentados.218 Poco después, en marzo de 1834, Carnicer se llevó a todos los solteros de Molina de Aragón219 y un mes después hizo lo mismo en Tordesilos (Zaragoza).220 Además, Quílez recorrió los pueblos del Bajo Aragón llamando a filas a todos los que habían sido indultados y reuniendo en pocos días más de 70 hombres.221 Algo parecido hizo Montañés durante el mes de octubre, cuando fue por la cuenca del Matarraña y del Martín reintegrando a los indultados y captando a nuevos seguidores.222
La práctica de secuestrar a los jóvenes fue la más habitual durante la guerra, ya que era mucho más cómodo y rápido que llevar a cabo todas las formalidades necesarias para una quinta. Y como no era necesario realizar sorteo alguno, podían llevarse así a muchos más reclutas. Entre los muchos ejemplos podríamos citar el caso de Alcudia de Veo (Castellón), donde en mayo de 1836 entró una pequeña partida, llevándose a todos los mozos que encontró.223 Un año después, en Atzeneta del Maestrat, Useras, L’Alcora e inmediaciones, los carlistas ordenaron que se les presentaran todos los solteros, so pena de vida.224 Posteriormente, en marzo de 1838, una partida rebelde entró en Borriol y echó un bando, haciendo presentarse a los mozos y a los viudos para llevárselos.225 Y así podríamos seguir con numerosos ejemplos más, hasta el 23 de marzo de 1840, que es cuando realizaron la última recluta de la guerra (o al menos la última que ha dejado constancia). En esta ocasión 50 facciosos de Gracia se llevaron de Alfondeguilla (Castellón) a todos los solteros, tras haber recogido a 200 en los demás pueblos de la sierra de Espadán.226
Pero tanto las quintas como las reclutas forzosas se encontraban con algunos obstáculos. El primero eran las autoridades liberales, que a veces recogían a todos los quintos de los pueblos y los concentraban en puntos fortificados, para impedir que cayeran en manos del enemigo. Los mozos del partido de Teruel, por ejemplo, recibieron en varias ocasiones la orden de concentrarse en la capital de la provincia, para evitar ser llevados a Cantavieja, en virtud de la quinta que estaban realizando los carlistas.227 Asimismo, el comandante del ejército del centro, Antonio van Halen, se llevó a Segorbe a todos los jóvenes solteros de la comarca para impedir que hiciera lo propio Cabrera.228 No obstante, las autoridades liberales no debieron recoger a muchos mozos, ya que no disponían de suficientes recursos para alimentarlos fuera de sus lugares de origen.229
Por ello el principal problema para los rebeldes no fue éste, sino la huída de los muchachos, en cuanto se enteraban de que una partida carlista estaba llevándose a los mozos de los pueblos cercanos. La primera noticia que tenemos de ello data de agosto de 1835, cuando 24 jóvenes indultados se marcharon de La Codoñera (Teruel) para evitar ser reclutados de nuevo por las fuerzas de Quílez.230 Cuatro meses más tarde los quintos de Aliaga (Teruel) huyeron con el justicia a Teruel para no caer en manos de los rebeldes. Cuando éstos llegaron al pueblo mandaron a un paisano en su búsqueda, con un oficio en el que se les amenazaba con fusilarlos a ellos, a sus padres y a sus parientes más inmediatos si no se presentaban. Pero esto no les sirvió de nada y los jóvenes se negaron a regresar.231
Y esta no fue la única vez que sucedió algo así. Dos años después, al rumorearse que los rebeldes estaban quintando a gente por los pueblos del Maestrazgo, algunos se marcharon a Vinaròs para eludir el reclutamiento.232 Más acentuado fue lo que hicieron los quintos de Chiva, que huyeron en masa poco antes de que llegaran las tropas de don Carlos.233 Unos se refugiaron en las montañas, mientras que otros se trasladaron al punto fortificado más cercano, hasta que pasó el peligro.234
Para contrarrestar estas huidas los jefes de la facción empezaron a tomar represalias con los СКАЧАТЬ