La derrota de lo épico. Ana Cabana Iglesia
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СКАЧАТЬ href="#ulink_128b5103-d887-5b20-b7a7-6793d5a7bbef">12 Llevando la argumentación que deriva de las teorías de Gluckman a una ejemplifica-ción concreta podríamos establecer que los incendios contra las repoblaciones o las ocultaciones de las requisas estarían permitidas, si no fomentadas, por las autoridades franquistas a modo de válvulas de escape para desactivar el potencial «antifranquista» que pudiera haber en los sujetos descontentos. En nuestra opinión la operatividad o eficacia de las armas del débil a la hora de minar disposiciones estatales no es decisiva en la producción de los marcos necesarios para generar una revuelta o una concienciación política contra el franquismo. Es más, entendemos que la resistencia cotidiana está más cerca de formar parte del sustrato del nivel de descontento necesario para, junto a otros elementos, posibilitar una ulterior protesta abierta y organizada, que de evitar la confrontación.

      Junto a los males modernos, estamos oprimidos por una serie de males heredados...

      Sufrimos no solo de los vivos, sino también de los muertos.

      K. MARX, El Capital («Prefacio»)

      No se puede emprender el estudio de la resistencia de la población rural gallega durante las primeras dos décadas de franquismo sin situar histórica y culturalmente los modos con los que esta había mostrado su descontento frente a lo que sentía como una imposición perjudicial para sus intereses. En la conformación de los repertorios de protesta son básicos dos aspectos sobre los que trataremos a continuación: la actitud del Estado con respecto a lo que considera subversivo y la formulación que tradicionalmente reflejaban las protestas ante otros grupos sociales u otro ente (el Estado principalmente) que hubiera sido conceptuado como agresor.

      La primera de dichas cuestiones definidoras de la naturaleza y la forma de conflictividad adoptada (y en consecuencia explicativa de la que se desecha) va a ser establecida durante los primeros días que siguen al golpe de julio de 1936 e irá pareja a la aplicación de la represión contra todo aquello que sea ajeno o contrario a los postulados nacionalcatolicistas del nuevo Estado (lo sea de manera real o potencial). La represión marcará de un modo tal a la sociedad que se conformará como un elemento central en la explicación de la ulterior resistencia que esta protagonice. La violencia puesta en práctica hace sentir al conjunto de la población la presión de un Estado policial que la controla en todo momento y de una Administración (apoyada en fuerzas de seguridad y en la parte afín de la sociedad) que muestra una capacidad imperturbable de imponer su voluntad. La vida cotidiana en el campo se vio coartada por la presencia física de personas (Ejército, Guardia Civil, falangistas, etc.) a las que les era posible escrutar cada actitud y censurar cualquier forma de desobediencia, por mínima que esta fuera.

      La represión, su grado y nivel son, por tanto, la realidad de la que debemos partir para encuadrar y valorar las muestras de conflictividad. Los estudios empíricos sobre represión e historia local con los que contamos (Juliá, 1999 y 2000; Casanova, 2002; Eiroa, 2006; Prada, 2010) revelan que la intención básica de los sublevados estaba en eliminar a los disidentes y someter al resto de la población a la ideología imperante a través de instrumentos férreos de dominación que impidieran la acción de futuros y potenciales disidentes y consiguieran su sujeción a las nuevas autoridades.

      Traer a colación la dureza de la represión desplegada por el franquismo en Galicia, y en concreto en la Galicia rural, es una premisa necesaria para valorar en su justa medida las manifestaciones de conflictividad y protesta que en los años cuarenta y cincuenta tienen como protagonistas a sus habitantes. Porque, salidos de un episodio de represión que afectó a todos los niveles, conscientes de la criminalización que el nuevo Estado había hecho de la asociación y la politización, y amedrentados por el alarde de fuerza exhibido, muchos fueron los que dejaron traslucir rechazo y malestar social.

      Durante el franquismo, las formas adoptadas por la conflictividad quedan en ocasiones confinadas al ámbito de lo privado y generalmente se vuelven parte de lo cotidiano. Para muchas comunidades, el contrabando o llevar ganado a pastar a un monte vecinal repoblado eran actitudes necesarias para su reproducción económica, pero también eran rupturas conscientes de las disposiciones del poder político dominante. Estas y otras muchas actitudes, casi siempre iniciadas con anterioridad al propio régimen autoritario, se inscriben y mezclan con estrategias y modos de vida. Son manifestaciones más sutiles que las transgresiones abiertas y evitan o suavizan, por serlo, perjuicios como multas, procesos judiciales СКАЧАТЬ