La derrota de lo épico. Ana Cabana Iglesia
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СКАЧАТЬ peligros del marco teórico, seguiremos las líneas generales de la interpretación intentando presentar un boceto de las acciones de resistencia civil que tuvieron lugar en el agro gallego en las primeras dos décadas de franquismo.

      Para dicho fin debemos, antes de nada, entrar a valorar el campo de la conflictividad rural en Galicia, en tanto que son las muestras de conflicto de la sociedad para con el Estado y con sus disposiciones las que conforman la resistencia civil. El significado de la conflictividad se muestra complejo cuando, como en este caso, debe ser contextualizada en un periodo dictatorial. La cuestión central se explicita en determinar si formas de conflictividad como los boicots o los motines pueden ser definidas como resistencia civil o si bien quedan adscritas a estrategias de supervivencia en función de su ambigüedad, dualidad o falta de intencionalidad expresa. Sin entrar en pormenores que serán objeto de nuestro interés a posteriori, bien vale la pena señalar el riesgo de caer en la condescendencia de analizar las prácticas de conflictividad sin tratar de ir más allá en razón de la ausencia de una filosofía o ideología articulada que les proporcione cobertura y de las posibles faltas de coherencia de estas. Pues, como menciona Gellately (2004: 222), cualquier puesta en valor del compromiso de los protagonistas de la conflictividad debe tener en consideración la naturaleza de la situación a la que se enfrentan y la envergadura de las fuerzas a las que respondían.

      Partimos, por tanto, de diferenciar «resistencia» y «oposición». Palabras que se han usado como sinónimos en innumerables ocasiones hasta llevar a equívoco, pero que los diccionarios de la lengua española se encargan de diferenciar. Resistir tiene como una de sus primeras acepciones «durar, no haberse destruido, muerto o inutilizado una cosa o persona pese al paso del tiempo o de otras causas destructoras», junto a «aguantar, sufrir, soportar, mantenerse con sufrimiento o molestia sin sucumbir o sin pronunciarse o sin procurar ponerle término». En cambio, por oponerse se entiende «plantar cara, afrontar, argüir, presentar batalla, hacer la contra, contradecir, contraponer, desaprobar, enfrentarse, frenar, impedir, interponerse, interferir, ir contra, luchar, obstaculizar, refutar» (Moliner, 1998). El salto cualitativo es evidente, pero la grandiosidad de una realidad no puede ser óbice para el estudio de la otra.

      Así pues, el término resistencia durante el franquismo debe –o quizá solo pueda– seguir vinculado a la actividad política y organizada de determinados grupos antifranquistas. Sin embargo, en nuestra opinión, también debe emplearse para definir otra realidad, la de las actividades que denotan ausencia de consentimiento con el régimen o sus actuaciones y que son actividades más simples, más mundanas, si se quiere, hechos aislados que frustraban a la dictadura en algún ámbito. Estos actos quedan en la categoría de conflicto cuando se activan contra un régimen político democrático, pero bajo un régimen como el franquista (o como el III Reich, el fascismo italiano o el salazarismo) parece legitimada la opinión de conceptuarlos como resistencia civil. Como J. Stephenson señala, donde el conflicto no puede ser expresado abiertamente, sin miedo a las consecuencias, es donde la población entiende que estos sentimientos de desacuerdo son peligrosos para su posición y, por tanto, «cada acto de disidencia alcanza la condición de resistencia para el orden existente» (Stephenson, 1990: 351).