La espiritualidad del sacerdote diocesano. Jesús Martín Gómez
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Название: La espiritualidad del sacerdote diocesano

Автор: Jesús Martín Gómez

Издательство: Bookwire

Жанр: Религия: прочее

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isbn: 9788412267976

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СКАЧАТЬ ellos por la que se enriquecen mutuamente. Y teniendo en cuenta que la santidad es la perfección de la caridad, todos aquellos gestos que el presbítero realiza con amor y desde una actitud de entrega están contribuyendo a ese crecimiento en santidad. De la caridad que yo considero distinta, se habla en otro lugar con más especificación.

      Es una clave que se deriva de los escritos del P. Miguel Ruíz Ayúcar que con tanta fuerza y dinamismo escribió sobre la caridad. Entre otras cosas dice: «Si tienes las manos abiertas más para dar que para recibir (…) si eres servidor de todos, si cargaste con sus cargas y cada noche tus espaldas van cansadas (…) piensa que eso es ser bueno; sigue adelante por esta senda que te queda por avanzar en la santidad…».

      «El constitutivo formal de la perfección cristiana consiste en la caridad; —afirma José Rivera y José María Iraburu— en su manual Síntesis de Espiritualidad Católica, y el constitutivo integral, en todas las virtudes bajo el imperio y guía de la caridad (STh II-II.84). Quiere esto indicar: 1. que la perfección cristiana consiste esencialmente en la perfección de la caridad; y la razón es porque el hombre es imagen de Dios que es caridad; 2. La perfección cristiana consiste integralmente en todas las virtudes bajo el imperio de la caridad; 3. El grado de perfección cristiana es el grado de crecimiento en la caridad; 4. Amar a Dios es más perfecto que conocerle; y 5. En esta vida puede el hombre crecer en caridad indefinidamente, es decir, puede aumentar su perfección in infinitum».

      El P. Mendizábal, en su libro Teología espiritual, señala unos aspectos de gran interés respecto a lo que venimos indicando; dice este autor que una cosa es el hábito de caridad que es infundido en el hombre en el bautismo (esa «caridad» es la virtud de la caridad), otra es el acto de caridad y otra es el estado habitual de caridad.

      Así, alguien puede tener la virtud de la caridad, pero no un estado habitual de amor; esto es, lo que a veces denominamos enamoramiento, estado cuyo amor no es acto explícito de amor sino condición habitual producida por la virtud de la caridad ejercitada durante largo tiempo, y que se manifiesta de modo particular en el hombre, invade toda la persona y decimos que la persona está muy inflamada en amor.

      Cuarto rasgo: Imitar las virtudes del buen Pastor

      Este apartado tiene su razón de ser en las virtudes del buen Pastor: humildad, obediencia, castidad y pobreza (PO 15-17). Estas virtudes han de ser practicadas por nosotros, ya que son esenciales en nuestra vida. Si las virtudes humanas se cultivan, en la medida de las propias exigencias, resultará más fácil la conquista de las virtudes sobrenaturales. Y no puede haber virtudes sobrenaturales en el sacerdote si en él se experimenta una carencia de virtudes humanas, que se ponen en evidencia en el vivir propio y habitual de cada día. Una pregunta que salta: ¿qué es primero: las virtudes humanas o las sobrenaturales? A primera vista parece que la pregunta huelga, pero esta cuestión no es baladí.

      Quien no es capaz de adquirir una discreción de juicio suficientemente idónea para discernir indica que la madurez humana está bajo mínimos. Si enumerásemos las virtudes del buen Pastor fácilmente caeríamos en el desánimo porque a nosotros nos puede resultar algo inaccesible, pero no es así como se debe ver. Se trata de una aspiración que deseamos ir logrando; es, en definitiva una invitación. Nos dice el Señor: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48). Pero aunque nos veamos lejos de esta invitación que nos hace el Señor, debemos seguir intentando su consecución, lo importante es no perder el horizonte y el sentido de la meta propuesta. Y un pasito, por pequeño que sea, puede estimularnos en gran manera a conseguir el final propuesto.

      Al referirnos a los sacerdotes con el apelativo de «padre» podemos pensar que sólo es un título, pero, en realidad, va más allá. Para un sacerdote el ser padre significa tener una familia: los fieles a los que sirve, porque es un elemento humano que es necesario para todo hombre, sea sacerdote o casado. Las características de un padre también se pueden aplicar a un sacerdote, obispo, cardenal o papa quienes, en su misión han recibido diferentes tipos de rebaños, e incluso de encomiendas, con sus ventajas y dificultades.

      Cristo nos enseña algunas cualidades esenciales de un padre y un pastor. Primero nos habla de que un pastor debe proteger a su rebaño porque él sabe que necesita de su ayuda y, más, cuando está en dificultad; hay que saber salir al encuentro de la oveja que está en peligro o que está siendo atacada para sacarla de aprietos; y señala una actitud muy dañina que es la del que solo se preocupa por hacer su función y no le interesa su rebaño o la gente que Dios le puso a su cuidado. Como actitud de base está un espíritu de servicio que busca el ser servidor más que ser servido.

      Otra cualidad que Cristo enseña es la de conocer a las ovejas porque nadie ama lo que no conoce. El tiempo que se pasa junto a alguien y las experiencias que se comparten son una forma extraordinaria para conocer a los demás; son un recordatorio de que, en nuestro trabajo apostólico, lo que importa más son las personas y nunca se debe olvidar. Así como Cristo se interesa por cada uno de nosotros, también a nosotros nos toca hacerlo por las personas con las que convivimos día a día.

      El buen Pastor, Jesús, está atento a cada uno de nosotros, nos busca, nos encuentra y nos ama; nos lleva a verdes pastizales; nos dirige su palabra, conoce en profundidad nuestros corazones, nuestros deseos y nuestras esperanzas, como también nuestros fracasos y nuestras decepciones. Nos acoge y nos quiere tal como somos, con nuestros defectos y virtudes. Por cada uno de nosotros Él «da su propia vida»: es decir, nos ofrece la posibilidad de vivir una vida plena, sin fin. Además, nos cuida y guía con amor, ayudándonos a atravesar los senderos escarpados y los caminos muchas veces arriesgados que se presentan en el itinerario de la vida.

      Quinto rasgo: Medios para alcanzar la auténtica espiritualidad

      El quinto apartado presenta un conjunto de medios necesarios para lograr una genuina y sincera espiritualidad sacerdotal (PO 18-21). Lo que podemos llamar la vida según el Espíritu. La espiritualidad sacerdotal se debe ejercer en la Iglesia misterio, comunión y misión. Muchas veces pensamos que podemos encontrar otros medios más sencillos, más humanos, más al alcance de todos y de gran calidad para el ejercicio de este objetivo; sería un falso desafío a la sabiduría y santidad de la Iglesia que en el transcurso de tantos siglos nos ha ido marcando y no ha dejado de proponernos el ideal para conseguir lo que estamos llamados a ser. Se exige una unión vital con Cristo: Permaneced en mí y yo en vosotros. Estos medios se desarrollan con cierta profundidad en otro apartado de este escrito.

      Interesa afirmar que hay que afianzar estos instrumentos para no decaer. Los momentos de muchas crisis sacerdotales que hemos podido comprobar a lo largo de nuestra vida se han debido al olvido, al abandono y al desinterés de estos medios como si ya se hubiese conseguido la meta y no tuviésemos necesidad de acudir a ellos. Es fácil que el corazón se vaya llenando de otros sucedáneos que originan falta de interés y se pierde todo el entusiasmo del amor primero.

      Entre los medios empleados —dice Mons. Palmero Ramos en su libro 10 claves del Hno. Rafael para vivir el evangelio— de cara a ayudar a las comunidades, cuyos miembros viven unidos a Dios, en entrega generosa de amor, en oración y sacrificio por el mundo, contamos con doctrinas espirituales sólidas, que ofrecen con periodicidad autores de plena garantía doctrinal. Al lado del magisterio pontificio, que ocupa siempre el lugar preferente, se ofrecen trabajos con incesante constancia.

      Los temas de espiritualidad sólida enriquecen igualmente la formación espiritual de personas que tratan de vivir, en el mundo, una espiritualidad recia siguiendo los pasos de Jesús en otros estados y profesiones. El libro Perlas Marianas en San Bernardo, de Damián Yáñez Neira, el mayor impulsor de los estudios cistercienses en España, escribió gran cantidad de trabajos en libros, revistas y trabajos en colaboración. Durante su estancia en el monasterio de San Isidro de Dueñas, fue compañero de san Rafael Arnaiz Barón, enriquece el bagaje y prolonga la trayectoria. San Bernardo ha contribuido a fomentar en la Iglesia la devoción mariana de todos los tiempos ¿Quién no conoce las cuatro СКАЧАТЬ