Vidas cruzadas: Prieto y Aguirre. José Luis de la Granja
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Название: Vidas cruzadas: Prieto y Aguirre

Автор: José Luis de la Granja

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Historia

isbn: 9788415555841

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СКАЧАТЬ circunscripción de Vizcaya-capital durante toda la República (1931-1936). En cambio, en la Guerra Civil, Prieto fue ministro en los Gobiernos de Largo Caballero y de Negrín, ubicados en Madrid, Valencia y Barcelona, mientras que Aguirre fue el lehendakari del primer Gobierno vasco, cuya sede estuvo en Bilbao durante nueve meses, desde octubre de 1936 hasta junio de 1937.

      A partir de la derrota republicana en la Guerra Civil, ambos políticos se vieron forzados a vivir largo tiempo en el destierro, donde fallecieron en los países en los que más tiempo residieron: Aguirre, en Francia en marzo de 1960, y Prieto, en México en febrero de 1962. Tras su alejamiento político durante los años de la Segunda Guerra Mundial, volvieron a aproximarse en la posguerra mundial con el objetivo de derrocar la Dictadura de Franco y restablecer la democracia en España y la autonomía en Euskadi; pero no lograron dicho objetivo, ni pudieron regresar al País Vasco, al sobrevivirles el dictador y su régimen. Por encima de sus divergencias ideológicas, acabaron siendo amigos, como demostró el emotivo artículo necrológico que Prieto dedicó a Aguirre, a raíz de su muerte en París, titulado «José Antonio y su optimismo» y publicado en El Socialista de Toulouse el 14 de abril de 1960: en él afirmaba: «la fuerza mágica de José Antonio Aguirre era su inquebrantable optimismo», y concluía con estas palabras: «Todos acaban de sufrir una pérdida irreparable»2. Lo mismo sucedió dos años más tarde, cuando se produjo el fallecimiento de Prieto, quien fue elogiado por la prensa del nacionalismo vasco en el exilio: «Ambos representaron un papel importante en la política vasca de los últimos treinta años, algunas veces coincidente, bastantes veces contrario. Al fin, la guerra, el exilio y la muerte los unió definitivamente en la Historia»3.

      A lo largo de la Restauración y la República, Indalecio Prieto había sido la bête noire del nacionalismo4, al que derrotó en seis de las siete elecciones generales en las que se presentó a diputado por Bilbao y para el que significó la encarnación del españolismo en Euskadi5. Ahora bien, el españolismo de Prieto fue compatible con su vasquismo, que le llevaba a elogiar los Fueros, interpretándolos en clave liberal, y a defender la autonomía para el País Vasco siempre que respetase las libertades individuales y la República democrática, objetivo de su coalición republicano-socialista, constante de su vida política. Así lo demostró al ser el principal artífice del Estatuto vasco de 1936 y, como tal, el padre fundador de la Euskadi autónoma en la Guerra Civil, junto con José Antonio Aguirre. Vamos a examinar su relación política durante el quinquenio republicano, en el transcurso del cual ambos líderes pasaron de ser enemigos en 1931 a ser aliados en la Guerra Civil: la autonomía vasca dentro de la democracia española fue el programa común que les unió en 1936.

      1.1. Prieto y Aguirre no se encontraron en el Pacto de San Sebastián

      En la coyuntura de transición y cambio político que fue la dictablanda del general Berenguer, entre el final de la dictadura de Primo de Rivera en enero de 1930 y la caída de la Monarquía de Alfonso XIII en abril de 1931, Indalecio Prieto se convirtió en la punta de lanza del proceso revolucionario contra la Monarquía y por la República con su famoso dilema de «Con el rey o contra el rey», que obligó a posicionarse a todas las fuerzas políticas. La excepción fue el PNV, que optó por mantenerse neutral: ni sostuvo a la Monarquía en crisis, como hizo la Lliga de Francesc Cambó, ni hizo nada por traer la República, rechazando la invitación de Prieto a integrarse en el Bloque antimonárquico. Este fue reconstituido en el País Vasco en 1930, bastantes meses antes de que la Comisión Ejecutiva del PSOE aprobase volver a aliarse con los partidos republicanos. Por eso, la presencia de Prieto en el Pacto de San Sebastián, celebrado el 17 de agosto, fue a título personal y no como representante del Partido Socialista, como él mismo reconoció6. La esencia de dicho pacto consistió en el acuerdo alcanzado entre los líderes republicanos españoles y los catalanistas de centro-izquierda para que, en contrapartida al apoyo de estos últimos al cambio de régimen en España, la República otorgase la autonomía a Cataluña. La posibilidad de que dicha solución autonómica pudiese aplicarse también al País Vasco fue aceptada por Prieto con la condición de que fuese dentro del espíritu liberal y democrático de la República española, que para él representaba un bien superior a la autonomía vasca. El problema era que el PNV no había asistido al Pacto de San Sebastián, ni se había sumado al bloque antimonárquico que proclamó la Segunda República el 14 de abril de 1931, porque entonces «socialistas y nacionalistas eran como el diablo y el agua bendita: no se podían ver», en gráfica expresión del dirigente jelkide Manuel Irujo7.

      Prieto reconoció la existencia de una cuestión vasca, pendiente de resolver desde la Monarquía liberal, cuya solución requería la autonomía dentro de la democracia republicana. La dificultad estribaba en que las izquierdas vascas que él lideraba creían que la autonomía beneficiaría a su mayor rival, el PNV, que no era una fuerza laica y pro-republicana, como la Esquerra catalana, sino clerical y derechista, tal y como lo corroboró poco después de la instauración de la República al aliarse con su mayor enemigo, el carlismo, en las elecciones a Cortes Constituyentes, llevando como programa el Estatuto de Estella.

      Como diputado por Vizcaya-capital en las tres legislaturas de la República, además de ministro de los Gobiernos de Alcalá-Zamora y Azaña en el primer bienio republicano, Indalecio Prieto fue el político clave en el largo y tortuoso proceso autonómico vasco entre 1931 y 1936. Cabe distinguir tres momentos muy diferentes en su actuación: primero, fue el mayor enemigo del proyecto de Estella, contribuyendo a su fracaso en 1931; después, auspició la elaboración del nuevo proyecto de las Comisiones Gestoras de las Diputaciones provinciales, pero se abstuvo de apoyarlo en el referéndum de 1933; por último, fue el impulsor del Estatuto aprobado por las Cortes y vigente en la Guerra Civil. Veamos esta evolución de Prieto sobre la cuestión autonómica, que constituyó la columna vertebral de la vida política de Euskadi durante la República.

      Su advenimiento fue consecuencia de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, convertidas por las izquierdas en un plebiscito en torno a la disyuntiva planteada por Prieto: Monarquía o República. El nuevo régimen, que se había gestado en San Sebastián, nació también en el País Vasco al proclamar la Segunda República española el Ayuntamiento de Eibar, de abrumadora mayoría republicana y socialista, en la madrugada del 14 de abril, bastantes horas antes que en Madrid y Barcelona. Al atardecer de ese día, José Antonio Aguirre, recién elegido alcalde de Guecho, proclamaba «la República vasca vinculada en federación con la República española»8, en clara imitación del gesto de Francesc Macià, líder de Esquerra, quien había proclamado en Barcelona la República catalana como Estado integrante de la Federación ibérica. Este gesto de Macià tuvo eficacia práctica, pues tres días después se creó la Generalitat (como un Gobierno preautonómico), que rápidamente elaboró y aprobó en referéndum el proyecto de Estatuto de Cataluña. Nada de esto sucedió en Euskadi: no tuvo preautonomía ni hubo unanimidad ante la cuestión autonómica, sino una dualidad de iniciativas: por un lado, los Ayuntamientos electos, apoyados por el PNV y las derechas; por otro, las Diputaciones provinciales, nombradas por los gobernadores civiles y controladas por el PSOE y los partidos republicanos.

      En la primavera de 1931, Aguirre encabezó el movimiento de alcaldes por la autonomía, promovido por el PNV y secundado por el carlismo y los católicos independientes, que logró aglutinar a la gran mayoría de los municipios vasco-navarros, aunque no las capitales ni poblaciones importantes, en manos de las izquierdas. Dicho movimiento culminó el 14 de junio de 1931, en la asamblea de Ayuntamientos reunidos en Estella, con la aprobación del polémico Estatuto que ha pasado a la historia con el nombre de esa ciudad de Navarra. Sus cláusulas más controvertidas eran la privación del derecho de sufragio a los inmigrantes con menos de diez años de residencia en Vasconia y la posibilidad de celebrar un Concordato del Estado vasco con el Vaticano, pretendiendo así crear un oasis СКАЧАТЬ