Название: Vidas cruzadas: Prieto y Aguirre
Автор: José Luis de la Granja
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Historia
isbn: 9788415555841
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Es evidente que con la aprobación del Estatuto de Cataluña están ya andadas tres cuartas partes del camino para el Estatuto vasco o vasco-navarro, que no podría ser negado por este Gobierno ni por estas Cortes; pero si sobreviniese un cambio político de cierta hondura, como la disolución del Parlamento o la formación de otro Gobierno, acaso encontrase serias dificultades. Hay, pues, que aprovechar la oportunidad del momento presente, porque otro más adecuado es casi imposible que se dé.
Sin embargo, las expectativas suscitadas por Prieto se frustraron enseguida, porque en los meses siguientes, desde octubre de 1932 hasta julio de 1933, las fuerzas que debían impulsar el nuevo proyecto de las Comisiones Gestoras, esto es, los republicano-socialistas y los nacionalistas, se enfrentaron violentamente entre sí, hasta culminar en los graves incidentes producidos durante la visita de Alcalá-Zamora y Prieto a Vizcaya en abril y mayo de 1933, con varios muertos y heridos. Esto provocó, por un lado, que un sector del PNV se radicalizase y asumiese el independentismo del semanario bilbaíno Jagi-Jagi (1932-1936), muy perseguido por los gobernadores civiles de Vizcaya; y, por otro lado, que una parte de la izquierda se desentendiese de la autonomía, al estar convencida de que beneficiaría a un partido no republicano como era el PNV, su principal rival; de ahí que sostuviese que, antes de aprobar el Estatuto, había que republicanizar Euskadi, asumiendo así que la mayoría del País Vasco no era republicana. La intensa conflictividad política y religiosa, sobre todo en Vizcaya, contribuyó a ralentizar el proceso autonómico, como demuestra el hecho de que el nuevo proyecto de las Gestoras (aun siendo casi idéntico al de 1932, con la salvedad de Navarra) no fuese aprobado por los Ayuntamientos vascos hasta la asamblea celebrada en Vitoria el 6 de agosto de 1933. Este retraso supuso que cayese el Gobierno de Azaña, y Alcalá-Zamora disolviese las Cortes Constituyentes, sin que hubiese llegado a estas el Estatuto vasco18.
Por ello, la celebración del referéndum autonómico quedó en manos del nuevo Gobierno, presidido por Diego Martínez Barrio (Partido Radical), quien decidió convocarlo el 5 de noviembre de 1933, justo dos semanas antes de las elecciones generales, en las cuales el Partido Radical de Alejandro Lerroux aspiraba a vencer a las izquierdas que habían gobernado en el primer bienio republicano. Con ello proporcionaba una gran baza política al PNV, que podría rentabilizar el previsible éxito del Estatuto en el plebiscito para derrotar a la potente candidatura izquierdista, encabezada por Azaña y Prieto, en la circunscripción de Bilbao (Vizcaya fue la única provincia en la que subsistió la coalición de los republicanos de izquierda y el PSOE, rota tras el final del Gobierno de Azaña en septiembre). Al no conseguir posponer el referéndum a después de los comicios legislativos, las izquierdas vizcaínas no hicieron campaña en pro del Estatuto, llegando incluso algunos a oponerse a él: tal fue el caso del dirigente socialista Rufino Laiseca, pese a haber sido miembro de la ponencia redactora del proyecto de las Gestoras, por creer que era suicida entregar «la Hacienda, la Enseñanza y la Justicia en manos de los nacionalistas»19. Prieto consideró «un error el celebrar el plebiscito del Estatuto antes de la elecciones»20 y optó por guardar silencio, al igual que El Liberal de Bilbao (propiedad de su familia desde 1932), hasta que el mismo día del referéndum su importante periódico se decantó por la abstención, alegando la falta de garantías democráticas, porque el Gobierno de Martínez Barrio no permitió que interventores de los partidos controlasen su desarrollo: «los censos se volcarán en favor del Estatuto», «los nacionalistas se han aprovechado de la conducta inexplicable del Gobierno»21 (doc. I.36). La misma posición abstencionista fue adoptada por los presidentes de los partidos republicanos de izquierda y del partido socialista en Vizcaya, así como por el semanario socialista bilbaíno La Lucha de Clases (doc. I.35).
El resultado del plebiscito, en el que por vez primera votaron las mujeres, dio una mayoría tan abrumadora a favor del Estatuto que era imposible de alcanzar sin recurrir a medios fraudulentos, en especial en Vizcaya, donde, pese a no contar con el apoyo de buena parte de las izquierdas y de las derechas, la participación superó el 90 y 98 por 100 de los votos fueron positivos. Tales cifras y las aún más elevadas de Guipúzcoa nunca se han vuelto a repetir en la historia del País Vasco. El Liberal consideró que a los nacionalistas se les había ido la mano al volcar el censo electoral para superar el alto quórum constitucional (los estatutos debían ser aprobados por más de dos tercios de los electores inscritos en el censo de la región), hasta el extremo de que fue aprobado por el 84 por 100 de los electores vascos, a pesar de la elevada abstención registrada en Álava, dado que esta provincia tenía mucha menos población que Vizcaya y Guipúzcoa (doc. I. 37). Algunos nacionalistas reconocieron la existencia de numerosas irregularidades22.
El temor de las izquierdas a que el refrendo popular del Estatuto fuese capitalizado en las urnas por el PNV se confirmó rotundamente: el 19 de noviembre de 1933, el partido de Aguirre, yendo en solitario, logró más diputados que nunca en toda su historia (doce), al mismo tiempo que se produjo la debacle de las izquierdas al perder siete de los nueve escaños que habían logrado en Vasconia en 1931: tan solo resultaron elegidos Azaña y Prieto. Y eso que este, en contra de la dirección del PSOE, mantuvo su alianza con los republicanos de Azaña, hasta el punto de sacarle diputado cunero por Bilbao, prefiriéndolo al dirigente socialista bilbaíno Julián Zugazagoitia, que iba en la misma candidatura23. Fue la única vez que el líder socialista fue derrotado por el PNV en las siete elecciones a Cortes en las que salió diputado por Bilbao entre 1918 y 1936.
1.4. Su primera aproximación política en la rebelión de los Ayuntamientos vascos (1934)
Nada más conocerse el triunfo de la CEDA de Gil Robles y del Partido Radical de Lerroux, el diario de Prieto tituló: «Los nacionalistas ganan la elección y pierden el Estatuto vasco», vaticinando: «el Estatuto ha muerto», por considerar imposible su aprobación en las nuevas Cortes de mayoría de centro-derecha24. Su vaticinio acertó plenamente, pues el proyecto de las Gestoras quedó bloqueado en ellas, durante sus dos años de vida, con el pretexto de la cuestión de Álava: su alta abstención en el referéndum (41,5 por cien), aunque la gran mayoría de los votantes alaveses (79 por cien) habían votado a favor del Estatuto25. El carlista José Luis Oriol, diputado por Álava, contando con el apoyo de la CEDA y otros grupos derechistas, propuso la retirada de dicha provincia del proceso autonómico vasco en las Cortes. Estas rechazaron su propuesta, pero también la de Aguirre, diputado por Vizcaya-provincia, que quería la permanencia de Álava sin necesidad de un nuevo plebiscito, planteado por los socialistas y los republicanos. El debate parlamentario de 1934 no llegó a resolver dicha cuestión previa, pero sirvió para dejar patente la oposición al Estatuto vasco por parte de las derechas, contrarias a las autonomías regionales, según reconoció Irujo, diputado por Guipúzcoa: «Con estas Cortes tenemos para sacar el Estatuto tanta dificultad como facilidad hubiéramos tenido en las anteriores […] nuestros enemigos de hoy son las derechas: los tres grupos, Ceda, agrarios y monárquicos de ambas ramas [carlistas y alfonsinos]»26.
El bloqueo del Estatuto contribuyó a que el PNV de Aguirre rompiese con las derechas (incluida la CEDA) y se aproximase a las izquierdas de Prieto, por primera vez en su historia, en el verano de 1934, cuando nacionalistas y republicano-socialistas fueron juntos en la rebelión de muchos Ayuntamientos vascos contra el Gobierno de Samper (Partido Radical) en defensa del Concierto económico, por considerar que era vulnerado por medidas fiscales del Ministerio de Hacienda (docs. I. 44 y 45). Este conflicto culminó el 2 de septiembre con la famosa asamblea de Zumárraga: en ella los diputados del PNV y Prieto, que la presidió, se solidarizaron con los alcaldes y concejales vascos detenidos y represaliados por el ministro de la Gobernación, Rafael Salazar Alonso (doc. I.46). Dicha asamblea no tuvo ninguna eficacia práctica, pero sí un gran valor simbólico al escenificar el acercamiento político entre el PNV y las izquierdas, los enemigos del bienio 1931-1933.
Tal aproximación quedó truncada un mes después al producirse la revolución socialista de octubre de 1934, desencadenada en protesta por la entrada de tres ministros de la CEDA en el nuevo Gobierno de Lerroux. Tras su fracaso, Prieto, que СКАЧАТЬ