El Errante I. El despertar de la discordia. David Gallego Martínez
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Название: El Errante I. El despertar de la discordia

Автор: David Gallego Martínez

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788418230387

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СКАЧАТЬ cuides de él —dijo a la par que señalaba al chico.

      —¿Qué?

      —¿Cómo? Pero yo quiero estar contigo —intervino el muchacho.

      Garrett resopló.

      —Es muy peligroso, chico. Ahora que todo el mundo me busca lo mejor que puedo hacer es desaparecer. Si sigues conmigo, lo más probable es que te maten. Quédate con Iolnar, solo hasta que vuelva. Es un viejo conocido, no tienes de qué preocuparte.

      —Chico —intervino el otro hombre—, entra en la casa. Y cierra la puerta.

      Azael miró a Garrett, que asintió con suavidad, y obedeció lo que se le había ordenado. En cuanto cerró la puerta, Iolnar se abalanzó sobre Garrett.

      —¿Qué está pasando, Garrett?

      —Aún no lo sé. Gunthar contactó conmigo. Un trabajo. Al principio creía que pretendía secuestrar al hijo de un miembro del Consejo para presionarlo, pero terminó por asesinar a uno de ellos. Supuse que su contratista querría ocupar la vacante, pero murieron dos en la misma noche. Y además, parece que todo eso tenga relación con Orea, y yo soy el principal sospechoso de las muertes.

      —¿El principal sospechoso? ¿Qué has hecho?

      —Es una larga historia —le cortó Garrett antes de que preguntara más—. ¿Puedes hacerte cargo de Azael?

      El gesto de Iolnar se transformó. La sorpresa era visible en sus ojos.

      —¿Lo has llamado Azael? Pero ¿en qué demonios estás pensando?

      —Tranquilo, Iolnar. Mira, solo quiero que lo cuides un tiempo. Y de paso enséñale a leer y a escribir. Volveré a por él antes de que te des cuenta.

      —Pero ¿quién es, Garrett? ¿Y por qué Azael? —se detuvo y adoptó un gesto interrogante—. ¿Acaso es tu…?

      —No, Iolnar. No es él. Mi hijo está muerto, ¿recuerdas?

      Iolnar bajó la mirada ligeramente. Se sintió mal por haber sacado el tema.

      —¿Lo has encontrado ya? —preguntó Iolnar despacio, como si temiera adentrarse en terreno pantanoso con aquellas palabras.

      —Aún no, pero sigo buscándolo.

      Los dos hombres se quedaron en silencio. Un ladrido que surgió del interior de la vivienda los sacó de sus pensamientos.

      —Está bien, lo haré —aceptó Iolnar al fin—. ¿Qué harás tú?

      —Esfumarme. Abandonaré Rhydos. Viajaré al norte, a Orea, para buscar respuestas —hizo una pausa—. Gracias, Iolnar.

      —No, no me lo agradezcas. Maldita sea, no soy una niñera, Garrett. Espero que me compenses por esto. Y ahora vete, antes de que me arrepienta.

      Después de montar en el caballo, Garrett se alejó al trote del lugar. Iolnar lo observó unos segundos mientras se perdía en la distancia.

      —Creo que ya me arrepiento.

      Entró en la casa. Azael estaba en la entrada, de pie, intimidado por un perro blanco que parecía un caballo que no le quitaba el ojo de encima al invitado y sacudía el rabo de lado a lado. Iolnar apartó al animal del chico, y luego lo examinó con atención. Quiso decir algo, pero no sabía cómo tratar con un niño.

      —No tienes pelo —dijo Azael de repente.

      —Ya empezamos —murmuró—. ¿Alguna otra observación evidente?

      —No, quiero decir que pareces joven para no tener pelo. He visto hombres mayores sin pelo, pero tú no pareces tan viejo.

      —Qué halagador. Garrett olvidó mencionar lo encantador que eres —hizo una pausa—. Me llamo Iolnar. Iolnar Koul.

      —Yo soy Azael. Azael nada más —se calló un momento—. ¿Por qué no tienes pelo?

      —Eres insistente, por lo que veo. Me gusta así, me da un aspecto de tipo duro —dijo, mientras se acariciaba la perilla y fruncía el ceño—. ¿Cómo conociste a Garrett?

      —Me salvó de unos hombres que me perseguían por un bosque.

      Iolnar esbozó una sonrisa.

      —Je, parece que los años lo están ablandando. Los dos trabajábamos juntos hace mucho tiempo, ¿lo sabías? Con otro hombre. Éramos tres socios, los mejores en nuestro trabajo.

      —¿Y cuál era ese trabajo?

      Iolnar no supo cómo responder. «Matar por dinero, el trabajo que toda persona desea». No, definitivamente no podía decirle la verdad.

      —Digamos que… ayudábamos a algunas personas a resolver sus… problemas.

      —¿Qué tipo de problemas?

      —¿Es que siempre haces tantas preguntas? Espero que Garrett vuelva pronto —suspiró—. ¿Sabes leer?

      —No.

      —¿Escribir?

      —Tampoco.

      —¿Contar?

      —Con los dedos.

      —¿Cazar?

      —Ratones y algún pajarillo.

      —¿Y qué tal te defiendes? ¿Sabes pelear?

      Azael se rascó la cabeza mientras le asaltaban los recuerdos de su tiempo en el orfanato.

      —No muy bien —confesó con vergüenza.

      Iolnar dejó escapar otro suspiro.

      —Parece que me espera mucho trabajo —estiró los músculos de la espalda—. Ven conmigo, vamos a buscarte algo de ropa. Y a lavarte un poco. Te huelo desde aquí.

      ***

      —¿Crees que es una buena idea, Rob?

      —Estoy seguro, señor. Ha demostrado que es capaz de darlo todo por defender la capital y la república. No me cabe ninguna duda de que aceptará gustoso ayudar a que Alveo prospere.

      Los dos hombres hablaban en una amplia habitación rectangular de la Asamblea. Uno era el alguacil de Alveo, y el otro, de pelo largo y canoso, estaba detrás de un escritorio, de espaldas al alguacil, mirando por un ventanal por el que entraba la luz a raudales. Un rostro viejo pero elegante ref lejado en el cristal le devolvía la mirada. Un tercer hombre, moreno, de mediana edad y mirada adusta, esperaba de pie y en silencio a un lado de la estancia, con las manos a la espalda.

      —Está bien, tráelo ante mí —comenzó el hombre junto al ventanal—. Pero no le digas nada aún. Antes quiero evaluarlo yo mismo.

      —Sí, maese Fert —hizo una reverencia y se marchó.

      La СКАЧАТЬ