La apropiación de Heidegger. Группа авторов
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СКАЧАТЬ por el “provenir”). Esta otra palabra con Ge- da paso a su vez a Geschichte, la historia en cuanto tener-lugar, suceder, efectividad del acontecimiento que Heidegger distingue cuidadosamente de Historie (estudio y relato de lo que ha sucedido). No existe ningún término que no esté prefijado, como un schehen, en alemán o, mejor todavía, ese término es de nuevo “schicken”, que significa enviar, expedir, dirigir, con los valores que he evocado más arriba.

      Estas consideraciones filológicas son inevitables si queremos mantenernos lo más cerca posible del pensamiento. Aquí la historia es, de entrada, lo que sucede en y como el “con” fundamental del existir. La capacidad de ser, de estar expuesto a lo que sucede –o bien a que eso suceda– no es sino un rasgo existencial general que no concierne más al existente efectivo de lo que lo hace ningún otro rasgo (disposición afectiva o bien comprensión, etcétera) mientras no se considere esa efectividad de acuerdo con la coexistencia que le pertenece fundamentalmente y sin reservas.

      Puede decirse que una frase semejante exigiría muy especialmente que pasásemos del sustantivo “el ser” al verbo “ser”: entonces diríamos que ser-con existe ya en cuanto co-ser con ser-ahí. Sería todavía más farragoso, pero indicaría menos mal que no se da ser “ahí” sin ser “con” e incluso, como se dice en otros lugares con el término Mitdasein, que ser-con es ser-ahí y ser-ahí es ser-con.

      Podríamos pues, y deberíamos añadir: ser-expuesto (a la suerte) es también fundamentalmente ser-con. “Con” expone y se encuentra expuesto en la misma medida en que ser-expuesto es con, por el con y a él.

      Se pueden pues y se deben decir todavía más cosas en esa dirección. Por ejemplo, en el § 53, Heidegger subraya que, incluso en la anticipación más “propia” de la muerte (anticipación o exposición al “sacrificio de sí”), el Dasein siempre es fundamentalmente “con”. Y con esa disposición es con la que puede llegar a reconocer que se pierde en el “uno” y que, para “ser él mismo”, puede volverse hacia “la libertad para la muerte” (palabras en mayúscula en el texto).

      No pretendo recorrer todos los momentos que vinculan la introducción de “ser-con” con su realización plena según la historia (o la historialidad, como se han acostumbrado a decir los franceses). Ciertamente se obtendrían otros testimonios, no menos firmes, de la indisociabilidad del “con” y del “ahí”. Y, por consiguiente, la indisociabilidad de la libertad-para-la-muerte y de todo lo que habrá caracterizado al cuidado del otro. La historia-destino constituye incluso, si puede así decirse, el acto de esa indisociabilidad que ha permanecido hasta ahí, más o menos, en potencia. Ahora bien, ese acto se produce según un nuevo término con ge-: se trata de la Gemeinschaft. El § 74 precisa que el Geschick consiste en el Geschehen de la Gemeinschaft. La forma no prefijada de esta palabra no existe, pero en el alemán antiguo corresponde a un valor de intercambio, de compartir o de sustitución (de cambio o de dar-el-cambiazo, cabe precisar). Que yo sepa, Heidegger no explora esa etimología. Recibe el término con el valor fuerte de “comunidad”, diferente de “sociedad” (Gesellschaft, término poco frecuente y muy poco marcado en Ser y Tiempo).

      Como ya he analizado en otros sitios, en la muerte en combate para la comunidad del pueblo es donde se realizan conjuntamente la comunidad misma y el destino de la libertad esencial del ser-ahí-con. La muerte en combate hace que el pueblo exista como tal. El pueblo es así, a su vez, el Geschehen como Geschichte. Aquello que (en particular en el § 53) Heidegger presenta como la decisión más propia de un Dasein que se sitúa, entonces, en el límite extremo de su ser-con –por consiguiente, en el límite extremo de sí mismo– se realiza en un vuelco del “uno” al pueblo. Así se accede a la propia posibilidad de morir. Como dirá el § 81 (que es el antepenúltimo): “El uno no muere jamás porque no puede morir”.

      Como mostraría una relectura de los párrafos en torno a la muerte propia, lo que impide que el “uno” pueda morir es su certeza de que “uno muere” en la medida en que aquella está desprovista de toda Vorlaüfigkeit –anticipación, anticipo, “precursividad”–, como dice Martineau. Ahora bien, ¿en qué medida esa anticipación, si se torna posible por retirada o sustracción del “uno”, incumbe al ser-con? Me da la impresión de que Heidegger no indica casi nada al respecto. Pero ¿acaso no indicó anteriormente que el cuidado del otro debe tender esencialmente a liberar al otro con vistas al cuidado que le es propio (si es que puedo resumir así el texto que analiza la doble posibilidad de tomar del otro su cuidado o de devolvérselo)? Si la liberación para la libertad –entendida como “para la muerte”, sin detenerme más aquí– está implicada en el “cuidado” de/para/por el otro o los otros, y si la muerte, en definitiva, más propia se entiende como salida de sí (“sacrificio” es un término sobre el que habría que volver más adelante), ¿acaso no hay que decir entonces, simplificando, que esa salida pasa por el otro?

      Pero ¿cómo?

      Lo que quiero señalar no es tanto una cuestión acerca de los individuos como tales cuanto una cuestión acerca de lo que quiere decir el sacrificio al ser o al sentido de ser, o como ese sentido. El sacrificio, o también ese brauchen que acabo de evocar pero que, por su parte, no pertenece en absoluto a Sein und Zeit.

      Diré por consiguiente que, para permanecer lo más cerca posible de Heidegger, interrogando el sacrificio –y, por ende, la “libertad sacrificial”, por así decirlo, en cuanto “aprehensión modificada” del modo impropio según el “uno”, a su vez modo impropio del “con”– es como se puede tratar de explorar si, a partir de la cuestión abierta del sentido de ser, cabe o no avanzar de otro modo que hacia un, como poco, dudoso “pueblo” destinal.

      Me parece conveniente detenerme aquí para esta primera aproximación…

      er: Hay que reconocer, por lo tanto, que al identificar la muerte más propia con el “sacrificio de sí” (§ 53) y al relacionar la “apertura que decide” (Entschlossenheit) con “la libertad para el sacrificio tal y como puede ser exigido por la situación” (§ 75), Heidegger avala una política del sacrificio que le impide no solo pensar la existencia como compartir sino también deconstruir de verdad el ser sustantivo.