La apropiación de Heidegger. Группа авторов
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СКАЧАТЬ ese poner afuera, esa exposición, tenga lugar como cuerpo es algo de lo que Heidegger no puede ni quiere saber nada. O casi nada. En el Nietzsche, consideró el cuerpo como una simple inversión del espíritu. Se puede leer ahí:

      La esencia y la verdad del ser no tienen estrictamente nada que ver con unas categorías como “animalidad” o “racionalidad”, ni como “cuerpo”, “alma” o “espíritu”.

      Se da más de una discordancia entre el pensamiento en la obra y el que se dice en las cartas. Así, una amiga italiana, Rosaria Caldarone muestra en un ensayo en prensa cómo la historia, tal y como aparece en las cartas, no es en modo alguno la que la obra reivindica… ¿Acaso se dejaba Heidegger arrastrar a decir lo que no pensaba?

      En Ser y tiempo, me parece que la soledad filosófica –no tematizada como tal pero que puede presentirse en el tratamiento del “uno”– acaba implicándose como el aislamiento del pueblo que se cierra sobre sí mismo en su combate para su ser-común. Es importante que, en todos los aspectos, se afirme una unicidad separada que se distinga de todo el resto: unicidad del pensamiento, del pensador, del pueblo. “Jemeinigkeit” en cada registro y, en cada cual, estricta condición de la Eigentlichkeit, de la propiación. El cuerpo, el encuentro y lo inapropiable que no puede sino declarar ahí deben permanecer en un afuera que no es el del éxtasis apropiador o apropiado.

      Era demasiado pronto, en la experiencia europea, para que saliese a la luz la exigencia de pensar el cuerpo y de pensar en cuerpo, si puede decirse. Sin embargo, Bataille es contemporáneo, pero él va por delante… Heidegger va a la vez por delante en lo que se refiere al “ser” y simplemente con su tiempo en lo que respecta al cuerpo y a la diferencia sexual.

      Soy incapaz de sacar de este pasaje algo más que una cavilación… Está permitido, sin embargo, ver ahí al menos algo así como una delgada grieta descubierta de pronto y rápidamente vuelta a cubrir (a beneficio de inventario). Como si, cuando está profundamente confuso e inquieto, a pesar de toda su vehemente seguridad en el destino en el que quiere creer, el pensador notase de nuevo, en el fondo de sí mismo, lo que un día denominó “lo demoniaco”.

      Y que podemos tratar de comprender –por lo demás, gracias en parte al pensador mismo– como la necesidad de los cuerpos y de los cuerpos sexuados de aprehender “ser” (y nunca “el Ser”) en cuanto la exposición existente a lo que Derrida denomina una exapropiación. Tanto si se trata de propiedad de bienes como de ser propiamente lo que se trata de ser– “uno mismo” o bien unos actos, un ethos, un eros, una alegría no blindada, como se dice en el libro, sino “verdadera”, como esas alegrías que Heidegger le deseaba a lo que sabía llamar “nosotros” con un beso.

      Aunque yo termine así, me doy perfectamente cuenta de que es demasiado sentimentaloide. No sería justo, sin embargo, burlarse simplemente del pathos amoroso de las cartas: hay que tener en consideración la huella que queda, la posible grieta de la que he hablado. Hay que reconocer al menos que Hannah se mantuvo a la altura de lo que había constituido el encuentro. Y esa altura supera todas las alturas a las que el pensador pudo o quiso encaramarse.

      Pero esto es algo que hay tener en consideración para cualquier pensador (hombre o mujer) lo mismo que para cualquier mujer (filósofa o enamorada, y de nuevo hombre o mujer).

      er: Me gustaría que volviésemos sobre el amor que, creo, es el motivo en el que se cristaliza tu discrepancia con Ser y tiempo. Te propongo hacerlo volviendo a pasar por la tesis que adelantas en la coda de “L’être-avec de l’être-là”, con el pasaje de “La liberté de l’amour” en donde presentas el amor como “un arco tensado”.

      En la coda, afirmas que el amor que la analítica existencial mantiene “fuera de la esfera general del ‘con’” encierra “la verdad” de esa esfera. Si leemos esta afirmación a la luz de los análisis del ser-con que preceden, vemos que Heidegger concibió la muerte (“la posibilidad de lo imposible”) como “la posibilidad más propia”, avalando un modo de pensamiento teleológico que lo obliga a plantear la cuestión de la existencia finita en términos, no de ex-posición, sino de destinación, y a pensar el Geschehen, no como la “escapada” infinita de un sentido no direccional, sino como un envío destinal con sentido único, porque no reconoció la “coincidencia” entre la analítica del amor que esboza en las cartas a Arendt y la analítica de la muerte que presenta en Ser y tiempo.

      Esa analítica relaciona los arranques del amor con un “arco tensado entre dos extremidades”, una de las cuales es el “amor a primera vista” o “amor de dilección y de distinción”, que confiere al/a la amado/a en su СКАЧАТЬ