Название: Lady Hattie y la Bestia
Автор: Sarah MacLean
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Los bastardos Bareknuckle
isbn: 9788412316704
isbn:
Whit se volvió hacia Jamie. Lo observó en el silencio de la tarde.
—Enviaré a alguien a buscarte cuando despierte —dijo el doctor—. En el mismo instante en que se despierte.
—¿Y si no lo hace?
Una pausa.
—Entonces enviaré a alguien a buscarte cuando no lo haga.
Whit gruñó, la lógica le dijo que no había nada que hacer. Que el destino actuaría y que aquel chico viviría o moriría.
—Odio este maldito lugar. —Whit no podía quedarse quieto más tiempo. Fue hasta el fondo de la habitación y lanzó un puñetazo contra la pared construida por los mejores albañiles que el dinero de los bastardos había podido pagar. Lo lanzó sin vacilar.
El dolor le atravesó la mano y le subió por el brazo, y lo aceptó. Era un castigo.
—¿Estás sangrando? —La silla del doctor crujió cuando se volvió hacia él.
Se miró los nudillos. Había visto cosas peores. Negó con un gruñido sacudiendo la mano. El doctor asintió con la cabeza y volvió a su trabajo.
Mejor. No estaba de humor para conversar, un hecho que se volvió irrelevante cuando la puerta de la habitación se abrió y entraron su hermano y su cuñada y, detrás de ellos, Annika, la brillante lugarteniente noruega de los Bastardos, que podía hacer desaparecer una bodega llena de contrabando a plena luz del día, como si de una hechicera se tratase.
—Hemos venido tan pronto como nos enteramos. —Diablo fue directo a la cama y miró a Jamie—. ¡Joder! —Levantó la cabeza, la cicatriz de más de quince centímetros de largo que le recorría la mejilla derecha aparecía blanca por la ira.
—Estamos buscando a tu hermana —dijo Nik mientras se movía al otro lado de la cama; su mano se posó suavemente en la del chico—. Estará aquí pronto, Jamie—. Le susurró, a sabiendas de que no podía oírla. Algo se retorció en el pecho de Whit; Nik amaba a los hombres y mujeres que trabajaban para ellos como si fuera décadas mayor, aunque apenas tenía veintitrés años; a ellos y a sus hijos.
«Y no había podido mantenerlos a salvo».
—¿Y la bala? —Diablo se aclaró la garganta.
—En el costado. Lo atravesó limpiamente —respondió el doctor.
—Casi lo tenía. Le clavé un cuchillo —añadió—. Di en el blanco.
—Bien. Espero que le cortases las pelotas —dijo Diablo golpeando en el suelo su bastón de punta plateada dos veces, señal de las ganas que tenía de desenvainar la maldita espada que llevaba dentro y atravesar a alguien.
—Espera —dijo la cuñada de Whit, Felicity, acercándose a él y obligándolo a mirarla—. ¿Casi lo tenías?
—Alguien me noqueó antes de que pudiera terminar la tarea. —La vergüenza lo recorrió e hizo que se sonrojara.
Nik susurró una maldición mientras Felicity tomaba las manos de Whit en las suyas, apretándolas con fuerza.
—¿Estás bien? —Luego se dirigió al médico—. ¿Está bien?
—A mí me parece que sí.
—Su gran interés en la Medicina nunca deja de impresionarme, doctor. —Felicity miró al médico entrecerrando los ojos.
—Está de pie ante usted, ¿no es así? —El doctor se quitó las gafas y las limpió.
—Supongo que sí —suspiró ella.
—Pues entonces… —concluyó, saliendo de la habitación.
—Es un hombre realmente extraño. —Felicity se volvió hacia Whit—. ¿Qué ha pasado?
—¿Y Dinuka? —Whit ignoró la pregunta y, en su lugar, miró a Nik, que estaba al otro lado de la habitación. Whit había enviado al joven a por la caballería—. ¿Está a salvo?
—Se libró de un balazo, pero no creo que le dispararan a dar. Hizo lo que le dijeron. Vino corriendo a por la caballería —contestó Nik mientras asentía.
—Buen chico —dijo Whit—. ¿La carga?
—Perdida antes de que pudiéramos rastrearla. —Nik sacudió la cabeza.
—Junto con mis cuchillos. —Whit se pasó una mano por el pecho, donde echaba de menos la funda de que los acogía.
—¿Quién fue? —Diablo se volvió hacia él.
—No puedo estar seguro. —Whit se encontró con los ojos de su hermano.
—Pero tienes una sospecha… —comentó Diablo sin dudar.
—Mis tripas me dicen que es Ewan.
No usaba su nombre actual, Ewan era ahora Robert, duque de Marwick, su medio hermano y el que fuera prometido de Felicity. Había dejado a Diablo al borde de la muerte tres meses antes y luego había desaparecido; lo que había obligado a Grace a esconderse hasta que lo encontraran. Los robos se detuvieron después de que Ewan desapareciera, pero Whit no podía ignorar la sensación de que había regresado. Y quería responsabilizarlo por lo de Jamie.
Pero…
—Ewan no te habría dejado inconsciente —dijo Diablo—. Habría hecho cosas mucho peores.
—Tiene a dos tipos trabajando para él. Al menos son dos. —Bestia sacudió la cabeza.
—¿Quiénes?
—Estoy a punto de saberlo —dijo. Ella se lo diría muy pronto.
¿Tiene algo que ver con la joven de Shelton Street?
Whit clavó los ojos en Nik tan pronto como pronunció aquellas palabras.
СКАЧАТЬ