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СКАЧАТЬ revolvió su mascada. Le relucieron los labios.

      Debería salir más.

      Las guerras, dijo Watson.

      Empezó a dar martillazos.

      Las guerras, gritó, más niños… reemplazan a los muertos.

      Cayeron chispas en arcos y chaparrones hasta el suelo.

      El doctor Orcutt se limpió la boca y observó a Henry a través de la lluvia de chispas.

      La barra –reacia– se dobló.

      Orcutt se recostó, inclinando la silla. Contempló el techo con solemnidad donde una araña descendía a tirones por una hebra.

      Omensetter enhebró una aguja.

      Había un arrullo en los martillazos a través del cual cantaban las orejas de Henry.

      Al pasar, Lloyd Cate saludó con la mano.

      Todos los hombres parecían taciturnos y pensativos.

      Tott se palpó los bolsillos, en busca de su armónica.

      Orcutt dijo finalmente: por dios que es una suerte que estés vivo –en voz baja pero enrabietada.

      Los martillazos comenzaron de nuevo. El hierro frío daba saltos.

      Luther Hawkins movía con cuidado la hoja de su cuchillo, extrayendo una tajada en espiral como una tira de piel. Hatstat lo miraba de hito en hito, mientras Omensetter apuñalaba con su aguja un trozo de cuero.

      Orcutt se enderezó; escupió con fuerza a la araña colgante. El escupitajo se la llevó por delante. Ante esto el doctor se palmeó la rodilla y se puso en pie.

      Autoridades que he leído… mentes científicas honradas, recuérdenlo, caballeros… aseguran que los machos se gestan cuando hace un tiempo concreto… que son el resultado de posturas concretas… o que depende del testículo que se haya vaciado. Mentes científicas honradas. Para ellos esto supone un verdadero problema. Unos joden por la ciencia solo a media tarde, mientras otros mantienen la fe en el anochecer –aquí Orcutt soltó una risita–, es una cuestión de luz, según tengo entendido, pero no me acuerdo de cuál se gesta con cuál.

      Sopesó su maletín.

      Guarda reposo, ¿eh, Henry? No levantes peso. No te subas a ningún sitio. No uses la pala. Ese tipo de cosas.

      Por debajo de la barba, Orcutt se aflojó el cuello de la camisa.

      O es el tamaño de la polla, lo lejos que lance la simiente.

      El doctor se sacudió con esmero el polvo de los pantalones.

      Puu-uf.

      Así permaneció un momento.

      Todo esto es estiércol, dijo. Estiércol.

      Luego se marchó a zancadas.

      Henry observó la fragua hasta que le ardieron los ojos.

      Más tarde Curtis Chamlay se asomó a preguntar si alguien tenía pensado salir a pescar por la mañana, y Luther Hawkins, admirando la punta de su palo, continuando la conversación en su cabeza, rio entre dientes.

      A los perros les da igual, dijo. Es un hecho.

      George Hatstat dijo: ¿sabéis qué dijo Blenker que Edna Hoxie le dijo a su mujer? Duchas con leche si quieres una niña.

      Y ella lo único que hace es darse duchas con el holandés ese.

      Hawkins sacó tierra de una grieta.

      Ese holandés gordo, ¿cómo se las apaña?

      Tranquilo, dijo Chamlay, riendo. A Tott se le están encendiendo las orejas.

      Por qué tendrían que encendérsele, dijo Hawkins. Escuchas igual que él a ese sacerdote, oye con las orejas cada palabra que hay.

      Ese holandés, dijo Chamlay. Seguro que tiene la polla enroscada.

      La polla de un gorrino, dijo Hawkins.

      Blenker no es holandés, dijo Tott.

      Mierda.

      Hoxie dice que con los niños se hincha más la teta derecha.

      Ah, mierda.

      No, en serio, Curt.

      Hatstat se llevó la mano al pecho.

      Las niñas dan dolores concretos en el costado derecho. Fue lo que dijo Edna.

      Edna no dice más que chorradas.

      Hawkins empezó en la tierra un dibujo del holandés montando.

      Es la carne lo que lo provoca, dijo Chamlay. La ternera. Trae químicos.

      La barra volvió a resplandecer.

      Hawkins tachó el dibujo hasta borrarlo.

      En una feria vi uno en un tarro, dijo. Una cosa pequeña, ya sabéis. Rosa y púrpura, del color que fuera. En conserva… arrugado… pálido de verdad y bocabajo en aquel mejunje… parecía un cerdo… pero muerto… jesús.

      Mat sopesó el martillo con impaciencia.

      Hawkins dibujó un bote de conservas.

      Depende de lo que coma la madre, insistió Chamlay.

      Entonces Hatstat hizo un ruido grosero.

      Venga, Omensetter, ¿tú qué opinas?, ¿va a ser chico?

      Si se repantinga y se atiborra de caramelos, dijo Chamlay, tendrá una niña empalagosa.

      Nah, mierda.

      Tú tienes chicos, George, ¿cierto? Pero ¿y Rosa Knox? Cuando Rosa se queda preñada no come más que bollos de azúcar. Pregúntale a Splendid Turner si no es así.

      Luther Hawkins asintió con la cabeza.

      Es un hecho, dijo. Un hecho científico… Me pregunto con qué le llenó la barriga a Maggie Scalon ese pequeño demonio de Perkins.

      Ese Perkins, dijo Chamlay. Lo conozco. Seguro que no fue con la polla.

      Crees que esa barriga se hincha a base de escupitajos, Curt, dijo George.

      Menuda bruja, dijo Hawkins. Esa va a parir perros.

      El martillo de Mat tañó el metal.

      Más tarde, cuando Mat hizo sisear su hierro en el barril de agua de lluvia, discutieron un buen rato sobre pesca. Había venido Olus Knox y siempre se mostraba elocuente al respecto. СКАЧАТЬ