Ruina y putrefacción. Jonathan Maberry
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Название: Ruina y putrefacción

Автор: Jonathan Maberry

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Ruina y putrefacción

isbn: 9786075572116

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СКАЧАТЬ y Nix simplemente sacudió la cabeza y apartó la mirada. Se quedó viendo hacia la remota línea de la cerca.

      —Bueno, pues yo creo que Charlie y ellos son realmente geniales —dijo Benny.

      El momento se alargó mucho más de lo debido y ya no podía sostener la conversación, al menos no sobre aquel tema, así que lo dejaron ir y no dijeron más. Después llegó una brisa fresca, y los tres se tendieron de espaldas y cerraron los ojos. La brisa se llevó la tensión, como finos granos de arena.

      Sin mirar a Benny, Nix habló:

      —¿Ya encontraste trabajo?

      —No.

      Él le contó de todos los trabajos que había solicitado.

      Nix y Morgie no cumplían aún los quince años. Odiaban la idea de buscar trabajo casi tanto como Benny odiaba el proceso de encontrar uno, pero al menos les quedaban un par de meses de vagancia.

      —¿Qué vas a hacer? —preguntó Nix, incorporándose apoyada en sus codos. La luz del sol en el agua se reflejaba como hebras de oro en sus ojos verdes, y cuando Benny se encontró pensando en eso, se obligó a apartar la mirada.

      —No sé.

      —¿Por qué no le pides trabajo a tu hermano?

      —Preferiría que me ataran encima de un hormiguero.

      —¿Qué se traen ustedes dos?

      —¿Por qué todo el mundo me pregunta eso? —estalló Benny—. Tom es un perdedor, ¿sí? Va por ahí como si fuera el Más Poderoso, pero yo sé qué es en realidad.

      —¿Qué? —preguntó Morgie.

      Benny casi lo dijo, casi llamó a su hermano un cobarde delante de sus amigos. Pero aquella era una línea que nunca había cruzado. En cierto sentido, pensaba que si llamaba cobarde a Tom podría hacer que la gente se preguntara si él lo era también. Sólo eran medio hermanos, pero igual tenían parentesco, y Benny no sabía si la cobardía era algo que se pudiera transmitir por la sangre.

      —Ya olvídalo —fue todo lo que dijo. Se puso en pie y comenzó a buscar por la ribera piedras que arrojar. Encontró algunas, pero ninguna era lo bastante plana para rebotar, así que las echó todas lejos, a la corriente. Morgie escuchó el ruido, se incorporó y se le unió.

      Nix abrió su libreta y escribió por un rato. Benny hizo grandes esfuerzos para no mirarla. En general tuvo éxito, pero le costó trabajo.

      —Bueno —dijo Nix algún tiempo más tarde—, ya casi se acaba el verano, y si no consigues un trabajo para cuando empiece la escuela, van a cortar…

      —Mis raciones —ladró él—. Ya sé, ya sé. Diablos.

      Nix se quedó callada. Morgie fingió patearle el pie, pero ella le devolvió la patada con fuerza y empezaron a discutir a gritos. Benny, enojado con ellos y con todo, se levantó y se marchó, con las manos en los bolsillos y los hombros encorvados bajo el calor de agosto.

      4

      Septiembre estaba a diez días de distancia, y Benny aún no encontraba trabajo. No era lo bastante bueno con un rifle para ser cuidador de cerca; no era lo bastante mayor para unirse a la guardia del pueblo; no era lo bastante paciente para ser granjero; y no era lo bastante fuerte para trabajar como golpeador o cortador… Y tampoco era tan atractivo para él aplastar cabezas de zombi con un mazo o cortarlos para lanzarlos a la cantera, a pesar de su odio tan fuerte hacia los monstruos. Sí, era matar, pero también parecía trabajo duro, y Benny no estaba muy interesado en algo que fuera descrito como “trabajo físico exigente”. ¿Se suponía que con eso atraían solicitantes?

      Así que, después de reflexionar toda una semana, durante la que Chong lo aleccionó interminablemente sobre separarse de las ideas preconcebidas y darse el permiso de convertirse en parte del proceso cocreativo del Universo (o algo parecido), Benny fue y le pidió a Tom que lo aceptara como aprendiz.

      Primero, Tom lo estudió con los ojos entrecerrados, desconfiado.

      Luego sus ojos se abrieron, consternados, al darse cuenta de que Benny no estaba bromeando.

      Cuando la realidad se abrió paso, Tom parecía sollozante. Trató de abrazar a Benny, pero eso no iba a suceder en esta vida, así que se dieron la mano.

      Benny dejó a un Tom sonriente y subió las escaleras para tomar una siesta antes de la cena. Se sentó y miró por la ventana, como si pudiera ver el día siguiente y el siguiente y el siguiente de ése y el siguiente. Sólo él y Tom.

      —Esto realmente va a apestar —dijo.

      5

      Esa noche, Tom y Benny se sentaron en las escaleras y miraron el sol ponerse sobre las montañas. Benny estaba deprimido. Miró el atardecer como si fuera una ventana hacia el futuro, y todo lo que vio fue convivencia forzada con Tom y los problemas que vendrían con ella. No lo entendía. Sabía que Tom había huido y, sin embargo, ahora se ganaba la vida matando zoms. Tom no hablaba de eso en casa. Nunca presumía sus exterminios, no pasaba tiempo con otros mercenarios, nada hacía para demostrar cuán duro era.

      Por un lado, se suponía que los zoms no eran difíciles de matar de uno en uno: no si los enfrentaba una persona lista y bien armada. Por otro lado, no había espacio para cometer errores con ellos. Siempre estaban hambrientos, siempre eran peligrosos. Sin importar cómo tratara de resolverlo mentalmente, Benny no podía ver a Tom como la clase de persona que pudiera cazar muertos vivientes. Era como una gallina acechando zorros.

      Durante el último par de años, Benny casi se había atrevido a preguntar a Tom acerca de esto en algunas ocasiones, pero cada vez había abandonado la idea. Tal vez las respuestas hubieran mostrado más de la debilidad de Tom. Tal vez Tom mentía y en realidad se dedicaba a otra cosa. Benny había imaginado muchas explicaciones extrañas e improbables para tratar de concebir como un matazombis al cobarde de Tom. Ninguna se sostenía. Ahora, ante la realidad de la mañana siguiente era tan clara y real como el sol de poniente, Benny finalmente hizo la pregunta:

      —¿Por qué haces esto?

      Tom lo miró brevemente, pero siguió sorbiendo su café y tardó en contestar:

      —Dime, niño, ¿qué es lo que crees que hago?

      —¡Dah! Tú matas zoms.

      —¿De verdad?

      —Es lo que dices —continuó Benny, y agregó a regañadientes—: Es lo que todo el mundo dice. Tom Imura, el gran matazombis.

      Tom asintió, como si Benny hubiera dicho algo interesante.

      —Entonces, hasta donde tú lo ves, ¿eso es todo lo que hago? Me paro delante de cualquier zombi y ¡pum!

      —Pues… sí.

      —Pues… no —Tom sacudió la cabeza—. ¿Cómo puedes vivir en esta casa y no saber lo que hago, de qué se trata mi trabajo?

      —¿Qué importa? Toda la gente que conozco tiene un hermano, hermana, padre, madre o abuela decrépita que ha matado zoms. ¿Qué más da? —quería decir que él pensaba que Tom probablemente usaba СКАЧАТЬ