Ruina y putrefacción. Jonathan Maberry
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Название: Ruina y putrefacción

Автор: Jonathan Maberry

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Ruina y putrefacción

isbn: 9786075572116

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СКАЧАТЬ y máquinas complejas ya no se permitían en el pueblo, debido a un fuerte movimiento religioso que asociaba esa clase de energía con la “conducta impía” que había traído “el fin”. Benny oía ese argumento todo el tiempo, e incluso los padres de algunos de sus amigos los creían.

      No tenía sentido para Benny. No eran las luces eléctricas ni las computadoras y automóviles los que habían hecho levantarse a los muertos. O, de serlo, Benny nunca había escuchado a nadie hacer una conexión lógica entre ambas cosas. Cuando le preguntó a Tom al respecto, su hermano pareció dolido y frustrado.

      —La gente necesita algo a qué culpar —dijo—. Si no pueden encontrar respuestas racionales, con mucho gusto se entregarán a las fáciles. Cuando la gente no sabía de virus y bacterias, inculpaban a brujas y vampiros de las epidemias. Aunque no tengo idea de cómo llegó la gente del pueblo a ligar la existencia de electricidad y otras formas de energía con los muertos vivientes.

      —Eso no tiene ni el más mínimo sentido.

      —Ya sé. Pero creo que la verdadera razón es que si empezáramos a usar electricidad otra vez y a reconstruir la civilización que teníamos, entonces tendríamos exactamente la misma sociedad que existía antes. Y el ciclo tarde o temprano se repetiría. Creo que según su manera de pensar, si es que piensan siquiera, conscientemente, en eso, sería como si una persona con el corazón roto decidiera volverse a enamorar. Todo lo que pueden recordar es qué tan mal se sintieron y no pueden imaginarse pasar por eso de nuevo.

      —Eso es estúpido —insistió Benny—. Y cobarde.

      —Bienvenido al mundo real, niño.

      El único electricista profesional del pueblo, Vic Santorini, tenía mucho tiempo de dedicarse únicamente a beber.

      Cuando Benny y Chong se presentaron a la entrevista en la casa del tipo que era dueño del taller de reparaciones, él los hizo sentarse a la sombra de un porche alto y les dio vasos de té helado y galletas de menta. Benny estaba pensando que tomaría ese trabajo sin importar qué fuera.

      —¿Saben por qué usamos solamente generadores manuales en el pueblo, chicos? —preguntó el hombre. Su nombre era señor Merkle.

      —Claro —dijo Chong—. El ejército arrojó bombas nucleares a los zoms, y la radiación electromagnética que derivó arruinó todos los aparatos electrónicos.

      —Y además el señor Santorini siempre está borracho —dijo Benny. Iba a decir algo sarcástico acerca de la extraña intolerancia religiosa a la electricidad cuando en el rostro del señor Merkle se dibujó una sonrisa circunspecta. Benny cerró la boca.

      El señor Merkle les sonrió durante largo tiempo. Un minuto entero. Luego sacudió la cabeza.

      —No, eso no es exactamente así, muchachos —dijo Merkle—. Es porque estas máquinas son simples, y las otras máquinas son ostentosas —pronunciaba cada sílaba como si fuera una palabra distinta.

      Benny y Chong se miraron de reojo.

      —Miren, muchachos —dijo el señor Merkle—, Dios ama la simplicidad. Es el Diablo el que ama la ostentación. Es el Diablo el que ama lo arrogante y lo pretencioso.

      Oh, oh, pensó Benny.

      —El señor Santorini pasó la primera parte de su vida instalando aparatos eléctricos en las casas de la gente —dijo el señor Merkle—. Ésa era la obra del diablo, y ahora él busca el olvido del demonio del ron para tratar de eludir el hecho de que le tocará un largo tiempo en el Infierno por incurrir en la ira del Todopoderoso. Si no fuera por hombres sin Dios como él, el Todopoderoso no hubiera abierto las puertas del Infierno y mandado a las legiones de los condenados a conquistar los reinos egoístas del hombre.

      Por el rabillo del ojo, Benny pudo ver que los dedos de Chong se ponían blancos como hueso mientras se aferraba a los brazos de su silla.

      —Puedo ver algo de duda en sus ojos, muchachos, y es justo —dijo Merkle, con la boca torcida en una sonrisa tan apretada que se veía dolorosa—. Pero hay muchas personas que han abrazado el camino de la virtud. Hay más de los que creemos que de los que no —aspiró por la nariz—. Incluso si no tienen aún el valor para abrazar su fe.

      Se inclinó hacia delante, y Benny casi pudo sentir el calor de la mirada intensa de aquel hombre.

      —La escuela, el hospital, incluso el ayuntamiento, obtienen electricidad proveniente de generadores manuales, y mientras haya gente razonable respirando bajo el cielo de Dios, no habrá maquinaria ostentosa en nuestro pueblo.

      Había una jarra completa de té helado en la mesa, así como una pila bastante alta de galletas, y Benny entendió que el señor Merkle tenía probablemente mucho que decir sobre el asunto y quería tener cómodo a su público durante todo su discurso. Benny lo soportó tanto como pudo y entonces preguntó si podía usar el baño. El señor Merkle, que para entonces había pasado de la simple electricidad a la blasfemia destructora del alma que era la energía hidroeléctrica, apenas se inmutó, y le dijo a Benny a dónde ir dentro de la casa. Benny pasó al interior y cruzó la casa entera para salir por la puerta de atrás. Saludó a Chong con la mano mientras saltaba la cerca de madera.

      Dos horas después, Chong alcanzó a Benny afuera de Lafferty’s, la tienda local. Le dedicó a Benny una mirada maligna.

      —Qué buen amigo eres, Benny. Realmente te extrañaré cuando mueras.

      —Oye, te di una salida. Cuando no regresé, ¿por qué fuiste a buscarme?

      —No. Él te vio saltar la cerca, pero siguió con su sonrisa y dijo: “¿Sí sabes que tu amigo va a arder en el Infierno? Pero tú no escupirías en el ojo de Dios de esa forma, ¿verdad?”.

      —¿Y te quedaste?

      —¿Qué podía hacer? Tenía miedo de que me señalara, dijera “¡Satán!” y me cayeran rayos o algo así.

      —¿Tachamos ese empleo de la lista?

      —¿Tú qué crees?

      Vigilante fue el siguiente trabajo, y resultó ser una buena elección, pero sólo para uno de ellos. La vista de Benny era demasiado precaria para detectar zoms a mucha distancia. Chong era como un águila, y le ofrecieron el trabajo en cuanto acabó de leer los números más pequeños de un cartel. Benny ni siquiera pudo ver que eran números.

      Chong tomó el trabajo y Benny se alejó solo, mirando con desánimo a su amigo, sentado junto a su entrenador en una torre alta.

      Después, Chong le dijo a Benny que le encantaba el trabajo. Estaba sentado todo el día, mirando los valles, hacia Ruina y Putrefacción que se estrechaba desde California hasta el Atlántico. Chong le dijo que en un día claro podía ver hasta a una distancia de treinta kilómetros, en especial si no había vientos que soplaran desde la cantera. Sólo él, allá arriba, a solas con sus pensamientos. Benny extrañaba a su amigo, pero en privado pensaba que el trabajo parecía más aburrido de lo que las palabras podían expresar.

      A Benny le gustó cómo sonaba la palabra embotellador, porque creyó que era un trabajo de obrero, llenando botellas de gaseosa. A Benny le encantaba, pero a veces era difícil conseguirla. Algunas viejas, que traían los comerciantes, eran muy costosas. Una botella de Dr Pepper costaba diez dólares. Los productos locales venían en toda clase de recipientes reciclados, desde frascos de mermelada hasta botellas СКАЧАТЬ