Las disciplinas de un hombre piadoso. Kent Hughes
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Название: Las disciplinas de un hombre piadoso

Автор: Kent Hughes

Издательство: Bookwire

Жанр: Религия: прочее

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isbn: 9781646911127

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СКАЧАТЬ VIVAMENTE el día que nació nuestro primer hijo — el 10 de agosto de 1963 -una noche sumamente calurosa del sur de California. Hacía tanto calor que había llevado a mi barrigona mujercita a la playa —a Huntington Beach, para ser precisoa tomar un poco de fresco. Allí hice un hueco en la arena para que colocara su barriga, y nos estiramos bajo el sol mientras la fresca brisa del Pacífico nos refrescaba, y sin darnos cuenta comenzamos a broncearnos.

      Ya era la media tarde cuando partimos de regreso al calor y a la contaminación de Los Ángeles. Mientras viajábamos, quitamos el techo corredizo de nuestro Volkswagen y tontamente nos achicharramos un poco más. Muy pronto parecíamos unas langostas rojas.

      Después de cenar, mientras estábamos acostados con la piel ardiendo sobre las calurosas sábanas de nuestra cama, le comenzaron a mi esposa los dolores de parto, y eso es casi todo lo que recordamos de nuestras quemaduras. Mi esposa estaba ocupada con otra clase de dolor y yo estaba tan nervioso que me olvidé del mío. Esa noche se produjo uno de los acontecimientos más importantes de nuestra vida: Dios nos dio nuestra primogénita, una hermosa niña a quien le dimos el nombre de Holly. Lo recuerdo todo, hasta el color de las paredes del hospital. Parece que apenas ocurrió ayer.

      Hay otro acontecimiento que conservo en mi mente con parecida intensidad. El 23 de julio de 1986, veintitrés años más tarde, en otro hospital del lejano estado de Illinois, mi bebé Holly dio a luz a su primogénito, un hermoso chiquillo, Brian Emory, y su padre lo sostuvo en sus brazos con idéntica emoción.

      Ambas experiencias fueron profundamente sobrenaturales, pues vi la creación de Dios: sangre, tierra, aire, viento y fuego. Aunque sólo fue una brevísima fracción en la inmensidad del tiempo, sentí una profunda identificación con el pasado y con el presente. También sentí la gracia divina, el torrente de la bondad de Dios derramándose sobre mí y sobre mi familia.

      Hoy, ya abuelo de seis nietos (con la posibilidad de que vengan más), veo cada vez con mayor claridad que mi mayor tesoro, después de mi vida en Cristo, son los miembros de mi familia, y comparto la reacción universal de que si se produjera un incendio, sólo después de poner a salvo a mi familia trataría de salvar las fotografías, los álbumes de recortes, y las tarjetas y notas de cumpleaños.

      Algún día, cuando todo se haya ido y ya no pueda ver, oír o hablar - en realidad, cuando ya no sea capaz de recordar sus nombres - los rostros de mis seres queridos estarán en mi alma.

      Ahora que me encuentro en la mitad de mi vida, hallo cada vez mayor satisfacción en mi familia y en las familias de mis hijos. Todos mis hijos son cristianos consagrados y quieren que el Señor Jesucristo utilice sus vidas. Digo esto con toda humildad, porque a los padres generalmente se les culpa demasiado por los problemas de los hijos, y se les reconoce excesivamente cuando les salen buenos. Estoy consciente de que mis hijos son lo que son por la gracia de Dios, y también de que tanto para mí como para ellos aún queda camino por recorrer.

      Con todos mis hijos mantengo una relación mutuamente satisfactoria. Son independientes de mí, pero desean mi compañía y mis consejos. Nos respetamos mutuamente. Me llaman y los llamo, y todos estamos pendientes de los días de asueto en que tenemos la oportunidad de poder estar juntos.

      Le cuento todo eso porque, aunque no he sido un padre perfecto, he aprendido algunas cosas en la vida que debo transmitirle, de hombre a hombre, a usted que está en la mitad o en el comienzo de la paternidad.

      El simple hecho de la paternidad lo ha dotado a usted de un poder aterrador en la vida de sus hijos, porque ellos sienten por usted un amor innato que Dios les ha dado. Hace poco, mientras leía el libro de Lance Morrow, The Chief, A Memoir of Fathers and Sons [El jefe, una biografía de padres e hijos] me encontré con una excelente expresión de eso:

      ¡Nuestros hijos varones nos anhelan por naturaleza! Quizás usted haya experimentado algo como esto: Acaba de dar una carrera y está sentado en el portal de su casa sudando copiosamente y oliendo muy mal. Entonces su hijo, o quizás un muchachito vecino, se sienta a su lado, se recuesta a usted y le dice: “Hueles bien.”

      Ese es el anhelo primitivo por nuestro padre.Y también el corazón de nuestros hijos se inclina por naturaleza a nuestro corazón con anhelos semejantes.

      Lo terrible es que podemos, o bendecir a nuestros hijos, o maldecirlos con heridas no correspondidas que nunca parecen sanar. Nuestra sociedad está llena de millones de hijas que buscan conmovedoramente el afecto que su padre jamás les dio, y algunas de esas hijas se encuentran ya en el ocaso de la vida. En el otro extremo están los innumerables hijos varones que no tuvieron una relación saludable de identificación sexual con su padre y ahora están utilizando lo que les queda de vida en la búsqueda de su identidad sexual mediante perversiones e inmoralidad sexual. 2

      ¡Como padre usted tiene ese poder tan grande!Y tendrá ese poder imponente hasta el día de su muerte, quiéralo o no, en su actitud hacia la autoridad, en su actitud hacia las mujeres y en cuanto a Dios y a la iglesia. ¡Qué responsabilidad tan imponente! Se trata, en realidad, de un poder de vida y muerte.

      Por esas razones vivimos en un tiempo de gran crisis social. Segmentos enteros de nuestra sociedad están huérfanos de liderazgo masculino. En el otro extremo de la balanza están los hombres fuertes que dan lo mejor de su liderazgo a su actividad profesional, pero que han fracasado en el liderazgo del hogar. ¡Nosotros somos los hombres llamados a ser diferentes! Y si el propósito de Dios no se cumple en los hijos del Señor, jamás se cumplirá.

      Hay pocos lugares donde el esfuerzo santificado pueda dar tan buenos dividendos como en la paternidad. Si usted está dispuesto a esforzarse santamente, podrá ser buen padre. Si está dispuesto a esforzarse, verá abundantes bendiciones.

      Afortunadamente, la Palabra de Dios nos proporciona un plan para el entrenamiento paternal, en una punzante oración: “Y vosotros, padres,no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4). Este plan se puede recordar más fácilmente si se pone en forma negativa y en forma afirmativa. La forma negativa es: “Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos”. La positiva es: “Sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.”

      LOS “NO” DE LA PATERNIDAD

      El “no” está perfectamente claro, porque literalmente quiere decir “no provoquéis a ira a vuestros hijos para que éstos no hiervan de ira y resentimiento”. La Biblia Latinoamericana capta muy bien la idea al decir: “Y ustedes, padres, no hagan de sus hijos unos rebeldes.” La franqueza y sencillez de este “no” nos invita a pensar con sinceridad en las formas como llevamos a nuestros hijos a la exasperación.

      Las críticas

      En primer lugar están las críticas. Cada año, cuando en nuestra СКАЧАТЬ