Las disciplinas de un hombre piadoso. Kent Hughes
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Название: Las disciplinas de un hombre piadoso

Автор: Kent Hughes

Издательство: Bookwire

Жанр: Религия: прочее

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isbn: 9781646911127

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СКАЧАТЬ sarcástico y burlón, solía ir de un lado a otro del terreno rebajando la actuación de su hijo con palabras tales como “cobarde” y “mujercita”. Este hombre fue el único padre a quien en toda mi vida tuve que pedirle que se callara o que se marchara del campo. A veces pienso qué habrá sido de la vida de ese niño, ahora convertido en un hombre.

      Winston Churchill tuvo a un padre semejante en Lord Randolph Churchill. A éste no le gustaba el aspecto de Winston, ni su voz, ni tampoco soportaba tenerlo cerca. Jamás lo felicitó, sólo lo criticaba. Los biógrafos de Churchill han sacado extractos de sus cartas donde éste ruega a ambos padres atención por parte de su padre: “Mejor habría sido que me hubieran colocado como aprendiz de albañilería .. .habría sido natural .. .y habría podido conocer a mi padre . . .” 3

      Los padres que están siempre criticando a sus hijos los desmoralizan. La versión paralela de este “no” que aparece en Colosenses 3:21 indica que los hijos amargados por las quejas continuas y las burlas4 “se desalientan”, son como un caballo falto de ánimo. Uno puede verlo en la forma que camina el caballo, y también en la mirada y postura de un niño desanimado.

      Las críticas se expresan de muchas maneras, no necesariamente verbales. Algunos padres por principio jamás alaban a sus hijos: “Cuando felicito a alguien lo hago con sinceridad”; pero sucede que jamás lo hacen. Hay quienes se limitan a una felicitación vaga y vacilante, como la que recibe el muchacho que ha hecho un gol en un juego de fútbol: “Eso estuvo muy bien, hijo, pero la próxima vez trata de hacerlo mejor.”

      A menudo no son las palabras, sino el tono de la voz o la falta de atención lo que lo dice todo. ¿Por qué algunos padres son tan criticones? Quizás se deba a la forma como ellos mismos fueron tratados por sus padres. O quizás sean criticones que lo disimulan muy bien en público, pero que no pueden controlar sus críticas en medio de la presión de las relaciones familiares. Para estos padres, la Palabra de Dios es como una flecha que va directo al corazón: “No exasperen a sus hijos con sus críticas.”

      La severidad excesiva

      Algunos padres exasperan a sus hijos siendo demasiado severos y dominantes. Pero éstos necesitan recordar que criar hijos es como tener en la mano una pastilla de jabón húmeda: si se la agarra con mucha firmeza saldrá disparada de la mano, y si no se la agarra bien se deslizará y caerá. Por tanto, agarrar con suavidad, pero con firmeza, es lo que le permitirá a uno mantener el control.

      Resulta imposible calcular los estragos causados durante tantos años por la severidad excesiva dentro de la comunidad cristiana evangélica. Como pastor he tenido que enterrar a personas que vivieron prácticamente todos los setenta años de su vida despotricando contra el severo legalismo con que fueron criadas, pastillas de jabón escapadas de la mano que nadie supo cómo recoger. Otros casos no fueron tan trágicos. Lo que hicieron fue renunciar al legalismo bíblico y teológico, pero aún siguieron luchando emocionalmente con el problema por el resto de su vida.

      ¿Por qué algunos padres son tan estrictos? Algunos lo son porque tratan de proteger a sus hijos de una cultura cada vez más ordinaria, y las medidas represivas parecen ser la mejor forma de lograrlo. Otros son sencillamente personas dominantes que utilizan normas, dinero, amigos o su influencia para controlar la vida de sus hijos. Para estos padres, la Biblia leída de modo legalista y fuera de contexto se convierte en una autorización para adueñarse y dominar a sus hijos. Y hay otros que interpretan mal su fe en términos de la ley antes que de la gracia. Algunos padres son excesivamente estrictos porque les preocupa la opinión de los demás: “¿Qué pensarán los demás si mi hijo va a ese lugar ...o usa esa ropa ...o es visto escuchando esa música?” No son pocos los hijos de pastores que se volvieron rebeldes porque sus padres los reprimieron para conformarlos a las expectativas de los creyentes. ¡Qué pecado tan grande contra nuestros hijos!

      Entonces, lo que tenemos que hacer es más bien desempeñar nuestra función de padres sosteniendo firmemente a esas diminutas y desvalidas pastillas de jabón que son nuestros hijos, y a medida que crecen ir aflojando la mano inteligentemente. Como padres cuidadosos tenemos que decir “no” a muchas cosas. Por eso debemos tratar de decir “sí” lo más posible, y reservar los “no” para las situaciones verdaderamente importantes.

      Debemos ser bíblicos en cuanto a nuestros “no”, y a medida que nuestros hijos crezcan debemos estar preparados para analizar las normas según las perspectivas bíblicas. Debemos aprender a confiar en que Dios nos dirigirá en la crianza de nuestros hijos, reconociendo que ellos tendrán finalmente que aprender a tomar sus propias decisiones.

      Padres, no exasperen a sus hijos siendo demasiado estrictos. Aprendan a agarrar la vida de sus hijos con la tierna presión de la mano de Dios y a moldearlos con su amor.

      La irritabilidad

      Lo hemos visto ¡y hasta quizás hecho! El padre llega a casa después de un día de presiones, preocupado, con el semblante arrugado. Su pequeño hijo de tres años llega corriendo hasta él, pero el papá está ocupado desahogándose con su esposa y le dice: “Un momento, Jaimito.”

      El niño tira de los pantalones del padre, pero no obtiene ninguna atención. Entonces el padre explota, lo levanta y le pega duro por “mal educado”. Sólo el Señor sabe cuántos niños se desaniman por los “días difíciles” de sus padres.

      La vida es a veces como la tira cómica en la que el jefe está de mal humor con su empleado. Éste, a su vez, llega a casa y está irritable con sus hijos; entonces, uno de éstos patea al perro; el perro sale corriendo a la calle y muerde a la primera persona que ve, ¡al jefe de su amo!

      Nosotros, los padres, nunca debemos permitir que las presiones nos lleven a este triste ciclo ¡pues el costo es demasiado alto!

       Hay quienes dicen que a todos tratas bien, pero que cuando estás en casa eres peor que la hiel.

      ¡Sus hijos lo saben!

      Las inconsecuencias

      Pocas cosas exasperan tanto a un niño como las inconsecuencias de sus padres. Pobre del caballo montado por alguien que le da órdenes confusas, hundiéndole las espuelas a los lados y reteniéndolo con las riendas al mismo tiempo. Pero más pena da del niño al que un padre caprichoso le cambia las normas todo el tiempo y que está siempre irritado por los mensajes contradictorios que recibe.

      Usted puede perdonarse a sí mismo diciendo: “¡Estoy demasiado ocupado... No soy una persona organizada ... Es que reacciono sin pensar!” Pero sus hijos no se lo perdonarán.

      Sea consecuente: ¡Jamás haga a sus hijos promesas que no piensa cumplir! ¿Recuerda algo que nunca cumplió? ¿Aquel paseo a caballo? ¿Ir a la heladería o al estadio de béisbol? Usted puede haberlo olvidado, pero tiene a un niñito que lo seguirá recordando aun después de transcurridos ochenta años.

      El favoritismo

      Uno de los pecados más irritantes y condenables que puede cometer un padre contra sus hijos es el favoritismo.Y digo esto a pesar de ser el último en recomendar un trato indiscriminado para todos los hijos. Hay hijos que necesitan más disciplina, y otros que necesitan más independencia. Algunos necesitan más que otros que se les diga lo que tienen que hacer. Algunos necesitan de más demostraciones de afecto que otros. Pero ningún hijo debe ser tratado mejor que otro.

      El favoritismo fue el odioso pecado de Isaac, quien prefirió a Esaú por sobre Jacob. Irónicamente, el favoritismo fue también el abominable pecado de Jacob, quien prefirió a José por sobre sus demás hijos. ¡De tales padres que muestran favoritismo, tales hijos despreciados! ¡Qué humillante para un hijo saberse menos preferido, menos amado!

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