565 Juegos y tareas de iniciación deportiva adaptada a las personas con discapacidad. Mercedes Ríos Hernández
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       UNA ESCUELA PARA TODOS: LA ESCUELA INCLUSIVA

      En este capítulo se presenta el análisis conceptual del término «inclusión» y a continuación se plantea cuál debe ser la respuesta escolar global ante el reto que supone. Posteriormente, una vez ofrecida la visión de lo que tiene que caracterizar la escuela inclusiva, se analizan las estrategias facilitadoras de dicha inclusión en el área de educación física.

       ANTECEDENTES

       «A modo de síntesis, podríamos decir que el término inclusión aparece, en un principio, como una alternativa al de integración, como un intento de paliar las situaciones de desintegración y exclusión en las que estaban muchos alumnos en los centros bajo la bandera de la integración. En segundo lugar, como un intento de reconstruir el enfoque deficitario individualista y médico dominante (...). Y, en tercer lugar, como una reivindicación de que todos los alumnos con y sin necesidades educativas especiales reciban una educación de calidad en las aulas regulares.» (Arnaiz, 2003, p. 159)

      El inicio del movimiento de la escuela inclusiva puede situarse entre mediados de los años ochenta y principios de los noventa del siglo XX. Como precursor, destacamos el movimiento que surge en Estados Unidos, conocido como Regular Education Initiative (REI), que tiene como objetivo la inclusión del alumnado con discapacidad en las aulas ordinarias, proponiendo un único sistema educativo que no diferencie entre la enseñanza ordinaria y la especial.

      Desde finales de los años ochenta, cabe destacar los trabajos de UNICEF y UNESCO, que convocaron eventos clave respecto a la vulneración del derecho a la educación, para la consolidación del movimiento de la escuela inclusiva: la Convención de los Derechos del Niño (Nueva York, 1989); la Conferencia Mundial de Educación para Todos (Jomtien, Tailandia, 1990); la Conferencia Mundial sobre Necesidades Educativas Especiales: Acceso y Calidad (Salamanca, 1994) y el Foro Consultivo Internacional para la Educación para Todos (Dakar, Senegal, 2000). En estas conferencias se aboga por una educación de calidad para todo el alumnado en la escuela ordinaria, presente o no dificultades de aprendizaje, y se tiene en cuenta la diversidad cultural, social, étnica o de cualquier otro tipo. De todos estos foros, destacamos especialmente el celebrado en Salamanca (1994), que sienta las bases de la educación inclusiva, con unos planteamientos que no tienen su epicentro en el alumnado con discapacidad sino que:

      • Todos los niños tienen el derecho fundamental a la educación y deben tener la oportunidad de alcanzar y mantener un nivel aceptable de conocimientos.

      • Todos los niños tienen características, intereses, habilidades y necesidades de aprendizaje únicos.

      • Los sistemas educativos deben ser diseñados y los programas aplicados para que recojan todas las diferentes características y necesidades.

      • Las personas con necesidades educativas especiales deben tener acceso a un sistema pedagógico centrado en ellas, capaz de satisfacer estas necesidades.

      • Las escuelas ordinarias con esta orientación integradora representan el medio más eficaz para combatir las actitudes discriminatorias, mediante la creación de comunidades de acogida, la construcción de una sociedad integradora y el logro de una educación para todos. Además, proporcionan una educación eficaz a la mayoría de los niños y mejoran la eficiencia y, en definitiva, la relación coste-eficacia del sistema educativo.

      Antes de pasar a analizar conceptualmente la inclusión, intentaremos resumir los ejes en que se vertebra dicho movimiento (Dyson, 1998, citado por Arnaiz, 2003):

      • El cuestionamiento del modelo segregador de la educación especial tradicional y de la integración como perpetuadora de la desigualdad.

      • La concepción de la educación sujeta a la Declaración Universal de los Derechos Humanos (ONU, 1948).

      • El compromiso con la práctica, expresado en la voluntad de definir cómo son los centros y las aulas inclusivas.

      Tal y como señala Parrilla (2002), la inclusión supone un enriquecimiento conceptual e ideológico para los planteamientos de la escuela integradora que no debe circunscribirse al ámbito educativo, sino que puede y debe tener su reflejo en todos los ámbitos de la vida social, fomentando una nueva forma de concebir la participación en sociedad.

       ANÁLISIS CONCEPTUAL DE LA INCLUSIÓN

       «[...] se ha producido un abandono de la idea de “integración” en beneficio de “inclusión” [...] “integración” suele utilizarse para aludir a un proceso de asimilación, en el que se apoya cada niño para que pueda participar en el programa vigente (y prácticamente sin cambios) de la escuela, mientras que la palabra “inclusión” indica un proceso de transformación en el que las escuelas se desarrollan en respuesta a la diversidad de los alumnos que asisten a ellas.» (Ainscow, 2001, p. 202)

      La escuela inclusiva es un modo de concebir la educación y la función social del centro escolar, desde un planteamiento comunitario, que lleva implícito su transformación y la de su contexto para adecuar y mejorar la respuesta educativa a la diversidad, reconociéndola y no asimilándola, de forma que todo el alumnado tiene el mismo derecho a acceder a un currículo culturalmente valorado, compartido con los compañeros de la misma edad, oponiéndose a cualquier forma de segregación. De este modo, una escuela para todos y para todas es una escuela donde todos y todas tienen cabida indistintamente de sus características, dificultades y ritmos en su proceso de aprendizaje, partiendo de la premisa de que cualquier alumno es educable en un entorno ordinario, no respondiendo sólo a las necesidades educativas de algunos alumnos, sino a las de todos, sin discriminación de ningún tipo. Nos estamos refiriendo a la escuela inclusiva asociada a una educación de calidad sin excepciones, y a una filosofía que contempla la escuela como motor de cambio social y de actitudes, basada en la igualdad y la democracia, en la que la diversidad es un valor en alza que cohesiona al grupo y ofrece mayores posibilidades de aprendizaje (Ballard, 1997; Barton; Booth, 1998; Stainback, Stainback y Jackson, 1999; Ainscow, 2001; Parrilla, 2002; Arnaiz, 2003; Puigdellívol, 2004).

      Pearpoint y Forest (1999) señalan que «La inclusión es más que un método, una filosofía o un programa de investigación. Es una forma de vivir. Tiene que ver con el “vivir juntos”, con la “acogida al extraño” y con volver a ser todos uno.

      »Creemos simplemente que la inclusión es una forma mejor de vivir. Es lo opuesto a la segregación y el apartheid. La “inclusión” determina dónde vivimos, recibimos educación, trabajamos y jugamos. Tiene que ver con el cambio de nuestros corazones y valores.

      »El hecho de que integremos a todos no es una cuestión de ciencia o investigación. La inclusión es un juicio de valor. Nuestros valores son claros. Los educadores tenemos que reclamar y luchar por un sistema público de educación que proporcione una educación de calidad y la igualdad para todos. Tenemos que aceptar este reto. Ya no podemos “suavizar” la cuestión» (p. 15).

      York (1994) subraya la importancia de la comunidad: «La asistencia de estudiantes a los mismos colegios que los hermanos y los vecinos, la pertenencia a aulas de educación general con compañeros de una edad apropiada, la existencia de unos objetivos de aprendizaje individualizados y relevantes, y del apoyo necesario para aprender» (p. 151).

      Booth (1998) y Ainscow СКАЧАТЬ