El proyecto Centauro: La nueva frontera educativa. José Antonio Marina Torres
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СКАЧАТЬ enseguida», dicen las madres.

      5. un catálogo de temperamentos

      Los humanos hemos tenido siempre la pasión clasificatoria. Distribuimos las cosas en categorías, para ordenar la infinita pluralidad de los fenómenos. La ciencia de la evolución de las culturas nos presenta la curiosa historia de los temperamentos. Griegos y romanos creyeron que la salud y el temperamento estaban relacionados con cuatro humores que regularían el organismo: bilis negra, bilis amarilla, flema y sangre. Hipócrates, Teofrasto y otros autores elaboraron una relación entre esos humores y el temperamento psicológico. Los individuos con mucha sangre eran sociales; los que tenían mucha flema, calmados; los que tenían mucha bilis amarilla, coléricos; y los que tenían mucha bilis negra, melancólicos. Esta palabra hizo fortuna. En un texto falsamente atribuido a Aristóteles, se decía que todos los genios eran melancólicos, padecían un tipo de locura. La idea atravesó el Renacimiento y llegó al Romanticismo, protagonizando una de esas historias genealógicas que hacen tan fascinante la ciencia de la evolución de las culturas.

      La investigación moderna ha identificado diferentes rasgos temperamentales. Por ejemplo, Thomas y Chess —que tipifican a los niños como «fáciles», «difíciles» y «lentos»— señalan los siguientes: nivel de actividad, ritmo (regularidad), acercamiento y retraimiento, adaptabilidad, umbral de respuesta, intensidad de la reacción, humor, tendencia a la distracción, atención y persistencia. Jerome Kagan se ha centrado en la reactividad o no reactividad a los estímulos. Ha comprobado que hay niños que nacen con una amígdala hiperexcitable, lo que provoca movimientos de huida, angustia y rechazo en muchas ocasiones. Davidson considera que la predominancia del hemisferio izquierdo o derecho propende a los sentimientos agradables o a los desagradables, respectivamente. Eysenck estudió el fundamento biológico de los rasgos de introversión y extroversión, y de neuroticismo. El temperamento está muy cerca de la biología y todo el empeño de las culturas está en irnos separando de la biología mediante la educación.

      Es importante tener en cuenta el temperamento porque el niño no es un receptor pasivo de la educación, sino que influye e incluso configura su entorno. Como dice Rutter, el temperamento del niño —yo diría la matriz personal o la personalidad heredada del niño— afecta al conjunto de sus experiencias. Un niño muy sociable buscará situaciones sociales y un niño retraído, la soledad. Cada uno de nosotros selecciona y moldea su ambiente lo que puede acabar reforzando los rasgos temperamentales. El introvertido buscará la soledad y la tranquilidad, mientras que el extrovertido necesita la agitación y las emociones. Conforme ha avanzado la biología evolutiva se ha dado más importancia a los cambios epigenéticos y al papel que el ambiente o la educación tiene en la expresión génica. La matriz personal funciona como fuente de posibilidades y preferencias, más que como un determinante rígido. Esto significa que unos comportamientos resultan más fáciles que otros y que, con frecuencia, el niño —y el adulto— elige aquel que va más de acuerdo con su temperamento. Por ejemplo, los niños tranquilos prefieren la lectura a los juegos violentos.

      Voy a referirme a una tipología hecha por psicólogos holandeses y franceses, muy sencilla, que, aunque no ha sido directamente corroborada, creo que integra el resultado de muchas investigaciones independientes. Fue elaborada entre 1906 y 1918 por dos psicólogos holandeses —Gerardus Heymans y Enno Dirk Wiersma—, y retomada más tarde por los filósofos franceses René Le Senne y Gaston Berger. Toman como factores tres rasgos: emotividad/ no emotividad, actividad/pasividad, primario/secundario. En modelos posteriores se han añadido más componentes, pero no han conseguido mejorar las descripciones. La «emotividad» se relaciona con la respuesta emocional del niño ante un estímulo. Incluye su irritabilidad, su bajo umbral de reactividad, la intensidad con que le afectan las cosas. La «actividad» se relaciona con su inhibición o desenvoltura, con la exploración o la retirada. «Primario y secundario» con el carácter efímero o duradero de la huella emocional. Hay niños que tardar mucho tiempo en consolarse, por ejemplo, o en calmarse. Las variaciones a las que dan lugar y que tienen muy fácil reconocimiento son las siguientes:

      • Temperamento nervioso (emotivo, inactivo, primario).

      • Temperamento apasionado (emotivo, activo, secundario).

      • Temperamento colérico (emotivo, activo, primario).

      • Temperamento sentimental (emotivo, inactivo, secundario).

      • Temperamento sanguíneo (no emotivo, activo, primario).

      • Temperamento flemático (no emotivo, activo, secundario).

      • Temperamento amorfo (no emotivo, inactivo, primario).

      • Temperamento apático (no emotivo, inactivo, secundario).

      6. heredado o inmutable

      En los primeros días de la genética se pensaba que cada gen codificaba la información correspondiente a un único rasgo: el color, la forma o el tamaño. Hay, en efecto, rasgos mendelianos que se transmiten así. Pero hay otros rasgos complejos, cuya herencia no se ajusta a las leyes de Mendel. No hay un gen de la inteligencia, ni un gen de la agresividad. En la inmensa mayoría de casos, en la determinación de los rasgos intervienen muchos genes. Incluso algo tan sencillo como el color de una flor es producto de varias causas genéticas. Uso genes codifican enzimas que transforman precursores incoloros —aminoácidos, azúcares— en varios pigmentos cromáticos. Esas rutas de biosíntesis pueden incluir más de una docena de pasos, cada uno guiado por una enzima diferente. Otros genes codifican proteínas que regulan la síntesis y la actividad enzimática: se trata de reguladores que afectan al momento y lugar donde se producen los pigmentos. Otras proteínas controlan la estabilidad y la localización celular de los pigmentos. Los genes que codifican estas proteínas reguladoras están a su vez, regulados por otras proteínas, los factores de transcripción, cada uno de ellos codificado por un gen particular. Y un conjunto de genes controla la producción de factores de transcripción. Esta enrevesada interacción constituye el procesamiento más frecuente de transmisión hereditaria. Un gen actúa de una manera o de otra según el contexto genético y, en parte también, según el contexto ambiental.

      Quienes se gastaron mucho dinero para clonar a su adorado gato se llevaron una sorpresa. El clon era exacto genéticamente, pero no se parecía a su antecesor. El asunto se debe a que la coloración del pelo de los gatos (no el de otros animales) es un resultado epigenético. Cambia según las condiciones del embarazo de la madre. Resumiré la cuestión con una frase de Richard Dawkins: el hecho de que un gen se manifieste puede depender en gran medida de cómo se nos cría, de qué alimentación o educación recibimos y de otros genes que poseemos.

      Los estudios longitudinales han aportado muchos datos sobre la estabilidad de los rasgos temperamentales, pero también afirman que pueden modificarse mediante la educación. Como señala Plomin, debemos evitar la asociación entre «genético» y «permanente». Las características estables no son necesariamente heredadas, ni los caracteres genéticamente influidos son necesariamente inmutables (R. Plomin, Development, genetics and psychology, Erlbaum, London, 1986, p. 4).

      resumen del capítulo III

      Tratando de elaborar una psicología emergente en la que fundar un diseño educativo para nuestra situación, hemos estudiado la conducta como fenómeno esencial. La función principal de la inteligencia es dirigir la acción. Tomar buenas decisiones y realizarlas. En el acto libre hay una brecha entre los antecedentes de la acción (motivación y deliberación) y la decisión. El puente que las une es lo que denominamos voluntad, que no es una facultad innata, sino varias destrezas aprendidas. La acción libre deriva de la personalidad, tema que ha de tratar la psicología emergente. Distingue la personalidad heredada, la personalidad aprendida y la personalidad elegida. La educación se encarga de formar la personalidad aprendida, el carácter. El argumento continúa.

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