El proyecto Centauro: La nueva frontera educativa. José Antonio Marina Torres
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СКАЧАТЬ travesía el alacrán le clavó su mortal aguijón. Agonizando, la rana preguntó: «¿Por qué lo has hecho?». Y el alacrán, a punto de morir ahogado, contestó: «Es mi temperamento. No puedo evitarlo».

      3 Personalidad elegida: es el estilo de responder que elijo a partir de las posibilidades que me ofrecen los otros dos niveles. El modo como una persona concreta se enfrenta o acepta su carácter y juega sus cartas. Incluye el proyecto vital y el modo de desarrollarlo. Mediante él intentamos con frecuencia modificar o al menos controlar los impulsos de nuestro carácter.

      6. la clave está en…

      He presentado un sucinto esquema de la acción voluntaria y de su relación con la personalidad. Pero nos falta introducirla en la perspectiva evolucionista que estamos defendiendo. La ciencia de evolución de las culturas nos dice que el sapiens ha buscado alcanzar el mayor control posible sobre su propia vida. Este dinamismo está incluido en un programa innato que podemos denominar «instinto de la felicidad». No debemos dejarnos engañar por la aparente claridad. La búsqueda de la felicidad es solo un modo de explicar que los humanos hacen unas cosas y evitan otras. Ocurre lo mismo con el «instinto de supervivencia». No se trata de que se tenga presente la muerte como una amenaza —es muy poco probable que los animales sepan que van a morir—, sino que se evitan ciertas experiencias, como el dolor, y siguen ciertas emociones, como el miedo. Desde fuera, metemos todos esos comportamientos en un paquete, y lo denominamos «instinto de supervivencia», cuando solo es un mecanismo para evitar estímulos aversivos. Los animales buscan evitar el dolor, nutrirse, reproducirse. Los humanos hemos inventado muchos fines que queremos alcanzar, y para designar ese continuo movimiento hacia lo deseado, esa necesidad de actuar para conseguir un fin, hemos inventado una palabra abstracta y vacía —felicidad—, y dedicamos toda nuestra vida a intentar darla un contenido. Jugamos, nos relacionamos, trabajamos, buscamos pareja, tenemos hijos, vamos al médico, bebemos, viajamos, asistimos a conciertos, practicamos religiones, tomamos bombones, porque aparecen como medios o como fulguraciones de la felicidad a la que aspiramos.

      Como ocurre con todos los conceptos abstractos, ninguna de esas experiencias concretas agota todo su significado. No hay una mesa que agote todo el significado de mesa. Sera cuadrada o redonda, de madera o de piedra, con tres, cuatro o más patas. Lo mismo ocurre con la palabra abstracta «felicidad». Lo que llamamos cultura —los modos de nutrirnos, organizarnos socialmente, crear, producir, divertirnos, etc.— es el resultado plural, heterogéneo, disparatado a veces, de nuestra búsqueda de la felicidad; de la misma manera que los mitos, las supersticiones, las religiones, las teorías científicas son todas ellas manifestaciones de nuestra profunda necesidad de explicar lo que vemos. La ciencia de la evolución de las culturas cuenta la historia de esa búsqueda, llena de triunfos y fracasos. Basándose en ella, la psicología emergente aprovechará sus conclusiones en los capítulos que dedicaremos a la felicidad. No somos inteligencias puras añorando un cielo platónico, sino seres corpóreos frágiles, movidos por deseos y furias, por miedos y esperanzas, automóviles con frenos defectuosos, que intentamos dirigir una carrera que no hemos elegido, a fuerza de habilidad y topetazos, para lo cual inventamos parachoques, sistemas mejores de frenado, mapas de carreta, códigos de circulación, GPS, policía de tráfico y seguros de vida. En fin, la cultura.

      resumen del capítulo II

      La situación actual exige recuperar la educación de la personalidad, del sujeto humano, como gran objetivo educativo. Para hacerlo, propongo elaborar una psicología emergente desde la educación. La educación es la fuerza evolutiva que ha hecho aparecer nuestra especie, y solo desde ella podemos comprendernos. Somos biología y cultura. ¿Por dónde empezamos? Por la acción.

      El sujeto se manifiesta y desarrolla mediante la acción. Somos organismos activos. La función principal de la inteligencia es dirigir el comportamiento. Ese es por lo tanto el fin de la educación. Necesitamos estudiar la acción. La decisión es el acto esencial. La inteligencia se demuestra en las buenas decisiones. La acción emerge de unos antecedentes: la motivación y la deliberación, pero la acción libre se caracteriza porque ninguno de ellos desencadenada automáticamente la acción. Hay una brecha entre ambas. Hemos de construir un puente que las una. Lo denominamos voluntad, pero advirtiendo que se trata de un concepto nuevo. La vieja voluntad era una facultad innata. La moderna voluntad son varias competencias aprendidas. La acción intencionada y libre depende de la personalidad del sujeto. La psicología emergente nos proporciona una teoría de la personalidad que nos indica cómo educarla. Señala la existencia de una personalidad heredada, de una personalidad aprendida y de una personalidad elegida. El objetivo de la educación es ayudar a la edificación de la personalidad aprendida, que desde los tiempos griegos se denomina carácter. El modelo educativo que a mi juicio deriva de la psicología emergente se centra en la formación del carácter. Falta precisar en qué consiste y cómo puede ponerse en práctica.

      III. LA PERSONALIDAD HEREDADA

      1. la matriz personal

      Al nacer, el niño no es una página en blanco. Inscrita en su cerebro tiene la «memoria de la especie», la «memoria filética». Y ese oscuro programa que le impulsa a tantear en busca de la felicidad. Por ejemplo, nace preparado para aprender a hablar, capacidad relativamente reciente, porque el lenguaje se inventó hace unos doscientos mil años. Viene también con unos lóbulos frontales muy desarrollados, fruto también de un largo proceso evolutivo, lo que le va a permitir controlar sus propias funciones mentales. También nace con peculiaridades heredadas de sus padres. Es evidente que cada niño reacciona de manera diferente. A unos niños se les ocurren unas cosas y a otros, otras. Ante la misma situación, un niño experimenta sentimientos de miedo y otros de diversión. Jugamos con un niño, parece divertido y excitado, pero de repente se echa a llorar. ¿Qué le ha ocurrido? Posiblemente la excitación, al principio agradable, haya superado el nivel de lo soportable. Decimos que esas ocurrencias proceden de su constitución, es decir, que tienen una clara base fisiológica. El bebé nace con una maquinaria neuronal y endocrina activa y peculiar, que le hace interpretar los estímulos y responder a ellos a su manera también. Sus ocurrencias dirigen su comportamiento. Llora, ríe, mira, hace gestos y ruidos, se irrita, se calma, se duerme.

      La matriz personal, la personalidad heredada, es el conjunto de posibilidades radicales —y su contrapartida, las limitaciones— con que el niño nace.

      Para explicárselo a mis alumnos más jóvenes utilizo una metáfora exagerada. El nacimiento se parece al comienzo de una partida de póquer. En ambos casos nos reparten unas cartas que no podemos elegir —cartas genéticas y sociales en un caso, los naipes en otro— y que pueden ser mejores o peores. Sin duda en mejor tener cartas buenas, pero afortunadamente ni el juego ni la vida terminan ahí. No siempre gana el jugador que ha sido más afortunado en el reparto. Suele ganar el que juega mejor. Pues bien, lo que vamos a intentar mediante la educación es que el niño juegue de la mejor manera posible con las cartas que tiene. En este momento, la ciencia nos ha dado una noticia sorprendente, que cambia el final de esa historia. Si jugamos lo suficientemente bien, tal vez podamos cambiar las cartas que nos han repartido al nacer. Eso nos dice la «epigenética», una ciencia esperanzadora.

      El niño, que nace realizando ya complicadas funciones, posee una serie de predisposiciones funcionales y preferencias afectivas que configuran un estilo de responder a la realidad y sus incitaciones. Al llamarlas predisposiciones y preferencias quiero señalar que determinan el desarrollo, pero no de una manera implacable. Abren un campo de posibilidades múltiples, sin imponer cuál de ellas se realizará.

      De los múltiples factores actuantes en la personalidad matriz, hay tres especialmente potentes: el sexo, la inteligencia general y el temperamento.

      2. un componente básico: el sexo

      El sexo origina importantes diferencias neuronales y neuroendocrinas. Durante décadas fue políticamente incorrecto hablar de diferencias de género biológicamente fundadas. Una respetada estudiosa СКАЧАТЬ