Lo que nunca fuimos. Mike Lightwood
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Lo que nunca fuimos - Mike Lightwood страница 8

Название: Lo que nunca fuimos

Автор: Mike Lightwood

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: eLit LGTBI

isbn: 9788413753041

isbn:

СКАЧАТЬ ganas que me muero.

      —Bueno, bueno, tampoco te emociones —respondí entre risas—. De momento nos vemos estas y después ya hablamos, ¿vale?

      Y así fue como empezó mi maratón de Star Wars. Cinco películas en dos tardes, y todo para poder estar preparado para cuando tuviera que hablar de la saga con Rubén. Lo bueno de verlas con Luis es que era el mayor experto en la saga que conocía, así que no le importaba responder a todas mis preguntas y dudas sobre las películas.

      Supongo que, si lo analizo en perspectiva, esa fue la primera locura que hice por amor.

      Capítulo 3

      Se estremece bajo mi peso mientras lo embisto con fuerza, temblando de placer mientras suelta unos jadeos que quedan ahogados por la almohada.

      —Joder… —gimotea Álvaro contra la almohada—. Sigue, Eric…, sigue.

      Continúo moviendo las caderas, aumentando la velocidad todavía más mientras él se estremece debajo de mí. Arquea la espalda y, entonces, una serie de gemidos prolongados señalan que ya ha terminado. Sus piernas ceden y se desploma sobre la cama, haciéndome caer con él. Aunque no me detengo todavía.

      —¿Crees que aguantas un poco más? —susurro contra su oreja, abrazando su cuerpo inmovilizado debajo del mío.

      —Sí, tranquilo —responde con la respiración entrecortada—. Tú sigue.

      Pero, en realidad, tampoco tardo mucho más. Con su cuerpo atrapado debajo de mí, aumento cada vez más la velocidad hasta que siento ese estallido de placer que, por un momento, hace que me olvide de todo. Y eso es justo lo que necesitaba esta semana.

      Me quedo inmóvil sobre Álvaro, abrazándolo con fuerza y con la cara enterrada en su pelo demasiado largo.

      —Eric… —susurra tras unos instantes—. Me estás aplastando.

      —Perdona.

      Me apresuro a quitarme de encima de él y me tumbo a su lado. Él, sin embargo, continúa sin moverse.

      —Acaríciame un poco la espalda, anda —me pide con la voz ahogada contra el colchón.

      —Qué cara tienes —respondo entre risas.

      Sin embargo, hago lo que me pide. Es una rutina que me gusta, muy diferente a la que he tenido con otros follamigos. Álvaro es especial; nunca es y nunca ha sido un polvo más para mí. Álvaro es mi amigo de verdad. Un amigo con el que suelo acostarme varias veces por semana, sí, pero un amigo, al fin y al cabo. Mi mejor amigo, en realidad.

      —¿Estás bien? —pregunta tras unos minutos de silencio, claramente preocupado—. Estás muy callado hoy.

      —Sí, sí, lo siento… Es que no dormí muy bien anoche.

      —No te preocupes. Creo que será mejor que me duche y me vaya a casa. Y tú deberías descansar, que mañana tienes cole —añade con un guiño.

      —Te recuerdo que no empiezo hasta las tres —respondo en mitad de un bostezo, y aprovecho la oportunidad para picarlo un poco—. No todos tenemos que madrugar.

      Me siento de espaldas a la pared, frotándome los ojos con los puños. Él se incorpora para mirarme durante unos segundos. A continuación, baja la mirada hasta su vientre pegajoso y después hasta las sábanas, que también lo están.

      —Te he pringado la cama… Lo siento —se disculpa con una sonrisa.

      —Ni que fuera la primera vez —respondo entre risas mientras me quito el preservativo—. Ya cambiaré las sábanas luego.

      —¿Te vienes a la ducha conmigo?

      —Sí, claro.

      Normalmente habría respondido con más entusiasmo, en parte porque me gusta que nos duchemos juntos y en parte porque eso muchas veces significa una segunda ronda. Sin embargo, hoy tengo la cabeza en otra parte. Tiro el condón a la papelera y sigo a Álvaro hasta el cuarto de baño, sumido en mis pensamientos.

      —Oye, ¿seguro que estás bien? —pregunta mientras se mete en la bañera y abre el grifo para que el agua se vaya calentando—. Es que te veo muy raro.

      Suelto un suspiro antes de contestar. Sé que se lo acabaré contando tarde o temprano, así que tampoco tiene mucho sentido seguir retrasándolo.

      —Sí, no es nada… Un encuentro inesperado, nada más.

      —¿Algún antiguo amor? —pregunta entre risas.

      Mi primer impulso es negarlo. Sin embargo, nunca le he mentido a Álvaro, desde el primer día que quedamos. Nos conocimos por Grindr, durante mi primera semana en Madrid. Él buscaba sexo y yo también. Nos gustamos enseguida y además vivíamos relativamente cerca, así que quedamos esa misma noche. A veces, las cosas eran así de simples. Sin embargo, después del sexo ocurrió algo que pocas veces me había pasado: nos quedamos hablando durante horas. Concretamente, hasta las seis de la mañana. Y, después, le dije que se quedara a dormir conmigo, a pesar de que vivía a solo veinte minutos a pie. Nos despertamos a la hora de la comida, metimos una pizza en el horno y nos pasamos toda la tarde y buena parte de la noche viendo películas malas en Netflix. Y también haciendo otras cosas, claro.

      Y, por sorprendente que pueda parecer, ese fue el inicio de algo muy bonito.

      Ni somos ni hemos sido nunca pareja, por supuesto. Ninguno de los dos siente ninguna clase de atracción romántica hacia el otro. Sin embargo, ese encuentro fortuito a través de Grindr fue el inicio de mi primera amistad de verdad en Madrid, y también la más importante. Álvaro no es solo alguien con quien acostarme cuando a los dos nos apetece. Es alguien con quien ir al cine o de fiesta. Es alguien con quien pasar las tardes viendo series y películas. Y también es alguien en quien sé que puedo confiar, sea para lo que sea.

      —Sí, podríamos decir que sí —respondo al fin.

      —Joder, ¡pues cuenta!

      —Nada, es solo… —Suelto una risa nerviosa—. En fin, un crush que tuve en el instituto. Rubén. Me pasé todo 3.º de la ESO pillado por él. Fue mi primer amor, supongo.

      —¿Y ahora vive aquí o qué? —pregunta mientras me enjabona el pecho, y yo asiento con la cabeza.

      —Y no solo eso. Trabaja en el cole donde empecé ayer. Es el profe de mis niños.

      —No jodas. ¿Y qué tal? ¿Qué te ha dicho?

      —Nada —respondo, encogiéndome de hombros para tratar de quitarle importancia—. Ni siquiera me ha reconocido.

      —Hostias… Me imagino que tu yo adolescente estará fatal ahora mismo.

      —Está un poco en la mierda, sí —contesto entre risas, dejando que me enjabone la espalda—. Pero… no sé. Me habría gustado que me reconociera, la verdad. Significó mucho para mí durante ese curso. De hecho, marcó el resto de mi etapa en el instituto.

      —Déjame adivinar: era hetero.

      —No, СКАЧАТЬ