Название: Asfixia
Автор: Álex Mírez
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Inmunidad
isbn: 9788416942473
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Avancé justo por el centro de la calle. Después de media hora, aún no había señales de algún otro auto. Ya había pasado por esa carretera, pero por alguna razón no recordaba en donde había visto uno por última vez.
Me detuve en donde había un árbol para poder descansar las piernas. Pensé en sentarme durante unos minutos, pero mientras estudiaba los alrededores mirando a todos los ángulos posibles, algo llamó mi atención.
En el tronco del árbol había un grabado. Cuatro letras que se cruzaban como si alguien las hubiera tallado para formar algo significativo. En cuanto alumbré con la linterna, detallé a la perfección lo que decía:
L. R. A. I.
Me pareció raro. Para mí lucía como algo simbólico. Era una «L» de… ¿Levi? No. ¿Por qué lo relacionaba todo con él? ¿Por qué no solo lo dejaba pasar? Pero y si era de Levi, entonces, ¿las demás letras qué significaban?
No, definitivamente no podía ser así. Estaba vinculando todo al tema del diario y debía dejar su recuerdo en paz. Era insano seguir creyendo que el chico estaba vivo. Sin embargo, las iniciales lucían tan intrigantes, como si a gritos pidieran ser investigadas.
Negué con la cabeza. Si había algo peor que ser cobarde, era ser un cobarde con un gran instinto curioso. Temía enfrentarme a algunas situaciones, pero me gustaba la sensación de llegar hasta la situación. Siempre experimentaba ese: «quiero hacerlo, pero a la vez no». Era curiosa pero no arriesgada. Me gustaba el misterio, pero era asustadiza, así que entraba en batallas épicas contra mí misma para saber qué debía hacer. Pero en ese momento no había batalla que librar, lo único que tenía que hacer era ignorar la marca, ignorar el diario, cohibir mis impulsos y regresar a casa.
Me levanté de la base del árbol para seguir mi camino y entonces observé algo más.
Había una flecha tallada justo por debajo de las letras, y señalaba el camino de tierra que se formaba más allá de la carretera. Estaba muy oscuro en esa dirección porque no había concreto, ni una orientación específica, pero después de haber visto la flecha casi como una indicación, la curiosidad y la intriga me latieron por todo el cuerpo.
«No debes ir».
«Sí debes ir».
«No debes».
«Sí debes».
«De seguro es solo el escondite que usaban dos personas para sus encuentros sexuales».
«O podría ser el camino a algún lugar secreto».
«Eso es tan absurdo».
«Pero posible… ¿tienes algo mejor que hacer? Ah, sí, hundirte en los libros y lamentarte día a día. Maravilloso».
La discusión mental conmigo misma me aturdió un poco. Mis «yo» interiores tenían razón, pero lo cierto era que no había peligro alguno en ese mundo y que no podía decepcionarme más de lo que ya me había decepcionado no encontrar a Levi. ¿Qué más daba? Aunque no tenía que hacerlo y aunque no hallara nada, lo hice.
Segundos después me encontré avanzando a través del camino de tierra, y para cuando me di cuenta, ya había dejado la carretera atrás.
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Todo estaba más oscuro ahí.
Todavía con la linterna en mano y sabiendo que le quedaba bastante batería, caminé sin prisa y con cuidado. Podía escuchar el sonido de mis zapatos contra la tierra y mi respiración contra la máscara. No había demasiado que ver por esos lares, todo lucía desolado y no abundaba la flora.
Llegué a pensar que había hecho algo poco inteligente y que lo más sensato era regresar, pero antes de poder rendirme vi otro árbol a pocos metros y corrí hacia él.
En el tronco se veía la misma marca, pero esa vez la flecha que señalaba hacia la izquierda se encontraba más escondida. Me tomó un minuto hallarla cerca de las raíces. Seguí entonces por ese lado, iluminando el camino con la linterna y manteniendo los ojos bien abiertos, atenta a cualquier eventualidad, aunque las probabilidades de que algo sucediera fueran casi nulas.
Encontré un tercer árbol diez minutos después y me tomó más de dos minutos hallar la flecha cerca de las ramas.
Un cuarto árbol se hizo visible luego de quince minutos. Cuando llegué a él decidí sentarme por un momento para descansar. Busqué en la mochila y saqué la botella de agua que había guardado. Ya no estaba fría, pero era líquido y eso era lo único que necesitaba. Apoyé mi espalda en el tronco, me quité la máscara y tomé varios sorbos.
Cinco minutos después, cuando casi vacié la botella de agua, volví a colocarme la máscara y procedí a seguir. Ya no importaba qué cosa encontrara en el lugar de destino, lo tomaría con calma, respiraría profundo, luego regresaría a casa por el mismo camino y esa sería la última vez que me dejaría llevar por la curiosidad.
El último árbol lo hallé en poco tiempo y señalaba una formación rocosa que se levantaba entre la nada. Caminé hasta acercarme a ella. De lejos se veía como una cueva, pero cuando estuve más cerca supe que no era un nido de sexo y que lo único que había era una grieta bastante grande en el suelo, cubierta por una rejilla y rodeada por grandes rocas.
¿Era una entrada? ¿Una fosa? ¿Un simple agujero?
Con sumo cuidado me acerqué y me incliné hacia adelante para mirar mejor. Me atreví a apartar la rejilla, pero solo vi negrura y unas escaleras colgantes de madera muy maltratadas a las que incluso le faltaban algunos escalones. Apunté la luz de la linterna hacia el interior y no le encontré un final. Era muy profundo.
¿A dónde llevaría? ¿Era el camino hacia «El País de las Maravillas»? Fruncí el ceño y me eché hacia atrás.
Había caminado demasiado para encontrar nada más que un viejo agujero que probablemente conducía hacia alguna mina.
Me saqué la máscara e inhalé hondo. Había decidido tomarlo con calma, pero tenía que hacerme entender a mí misma que la soledad era lo único que encontraría en el mundo, que debía resignarme por completo como ya lo había hecho antes.
Me llevé las manos a la cabeza, frustrada, y cerré los ojos por unos segundos. Dejé caer los brazos y entonces la linterna y la máscara se me resbalaron de las manos, cayendo dentro de la grieta.
Ante mis ojos descendieron en cámara lenta. Solté un grito de desesperada negación, y la oscuridad de la noche me envolvió. Ya no tenía linterna, ¿cómo encontraría las flechas para regresar? No recordaba del todo el camino. Los nervios y el temor me atenazaron, y las manos comenzaron a temblarme.
Di algunas vueltas sobre mis pies. Descender por las escaleras parecía un acto estúpido pues no tenía ni idea de lo que podría haber en el fondo de aquel hoyo, pero tampoco quería estar a oscuras.
Caminé hasta la orilla de la grieta y me empiné para mirar. Vi un ligero brillo al final, ¡era de la linterna! Me incliné un poco más para examinar el estado de la escalerilla, intentando establecer un plan para recuperar el objeto, pero entonces sentí como si una fuerza invisible me impulsara hacia adelante y caí por el agujero del mismo modo que Alicia, sumiéndome en la oscuridad.
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