Asfixia. Álex Mírez
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Название: Asfixia

Автор: Álex Mírez

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Inmunidad

isbn: 9788416942473

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СКАЧАТЬ caído con la barbilla, los codos y el abdomen contra el piso. Sentí un inmenso dolor por todo el cuerpo, en los músculos y casi en los huesos. Me llevé la mano a la boca y palpé el líquido entre mis dedos.

      Estaba sangrando, aunque no en exceso.

      No tardé en descubrir que tenía un diente roto y una pequeña abertura en el mentón. Traté de elevar el brazo izquierdo, pero intentarlo resultó ser peor. El dolor en mis músculos aumentó, una fuerte punzada me recorrió el hombro y comprendí que el hueso no estaba en su lugar.

      ¿Cómo lidiaría con una fractura? ¿Qué debía hacer? No sabía nada de medicina, ni de curaciones, ni de cualquier cosa que tuviese que ver con primeros auxilios. ¿Por qué no había aprendido con los demás supervivientes? Por supuesto, porque nunca nos encontramos ante situaciones así. Siempre estuvimos a salvo, nunca tuvimos que arriesgarnos para conseguir algo pues todo estuvo a nuestro alcance.

      Miré con impaciencia hacia todos lados. No veía salida, ni nada que se le pareciera. Observé la linterna que descansaba en el suelo alumbrando el espacio. Su luz me permitió ver que más allá, en el fondo, reposaban unas grandes máquinas que no reconocía, y entre ellas una puerta de acero en un muy mal estado. Desde mi posición también visualicé la escalerilla de madera vieja que colgaba contra la pared y que se perdía en dirección a la entrada de la grieta.

      Esa era mi salida.

      Me levanté del suelo ignorando el intenso dolor que presionó los músculos de mi brazo, y avancé pesadamente hasta la escalera. Con determinación y ayuda de mi mano derecha, me impulsé hacia arriba sosteniendo una de las maderas que lucía más estable.

      Gran error.

      La madera se desmoronó entre mis manos y caí de espaldas al suelo con todo mi peso. Me retorcí ahí mismo, sobre la dureza del gélido piso. Mi respiración se agitó de forma descomunal, convirtiéndose en lo único que se escuchaba dentro del lugar, y ante la incapacidad de poder subir porque la escalera estaba rota, empecé a sollozar sin control.

      El ambiente era claustrofóbico.

      Tenía la boca ensangrentada, el hombro fracturado, los codos ardiendo, una abertura en la barbilla y un ligero dolor en la parte baja de la espalda, ¿cómo no explotar si, además, mi única salida se había hecho pedazos?

      Sabía que aunque gritara nadie me escucharía. Nadie acudiría en mi ayuda. Moriría ahí, o peor aún, me quedaría en ese sitio para sufrir con lentitud hasta que mi cuerpo se deshidratara y no pudiera seguir sosteniéndome.De repente reparé en la puerta de hierro. No la había visto como una posible salida, porque si se abría tendría que adentrarme más en donde sea que estaba. Quería salir, no ahondar en la fosa. Aun así, en un intento desesperado por hacer algo para no quedarme tendida en el suelo, me impulsé, me erguí, fui hasta ella y empujé la manija.

      Estaba bloqueada desde el otro lado.

      No había salida.

      Negué con la cabeza, como negándomelo a mí misma. El dolor en mi hombro se agudizó. Tenía una herida que no lograría curar por mi cuenta, al menos no en ese lugar, por lo que decidí tranquilizarme para poder pensar mejor en cómo salir de esa situación. Entonces, poco a poco dejé de lamentarme y analicé mi entorno en busca de algo que pudiese ayudarme.

      Observé las tres máquinas del fondo en muy mal estado. Me pregunté para qué servirían, pero no tuve ni siquiera una sospecha. En el suelo había algunos trozos de hierro muy poco servibles, así que los ignoré. Me acerqué más a donde estaban los cachivaches para estudiar mayormente el lugar y vi que las máquinas tenían selladas las letras: L. R. A. I.

      Tratar de adivinar qué significaban era lo que menos me importaba en ese instante. Me volví hacia la escalerilla y la escudriñé. No había forma de recuperarla, la madera estaba podrida y rota. Me giré de nuevo y enfoqué la puerta de metal. No se abría, así que no había nada que hacer con ella.

      No se veía ninguna otra posible salida.

      Recargada en la pared, me deslicé hacia el suelo y me quedé ahí sentada, mirando el vacío. Me vi las manos manchadas de sangre e intenté limpiarlas al frotarlas contra mi ropa. Se convirtió en un desastre. Abrí la mochila y miré hasta en el bolsillo más pequeño, pero nada de lo que había en ella podía ayudarme. Lo único importante que guardaba en su interior eran el diario y el relicario.

      Con la intención de calmar mi temor, saqué el libro y lo abrí.

      Anotación de Levi H:

      ¿Qué papel juegan esas personas que dicen no comer tocino? Digo, es delicioso, es necesario para el cuerpo. ¡Es tocino! Bien, ya, creo que hay personas que hacen dieta y otras que son vegetarianas y no lo comen, pero, es el ciclo de la vida, ¿no? Los animales comen otros animales. No creo que un león se vuelva vegetariano por querer que su presa viva por más tiempo. Estoy siendo muy insensible, sí. Respeto a los vegetarianos, pero nunca seré uno, ya he dicho. En otras noticias... Mis dolores de cabeza son cada vez más frecuentes, quizás pueda acostumbrarme a ellos. Son insoportables, pero son parte de mí. Son más bien como el vello púbico, uno no lo quiere cuando llega, pero igual hay que aprender a vivir con él. Venga, que asco, necesito salir... aunque no quiero, para ser sincero. Debo hacerlo o mamá va a sacarme igual. A veces quisiera que entendiera, pero nadie puede comprender esto que me está pasando. En fin, anoche soñé con esa pantera negra, es muy intrigante. Voy a investigar qué significado tienen las panteras.

      Al terminar de leer sentí una punzada en la parte trasera de la cabeza. Supuse que la fractura, el miedo y todas las emociones que había experimentado me estaban afectando, pero pasaron unos pocos segundos y volví a sentir la punción.

      Sin que se cumpliera un minuto, la punzada se hizo presente de nuevo. Emití un quejido de dolor y apreté los dientes. Mi cuerpo debía de estar exhausto. Me llevé la mano derecha a la frente. La molestia era muy extraña, como si de repente los dolores de los que Levi se quejaba en su diario se hubiesen trasladado a mi cabeza.

      Intenté ignorarlo, pero segundos después volví a sentirlo con más fuerza.

      —Pero, ¿qué...? —solté mientras cerraba los ojos.

      Sentí otra punzada, y tanto la cabeza como el cuello empezaron a palpitarme. No tenía mucho sentido. Una fractura no podía causar un malestar de ese tipo. Pero y si… ¿y si había alguna sustancia tóxica en las máquinas y me estaba haciendo daño? Dan me lo había advertido muchas veces. Era común que el mundo se contaminara, y más aún si había industrias cerca.

      Con cuidado me arrastré para coger la máscara. Volví a ponérmela, pero experimenté el dolor de nuevo. Cerré los ojos con fuerza y entonces comenzó a suceder algo muy extraño.

      Empecé a escuchar una melodía cuyo volumen aumentaba poco a poco. Entre pequeños jadeos traté de buscar con la mirada el origen de la música, pero no había nada que lo produjera. No venía de ningún sitio, pero sí que la oía.

      Y la escuchaba porque estaba en mi cabeza.

      Sentí otra punzada y solté un nuevo quejido de dolor.

      Sonaba como una caja de música o quizás un tarareo. Era suave y lento. Era indeterminable y al mismo tiempo familiar, pero ¿qué era con exactitud?

      Otra punzada hizo vibrar mi mente, ocasionando que se me erizara la piel. Me coloqué las СКАЧАТЬ