Cartas a Thyrsá. La isla. Ricardo Reina Martel
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Название: Cartas a Thyrsá. La isla

Автор: Ricardo Reina Martel

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Libro

isbn: 9788417334307

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СКАЧАТЬ como si estos fuesen un espejismo. Avanzaban encorvados y con cuidado de no tropezar. Su fiebre le hacía delirar, distinguiendo sus imágenes deformadas como si fuesen fantasmas. Se sorprendieron y enfadaron mucho con Amaro, cuando lo encontraron en un lugar tan oscuro y abandonado, envuelto tan solo por un sucio y decrépito retazo de lino. Uno de los hombres se inclinó y alargó su mano, hurgando entre la ropa y colocándosela sobre la frente. Los ojos del niño, abiertos y aterrorizados debieron de sorprenderles, pues ambos hombres dieron un respingo y saltaron hacia atrás, asombrados.

      En ese instante, se puede hasta decir que tembló la tierra, percibiéndose un descomunal estremecimiento; cayendo una lluvia de arena, desde el techo de la caverna. Luego murmuraron entre sí, apresurándose en sacar al niño enfermo y consumido. Lo trasladaron a un extraño recinto rectangular de paredes lisas y blancas, nada comparable con el marco rocoso y triste de las cavernas. Le despojaron de la ropa y limpiaron el rostro con un paño mojado, a la vez que se oyó decir al más feo de los dos:

      —Sí, es él, no hay duda alguna, apenas le queda carne que vista sus huesos.

      —Partiré enseguida con la noticia, ella debe de ser la primera en estar al tanto de todo. Tú no te muevas ni separes un segundo de él, más te vale. No quiero que se pierda de nuevo —dijo el hombre de las pequeñas barbas y ojos de búho, al feo de su compañero.

      —A sus órdenes —le contestó el señor de prominente dentadura y ojo extraviado.

      Desde entonces, a partir de ese día, tuvieron en la Sidonia dos tutores, Amaro y Dewa; pues el señor de barbas y el más elegante de los dos, partió inmediatamente y no se le volvió a ver en mucho tiempo.

      Al brujo Dewa, todos los niños terminaron adorándolo, pues en pocos días, consiguió hacerse con la confianza y el dominio de toda la congregación. Feo a rabiar, larguirucho además de torcido, dentadura destacada y de ojo izquierdo extraviado. Sin embargo su poder de sugestión era tal, que ninguno de los niños se atrevía a mofarse de él.

      Daba forma a sus manos, formando una especie de trompeta que fijaba a su boca, tocando en las mañanas «el toque del cuerno», cuyo particular sonido emplazaba a los niños a la primera reunión obligada del día. Era como una especie de convocatoria en donde el loco de la Nanda, como también le llamaban los niños, pasaba revista y efectuaba una especie de recuento matinal. Nada más oír el extraño sonido, por llamarlo de alguna manera, acudían velozmente todos los niños a la plaza de Siria, alineándose frente al brujo. Proporcionándose un sinfín de codazos y empujones, con el único objetivo de conseguir un lugar privilegiado frente a él y con la esperanza puesta en que este fijase su atención en alguno de ellos. Algo realmente imposible, ya que con el estrabismo que este padecía, era imposible de conocer la dirección exacta de su mirada.

      Luego se inventó lo del desfile y más tarde se sacó de la manga «las canciones de la procesión» que consistían en circular cantando alrededor de la plaza, innovando gestos y posturas distorsionadas con su cuerpo. Mientras los niños le seguían alegres, tratando de imitarlo. Así, en un tiempo relativamente corto, se estableció una nueva gestión y un estilo de vida diferente, en la comunidad de los niños desahuciados. Consiguiendo el brujo modificar la conducta y disciplina de la Sidonia.

      Entre los cerros amarillos, se encontraba un círculo perfecto llamado la plaza de Siria, en donde cada atardecer, convocaba a los niños el loco de la Nanda. Conformando el paisaje unos seres diminutos y desamparados, bajo el resguardo de un universo plagado de luceros y de un anillo que perfilaba el brujo con pequeños cristales de luz rojiza.

      Al anochecer tocaba relatar historias, y entonces Dewa se sentaba junto al fuego y se transfiguraba. El niño Ixhian recordaba esos instantes con infinita dulzura y añoranza, percibiendo como la luz del fuego iluminaba la mitad del rostro de Dewa; provocando mil fantasías, y en donde la fealdad del brujo lo convertía en un ser asombroso. Tras finalizar el relato o «la historia de fe», les hacía arrodillar y mirar hacia arriba, en dirección a las estrellas…

      —Si se ilumina toda la plaza, se nos puede observar desde lo alto. No estamos tan solos como creéis, somos filamentos extendidos de un inmenso océano misterioso…

      El siguiente paso del loco de la Nanda consistió en enseñarlos a intimar con los «ojos de Espíritu» para así poder entender que existía otra realidad fuera de la Sidonia. Ocurrió entonces que el rostro de los niños comenzó a cambiar, ya que se fueron colmando de una nueva complacencia y frescura, resaltando matices de satisfacción y contento. Con Dewa, les llegó la esperanza.

      Latia, la llegada de la media Luna

      Luego sucedió el gran milagro que lo cambió todo, ya que antes de cumplir los diez años apareció ella. Cogiéndolos desprevenidos, pues los niños desconocían que pudiese existir un ser semejante sobre la faz de la tierra. Ella, sin duda era la encarnación de una diosa que personificaba la bondad y ternura.

      Se llamaba Latia y a partir de entonces, los niños nunca más carecieron de atenciones. Se duplicaron los alimentos y el cuidado hacia cada uno de ellos. La dama, junto a un numeroso séquito de aldeanas, remodeló la enfermería, la cocina y la atención directa hacia los más pequeños, separándolos de los mayores, haciendo que abandonasen las cavernas y agrupándolos en dos naves subterráneas, muy limpias y amplias. Mandó fabricar a los carpinteros y leñadores, una cama de madera para cada uno de ellos. Edificó una zona destinada para los baños y aseos, reformó el comedor y de una manera u otra, contuvo el ímpetu bárbaro y salvaje que imperaba entre los mayores; pues su presencia causaba tal respeto que ninguno de ellos se atrevía a contradecirle y ni tan siquiera replicarle. A Latia, jamás se le vio exteriorizar ningún tipo de severidad ni rudeza con los niños, más bien se podría decir todo lo contrario.

      Se contaban muchas cosas de ella, pero la más cierta de todas era que debiera ser una gran dama del lejano país de Casalún, por lo que su presencia representaba el misterio y la lejanía. Solía sentar al niño Ixhian en su regazo, mientras le alisaba el cabello y lo mimaba. Sin saber, cuándo ni cómo, la palabra madre irrumpió por primera vez en el alma del niño.

      —Mi madre debió ser como Latia —se decía, inocentemente el pequeño, cuando se acostaba y cerraba sus ojos vencidos por el sueño.

      Bajo su amparo y protección, al fin halló Ixhian un lugar entre los demás. Aunque sea justo el confesar, que no hubo manera de enmendar ni modificar su vicio, convertido en adicción, de escabullirse y ocultarse en busca de cierto aislamiento.

      Sucedió en un día a finales de verano, habían pasado más de cuatro años desde su salida de las cavernas, cuando volvió a toparse con el caballero elegante y con ojos de búho que le hallase y atendiese de pequeño. Llegaba por el sendero que se alejaba de los cerros amarillos, montando sobre un majestuoso caballo azabache.

      —Vaya, nos encontramos de nuevo ¡Qué caprichoso es el destino! ¿Hacia dónde se dirige el joven Ixhian?

      Y СКАЧАТЬ