Название: Tormenta de fuego
Автор: Rowyn Oliver
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: HQÑ
isbn: 9788413750101
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—¿Todo eso te ha dicho Trevor? —preguntó incrédula.
—No, Ryan se lo decía a Max.
—No jodas. —Cerró los ojos.
¿En serio le habían dicho a Max que se tomaba vacaciones porque tenía un amante secreto? Iba a matarlos. Aunque, claro, Max ya sabía para qué se había tomado quince días, aunque en teoría aún no le había dado permiso para acompañarle a Dallas.
—En fin —dijo Gaby acariciándole el hombro—, te tienen más que fichada.
—Son unos tocacojones cuando se lo proponen.
Claire intentó inútilmente controlar la risa, pero le fue imposible.
—Eso es porque te quieren.
Jud puso los ojos en blanco.
—Pues ya verán lo mucho que me quieren como me sigan incordiando.
Ante de que pudieran hablar del tema, o de que Jud pudiera contarles a dónde iba de vacaciones, el grito de Ryan llegó a sus oídos:
—¡Jud!
Ryan se quedó entre la cocina y el patio. Había abierto del todo las puertas correderas, pero se quedó petrificado, mirando a la rubia.
Eso sí que fue un flechazo.
Gaby había llegado con Trevor y Claire, pero por la forma de hablar a su compañera de curro, estaba claro que Jud y ella eran amigas. ¿Por qué demonios no se la había presentado?
Se acercó a las tres mujeres y sus ojos recorrieron el cuerpo de la despampanante rubia con disimulo. ¿Dónde la había visto antes?
—¿Sí, Ryan?
Jud intentó captar su atención.
—Gaby —dijo finalmente la poli cuando vio que Ryan se había quedado sin habla—. ¿Te he presentado a mi amigo y compañero, el agente Ryan?
—¡Ese soy yo! Amigo de todos estos maleducados que no han querido presentarnos antes.
Las chicas rieron.
Gaby lo miró de arriba abajo. Fue una mirada directa y franca.
—Yo soy Gabrielle, y tu fama te precede.
Jud se dobló en dos por la risa, mientras Claire, más discreta, intentaba no reírse demasiado.
—Ju, ju, ju. No tienes ni la más mínima posibilidad —le dijo Jud palmeándole la espalda
Ryan hizo un mohín con los labios.
—Es una vergüenza tener amigos como vosotros que entierran a uno con vida antes de que tenga la ocasión de presentarse.
—Eres un adicto al sexo, con miedo al compromiso —dijo Jud arrancando las carcajadas de los demás.
Ryan se llevó dramáticamente una mano al corazón.
—Dios mío, acabas de matarme.
—Queremos a Gaby. —Jud miró a su amigo sin perder la sonrisa y asintió—. Créeme que también lo hacemos por tu bien, aléjate de ella o tendremos que partirte las piernas.
—Es cierto —asintió Claire.
—¡Venga ya! —dijo encogiéndose de hombros y dándose apenas unos segundos para desaparecer.
Puede que él no se acordara de ella, pero Gaby sabía muy bien en qué estaba metido Ryan y no tenía la más mínima intención de que dijera dónde se habían visto antes.
—Ha sido un placer, Ryan. Pero, si me disculpáis, voy a por una cerveza.
Los tres guardaron silencio mientras veían cómo Gaby entraba en la casa.
—¿Ves? La has asustado —le dijo Claire.
Ryan no supo qué decir o hacer. Se quedó mirando los andares de la rubia explosiva. Entrecerró los ojos e intentó recordar dónde la había visto por primera vez. Pero no tuvo éxito.
—Sé que la he visto en alguna parte.
Jud asintió.
—Por supuesto, trabaja en el bar de siempre. Pero por alguna extraña razón estos dos meses que lleva trabajando allí no habéis coincidido.
—¿Extraño, no? —preguntó Claire.
—Muy extraño —dijo Ryan sin perderla de vista.
Negó con la cabeza. No la conocía del bar, estaba seguro. Ni de haberla visto con Claire y Trevor,
—Decid lo que queráis, pero soy un tipo encantador. Va a quererme nada más me conozca.
Lo dijo muy convencido antes de ir tras ella para que viera lo encantador que podía ser.
Gaby entró en la casa. Observó a Trevor, que la saludó alzando la cabeza. Pero ella no fue en su busca, se dirigió a la nevera y sacó una cerveza. Al darse la vuelta y atacar el bol de nachos, supo perfectamente quién le estaba rozando el brazo.
—No es cierto lo que dicen de mí —escuchó que decía Ryan con una voz mucho más sexy de lo que ella hubiera querido.
—¿Eso de ser adicto al sexo?
Ryan intentó contener la risa.
—Soy un buen tipo —le dijo algo sorprendido por su pulla.
Consciente de que todos los estaban observando desde lejos, intentó mantener las distancias para seguir aparentando que era un hombre inocente e… inofensivo.
—No lo dudo. Y… no me importaría que fueran adicto al sexo y solo quisieras un revolcón sin compromiso.
—Joder… —Tragó saliva, eso le dejó sin respiración—. Vaya… ¿En serio?
¿Qué más podía decir ante semejante confesión?
—Claro, es normal que los hombres con más polla que cerebro quieran llevarse a las rubias tontas al huerto sin ninguna clase de compromiso.
Eso lo dejó con la boca abierta.
«Mmm… No me lo esperaba». Desde luego, la mujer que tenía frente a él, no solo era despampanante, sino que tenía la lengua más afilada que hubiera conocido, después de Jud, claro.
Tenía unas curvas de infarto, pero una cintura estrecha y un cuello largo. Su cabellera rubia estaba recogida en una coleta dándole un toque desenfadado y su flequillo abierto por el centro le enmarcaba la cara donde destacaban unos impresionantes ojos azules.
—Veo que no solo eres una cara bonita.
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