Название: Tormenta de fuego
Автор: Rowyn Oliver
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: HQÑ
isbn: 9788413750101
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Ryan no reaccionó con suficiente velocidad. Gaby pasó por su lado con el bol de nachos entre las manos y volvió a salir fuera para reunirse con Claire.
Él se quedó plantado por primera vez en su vida, sin saber que decir. Le quedó claro que esa mujer no era como todas las demás. Y por eso sería más difícil que cayera en sus brazos. Pero no imposible. Sonrió observándola comer nachos y bebiendo cerveza.
Se le escapó una risa gutural y profunda, de puro deleite. Pero seguía sin saber dónde la había visto antes, eso lo hizo dejar de sonreír.
Capítulo 8
Llevaba un ramo de flores en la mano, margaritas y lirios.
Mathew Gottier sonrió para sus adentros al observar las flores. Estaba convencido de que a Max le encantarían, pensó con malicia.
Jud había elegido un barrio de clase media, por un pequeño camino de baldosas rectangulares se llegaba al porche de la casa. Un barrio tranquilo, donde llevar una vida tranquila. Y puede que ese fuera su destino inmediato, pero dudaba de que lo fuera a largo plazo. Una sonrisa cruel mudó su rostro, pero pronto intentó mostrarse como el capitán de siempre.
De pie ante la puerta de entrada, alargó la mano para llamar al timbre. Llevaba una camisa azul con vaqueros y unos zapatos cómodos que restregó contra el felpudo. A sus oídos llegaba el bullicio de la fiesta de inauguración de la casa.
No esperó mucho hasta que alguien le abrió la puerta. No fue Jud, como había pensado, sino Max, que debía de estar cerca de la entrada y le había escuchado llamar.
—Capitán. —Una sonrisa sincera se dibujó en su rostro, hasta que Gottier levantó las flores.
—Esperaba que abriera Jud —le dijo con una sonrisa ladeada, enseñándole las margaritas y lirios como si no tuviera una doble intención—. Desde luego, no son para ti.
La sonrisa de Gottier se mantuvo, pero la de Max desapareció.
Dio un paso atrás y en apenas dos segundos ocultó el dolor lo mejor que pudo.
—Por supuesto, pase.
Volvió a su expresión indescifrable de siempre, pero Gottier saboreó la victoria de haberle provocado el dolor que deseaba infligirle.
Siguió con su sonrisa, como si no se hubiera dado cuenta. Y antes de que Max pudiera recuperarse, Jud fue a su encuentro.
—Capitán, qué bien que haya venido.
—No me lo perdería por nada del mundo. Casita nueva, ya eres toda una mujer.
Otra vez Gottier y sus bromas, disimuló con una sonrisa forzada, pues a pesar de sus comentarios machistas y ciertas miradas que desaprobaba, el capitán le caía bien. Al menos mejor que… Max. Se arrepintió de pensar así del capitán Castillo. En el fondo… ¿A quién engañaba? Max se había encargado de dejarle claro que no estaba en el puesto por enchufe, sabía hacer bien su trabajo, puede que incluso más que Trevor, se merecía el puesto y realmente podía aprender mucho de él.
Al ver que Jud miraba al joven capitán, Gottier cabeceó entendiendo que entre esos dos parecía haber algo más que una relación de mando y subordinada.
—Veo que te has integrado bien en el grupo, Max.
—Mentiría si dijera que no ha sido difícil —contestó intentando mantenerse inexpresivo.
Mientras decía esas palabras, miró a Jud, que era la primera que no le quiso dar la bienvenida.
—Ya veo que eso ha quedado atrás. —Palmeó el hombro a ambos—. Me alegro de que mis mejores agentes trabajen codo con codo para atrapar a los malos.
—Creo que trabajaremos más de lo que se cree.
Jud puso los ojos como platos ante las palabras de Max, ¿en serio le estaba diciendo al capitán que iban a trabajar juntos en el caso del descuartizador de Dallas? O eso, o era un chiste sexual. Y Jud no supo cuál de las dos cosas era peor.
—Jud me acompañará a Dallas.
«Pues sí», se dijo boquiabierta. «Se lo acaba de soltar en la cara».
Por unos instantes, Gottier no se movió y su rostro quedó totalmente inexpresivo. Hasta que finalmente dijo muy serio:
—Creo que es la mejor decisión que has podido tomar. —Miró a Jud tan intensamente que la hizo retroceder un paso—. Estoy deseando verte por Dallas. Sé que juntos estaréis cada vez más cerca de ese hijo de puta.
Max y Jud asintieron, sin saber cuán ciertas eran esas palabras.
¡Oh! Cómo le gustaba la idea de que Jud acompañara a Max. Eso significaba tenerla más cerca, en su terreno. Significaba mucho más para él de lo que ninguno de los presentes se podía imaginar.
Vio cómo los dos jóvenes se miraban y tuvo la necesidad de hacerle daño, sintiendo el placer que siempre le provocaba herir a un miembro de la familia Castillo.
—Esto es para ti —dijo a Jud.
Extendió la mano y le ofreció las flores. Se regodeó cuando la mirada de Max volvió a oscurecerse.
—Oh… esto… gracias. —Sonrió, algo contrariada.
Jud las cogió y por un momento pensó en que no tenía ni un puto jarrón en toda la casa.
Alzó la vista y se topó con la expresión sombría de Max, él seguía mirando las flores y cuando sus miradas se cruzaron supo que algo había pasado. Miró de nuevo a Gottier y los tres pudieron notar la tensión, aunque el viejo capitán fingió que nada pasaba. Dispuesta a terminar con ese silencio incómodo, Jud le hizo entrar.
—Pase. Ahí están Trevor y los chicos. Yo voy a poner esto en agua. —Pero no se movió del sitio.
Gottier se alejó jovial, no sin antes palmear la espalda de Max, que se negaba a moverse del sitio.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó Jud.
Él no dijo nada, pero asintió.
—Creo que saldré un rato al porche para tomar el aire.
—Claro, estás en tu casa. —Jud asintió preocupada cuando Max volvió a mirar las flores—. ¿Seguro que estás bien?
—Por supuesto —afirmó por última vez antes de salir fuera.
No, no estaba bien, se dijo Max.
Cada vez que veía algo que le recordaba a su hermana Alice, dejaba de estarlo. Y aunque en gran medida, de alguna u otra forma, siempre estaba presente, también era cierto que a veces el dolor se hacía insoportable. Porque era un dolor no esperado. ¿Quién iba a pensar que el capitán Gottier se presentaría con las mismas flores que habían dejado sobre el cadáver de su hermana? Pobre capitán, ni siquiera debía de acordarse de ellas, ni de los detalles… ¿O quizás sí?
Suspiró СКАЧАТЬ