Tormenta de fuego. Rowyn Oliver
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Название: Tormenta de fuego

Автор: Rowyn Oliver

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: HQÑ

isbn: 9788413750101

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СКАЧАТЬ al capitán levantarse y cerrar las cortinillas, para que nadie de la comisaría los viera desde fuera.

      —Las pruebas que estás mirando son de Dallas. —Abrió la carpeta que acababa de sacar y señaló las fotografías que estaban en su interior—. Y estás son de Seattle.

      Jud contuvo la respiración.

      —¿Son los asesinatos del último invierno? —Asintió al ver que efectivamente eran los informes que ya había mirado antes.

      Ahora podía comprarlas, ver si era el mismo tipo o un imitador. Frunció el ceño y meneó la cabeza.

      —No.

      —¿No, qué? —preguntó Max al verla tan segura.

      Jud no apartó en ningún momento los ojos de las fotografías.

      —No es el mismo tipo.

      Cogió una de las fotografías que Max tenía esparcidas sobre la mesa. La miró con detenimiento y después pasó a otra y a otra.

      Max supo que lo hacía con ojo experto.

      Después de pasar varios minutos comparando expedientes, ella dijo:

      —No es el mismo —repitió, y esta vez había la misma duda que la primera vez que lo había dicho: ninguna.

      —¿Por qué lo crees?

      Él también pensaba que era un imitador, pero necesitaba otra opinión. Alguien imparcial que no estuviera tan involucrado emocionalmente en el caso.

      —Está claro que tu hombre de Dallas era mucho más pulcro y cuidadoso, jamás habría hecho semejante chapuza —dijo Jud enseñándole una fotografía del asesino de Seattle—. ¿Ves los cortes de los cuerpos de Seattle? Son descuidados, hechos con saña y sin miramientos. Me decanto por una sierra eléctica de tamaño pequeño. ¿Ves?

      Señaló los bordes del corte en el torso y el del brazo que separado estaba en una posición que recordaba a una marioneta, cuyas piezas estaban unidas por hilos. En la fotografía se veía el cuerpo seccionado de la chica, el corte que separaba el torso de los brazos era irregular. Pasó el dedo por la sección que dejaba ver el hueso del brazo al descubierto. La carne estaba hecha trizas.

      —Se ve que intentó hacer diversos cortes desde distintos ángulos. El de Dallas, en cambio… —Cogió otra foto del descuartizador—. Cortes limpios, perfectos, un solo tajo. Es más, creo que si sigo leyendo averiguaré que fueron post mortem. ¿Con un bisturí en la parte superficial? ¿Las chicas murieron por asfixia, no?

      Max apenas podía respirar.

      —Las de Seattle… —Las miró de nuevo y Max pudo verla apretar los dientes mientras guardaba silencio.

      Sin duda, si la agente O’Callaghan hubiera tenido a ese bastardo delante le hubiera descuartizado con sus propias manos.

      Finalmente asintió.

      —Opino igual, O’Callaghan.

      —Además el cadáver está sucio —siguió diciendo Jud—, y se encontró semienterrado. No era el modus operandi del descuartizador de Dallas, los cuerpos quedaron a la vista, limpios, en ocasiones peinados e incluso maquillados. Y colocados de tal manera que parecía que la víctima no había sido hecha trozos. Sin duda el hijo de puta creía que estaba haciendo una obra de arte macabra.

      Max asintió pasando por alto las palabrotas.

      Se levantó de la silla y se puso a su lado para que ella pudiera enseñarle los detalles que él ya había visto, pero con la nueva perspectiva de O’Callaghan quizás pudiera averiguar algo más.

      Jud fue hablando, y Max asentía ante las conjeturas que ella sacaba mientras le señalaba los detalles.

      Situado muy cerca de ella miraba sobre su hombro.

      —Es un puto enfermo —acabó Jud—. Sin duda le gusta montar y desmontar cosas. Un obseso compulsivo, quizás. No sé, esa mierda se la dejo a los loqueros.

      Max rio quedamente.

      —Muchas gracias, agente O’Calla…

      Ella lo encaró demasiado rápido sin darse cuenta de que lo tenía muy cerca. Antes de poder apartarse aspiró su aroma sin querer. Olía a… Max.

      Sonrió sin pretenderlo. «Joder, el puto vaquero de Texas huele de maravilla».

      Max carraspeó dando un paso atrás y ella tomó aire demasiado deprisa.

      —Estoy segura de que es un imitador —le informó. Ella ya había sacado sus propias conclusiones.

      Intentó apartarse un paso para que la cercanía no la perturbara tanto.

      —Hasta puede que siga un mismo patrón. Que ataquen a camareras de áreas de servicio, bares o moteles, pero queda claro que no es el mismo. Pero bueno, no te culpo por no descartarlo.

      Max quería decirle que le hubiese encantado hacerlo, pero desde las altas esferas no le dejaban hacerlo. Aunque estaba a punto de pisar cabezas y tomar las riendas por completo de la investigación.

      Jud parpadeó al darse cuenta de algo.

      —¿Viniste aquí pensando que era el mismo hombre?

      Él hizo un movimiento brusco con la cabeza, iba a negarlo, pero ¿por qué hacerlo? ¿Acaso no había sido en parte por eso? No solo era por su inminente divorcio, sino porque quería atrapar a ese hijo de puta, aquel que hacía varios años había destrozado a su familia y se había ido de rositas.

      —Quizás en parte. Quiero atrapar a ese asesino. Me obsesiona la idea y no pienso dejarlo.

      —¿Y qué hará? —Jud frunció el ceño como si estuviera evaluando esa nueva faceta del capitán, ese punto obsesivo—. Si no es el mismo, puede que atrape al imitador de Seattle, pero en Dallas… ya no es competencia suya. ¿Y cuántos años hace que no mata…?

      Max la miró intensamente.

      —No jodas. —Miró los informes—. ¿De cuándo son estas fotografías? ¿Ha vuelto a matar? —preguntó Jud interpretando correctamente el silencio del jefe.

      —Hace cuatro días el capitán Gottier se puso en contacto conmigo. Encontraron el cadáver y quiso saber mi opinión al respecto.

      Jud asintió y pensó que evidentemente Gottier sabía que quién mejor que uno de sus antiguos inspectores, que le había ayudado en los antiguos casos de ese psicópata.

      —¿Por eso ha estado aquí hoy?

      Max asintió.

      —Aparte, mis antiguos amigos se han puesto en contacto conmigo y me están pasando los detalles de manera extraoficial…

      Siempre había pensado que, si Max se había hecho con el cargo que ocupaba, era en parte por lo bien que le caía al antiguo capitán Gottier, y si el viejo había acudido con un nuevo informe desde Dallas, quería decir que confiaba СКАЧАТЬ