Название: E-Pack HQN Victoria Dahl 1
Автор: Victoria Dahl
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413756462
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—Eso es una tontería. Te has acostado conmigo.
—Y yo espero que lo hagamos pronto otra vez. Incluso esta noche. ¿Vas a ir a The Bar?
—No me presiones, Molly. No…
—Gracias por su ayuda de anoche, Jefe Lawson. Es usted una monada.
Ella colgó mientras le oía tartamudear de indignación, y después ignoró el teléfono cuando volvió a sonar.
Ben no quería solo relaciones sexuales con ella. Quería algo más.
Molly sonrió tanto que le dolieron las mejillas. Era imposible tener una relación seria, por desgracia. Él nunca aceptaría la verdad escandalosa de su trabajo. Tenía que mantener algo ligero, despreocupado, pero era una alegría saber que él no tenía suficiente con eso.
—Oh, bueno —suspiró ella. Sería ligero y despreocupado, pero ella iba a disfrutar hasta el último minuto, porque se lo merecía.
Molly miró el calendario de la cocina. Si Cameron iba de veras a Tumble Creek el sábado por la mañana, haría todo lo posible por apartar a Ben de ella. Y si ella no podía evitar que sucediera… Por lo menos, tenía cuatro días para estar con Ben. Mejor eso que nada, y tenía que conseguirlo.
Subió corriendo a su habitación en busca de sus medias favoritas, las que le llegaban a la mitad de los muslos.
—Por el amor de Dios, señor Wenner —refunfuñó Ben—. Intente tener un poco de dignidad.
El hombre estaba sollozando, acurrucado con los brazos alrededor de las rodillas, y Ben estaba intentando ser comprensivo. Sin embargo, tenía ganas de hacerle una foto y mostrársela. El señor Wenner tenía el pelo blanco completamente despeinado, y las piernas desnudas, con una mezcla de vello castaño y piel pálida que contrastaba de un modo horrible con el color verde de su parka. Claro que tenía peor aspecto antes de que su esposa hubiera accedido a arrojarle la parka.
A aquella mujer no le había hecho ninguna gracia llegar a casa de su partida de bridge y encontrarse a su marido en mitad de una conversación íntima y muy interactiva con otra mujer.
—Señor Wenner, tiene que calmarse y pensar dónde va a pasar estos días.
—No puedo. Yo… ¡No tengo a ningún sitio donde ir! ¿Cómo voy a sobrevivir sin mi dulce Olive?
—Tal vez debería haberlo pensado antes de intimar con la mejor amiga de su esposa.
—Oh, Dios santo —sollozó el anciano señor Wenner—. Eso no significa nada para mí. ¡Solo era sexo, lo juro!
Ben intentó con todas sus fuerzas no imaginarse a Ellie Verstgard, de setenta años, con el señor Wenner. Pese a todo, la imagen se le apareció en el cerebro y le arrebató algo del amor que sentía hacia el mundo. Respiró profundamente y apartó la visión de su mente.
—¿Sigue viviendo su hermano en Grand Valley?
—Sí, pero…
La puerta de la casa se abrió, y el señor Wenner se giró bruscamente gritando «¡Olive!» lastimeramente, pero solo era Frank, que le entregó unos pantalones y unas zapatillas de deporte muy viejas.
—¡Y eso es todo lo que vas a obtener de mí! —gritó su mujer desde el interior.
Ben intentó calmarlo, pero el hombre sollozó ruidosamente.
La puerta se abrió y se cerró tras ellos, y Frank bajó las escaleras.
—Necesita un poco de tiempo, señor —dijo, y señaló con la cabeza hacia su furgoneta. Ben asintió mientras le ponía la mano en el hombro al señor Wenner.
—¿Por qué no se pone los pantalones, señor Wenner? Lo llevaremos a la comisaría para que llame a su hermano y le pregunte si puede venir a recogerlo.
—A mi cuñada no le va a hacer ninguna gracia. Olive ya la ha llamado.
—Bueno, vamos a intentarlo. Y ahora, ¿los pantalones, por favor?
Cuarenta y cinco minutos después, el hermano del señor Wenner fue a recogerlo. A Ben todavía le quedaba una hora de turno, y estaba sentado en su despacho sin nada que hacer. Se inclinó hacia atrás en la silla y miró hacia la luz encendida de The Bar.
Molly le había enfadado mucho con su actitud de aquella mañana, y él no quería acercarse a ella; sin embargo, antes había visto entrar a Lori en el local, y si Lori estaba allí, Molly también, por no mencionar a todos los hombres sedientos de amor del pueblo, que intentaban ahogar su libido en cerveza.
Pensó en Molly tendida bajo él, desnuda, con una expresión de pura lujuria, y se la imaginó flirteando con otro hombre…
Arrastró ruidosamente la silla al levantarse. Tenía una hora de trabajo por delante, así que iría a ver a los tipos problemáticos del bar de enfrente.
Abrió la puerta y sintió una oleada de calor y de olor a cerveza, y oyó la risa de unas mujeres. Miró hacia la barra, pero solo vio a un par de rancheros.
La risita volvió a surgir, y Ben miró hacia el fondo del local, donde estaba la mesa de billar.
Molly estaba apoyada al borde de la mesa, dibujando círculos en el suelo con la punta de uno de sus zapatos de tacón mientras hablaba con Lori y Helen Stowe. Aquellos zapatos eran de cuero negro y tenían una tira de cuero que pasaba por encima del empeine, como los zapatos de las colegialas, salvo por el tacón de siete centímetros.
Por encima de aquellos zapatos había unas piernas vestidas con medias negras que conducían hacia una falda escocesa de cuadros rojos y gris, también de colegiala. De colegiala traviesa que buscaba problemas en un bar.
Y estaba a punto de encontrarlos, claro que sí.
—¡Jefe! —exclamó Juan, cuando Ben pasaba por delante de la barra.
Molly lo miró y se quedó sorprendida. Le mostró el taco de billar, y lo saludó.
—Hola, Ben.
—¿No tienes frío con esa falda? —le preguntó él con un ladrido, olvidándose de que había planeado tener una conversación fría y distante con ella.
Molly se mordió el labio y se miró con consternación. Bruja descarada.
—Llevo varias capas.
Ya. Una camisa blanca que podría haber sido recatada dos botones antes. Bajo ella asomaba una camiseta de tirantes negra. Ben se la imaginó desabotonándose la camisa blanca, sin nada más que la falda y aquella camiseta negra. Y los tacones. Y las medias.
—Te prometo que voy bien abrigada —dijo ella.
Demonios, a él no se le ocurrió nada que decir. Se quedó plantificado, mirándola como un idiota.
—Ben, no quisiera interrumpir —dijo Lori—, pero le toca a Molly. ¿Crees que podrías prescindir de ella un minuto?
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