E-Pack HQN Victoria Dahl 1. Victoria Dahl
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Читать онлайн книгу E-Pack HQN Victoria Dahl 1 - Victoria Dahl страница 53

Название: E-Pack HQN Victoria Dahl 1

Автор: Victoria Dahl

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Pack

isbn: 9788413756462

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СКАЧАТЬ dio un trago al café y se dejó caer contra el respaldo.

      —No te lo conté porque sabía que él no podía ser el acosador, pero si te lo decía, tú ibas a investigarlo de todos modos. Tendrías que hacerlo. Y pensaba que, si lo llamabas…

      —¿Sí?

      Ella exhaló un suspiro de tristeza.

      —Todos los chicos con los que he salido durante estos seis meses se han creído las mentiras de Cameron como si fueran niños de colegio. Están enamorados de él.

      —¿Enamorados?

      —Sé que parece una locura, pero él me los robó antes de que me diera cuenta.

      —Y tú creías que yo también…

      —Pensaba que él vendría aquí diciendo mentiras sobre mis problemas, y sobre lo dañada que estoy, y que todavía no he superado nuestra ruptura. Y entonces, vosotros dos os pondríais a hablar de cosas de la policía y os tomaríais unas cervezas, y tú tendrías la excusa que has estado buscando para dejarme. Pensaba que sería el fin.

      —Sí, claro —respondió Ben con disgusto—. Eso solo habría sucedido si yo fuera un incauto con problemas maternales.

      —He tenido seis meses muy duros, ¿de acuerdo? —gimió ella—. Azulito era mi último amigo, y la última vez que se quedó sin pilas tuve un momento de pánico en el que pensé que él también había caído en la trampa.

      —Muy agradable —dijo él con un resoplido, y tuvo que esquivar el puñetazo que ella le lanzó hacia la cadera.

      —Por eso no quería contarte nada sobre Cameron —prosiguió Molly un segundo después—. Le dejé claro a ese idiota que no iba a volver a Denver con él, pero sabía que él iba a venir de todos modos. No quería estar aquí, y tampoco quería que tú estuvieras aquí. Lo siento. No tenía ni idea de que iba a ir a la comisaría y… Dios, lo siento mucho.

      Él cabeceó e intentó quitarse de la cabeza la mortificación que sentía por todo aquel asunto. Ella no era exactamente sabia y digna, pero Molly tenía sus motivos… y su propio encanto, que era muy especial.

      —No necesito que un urbanita sofisticado venga a contarme cuáles son tus problemas, Moll. Me pasé la mitad de la vida en tu casa. Me caen muy bien tus padres, pero me encogía cada vez que alababan a Quinn sin medida, incluso cuando era niño. Y estaba presente el día en que salieron sus notas de Selectividad.

      —Uf —dijo ella.

      —Y recuerdo que tu padre te dijo, riéndose, que debías estudiar más si querías parecerte en algo a tu hermano. Y cuando tu equipo de debate llegó a la final del distrito, y tus padres vinieron a ver nuestro partido de baloncesto en vez de ir a verte a ti. Dios santo, si yo hubiera sabido lo del debate, me habría saltado el partido y habría ido.

      Molly negó frenéticamente con la cabeza.

      —Por favor, ¡dime que no le has contado a Cameron nada de esto!

      —Yo no soy uno de tus novios de Denver, Molly. Ese tipo es un gusano.

      —Gracias a Dios.

      —Lo que quiero decir es que me doy cuenta de que tienes problemas para confiar en los demás, y sé por qué. Incluso entiendo tu necesidad de guardar tus secretos, pero para el futuro, una de las cosas que yo quiero que mantengas en secreto es con cuánta frecuencia y cuánta pasión mantengo relaciones sexuales contigo.

      —Eh… bien. Yo… eh… lo tendré en cuenta.

      —Porque en eso te has pasado de la raya.

      —Sí. Estoy de acuerdo. Tengo un poco de mal genio —dijo ella. Tomó la bebida y le dio un buen trago.

      Con un suspiro, Ben se sentó en la otra silla y se pasó la mano por el pelo.

      —Bueno, está bien. Vamos a repasarlo todo.

      Molly abrió unos ojos como platos.

      —¿Todo? No creo que sea buena idea hablar de relaciones pasadas para…

      —Todos los incidentes que han tenido lugar desde que volviste a Tumble Creek, y exactamente, por qué piensas que Cameron no puede ser el responsable.

      —Ah, eso es más coherente. Bueno, entonces, nosotros… ¿estamos bien?

      Él quería decir que no. Por supuesto que no estaban bien. Ella no confiaba en él y seguía ocultándole sus secretos, y le revelaba las cosas solo cuando se veía obligada a ello, y se escondía tras un muro de sentido del humor y distancia.

      Pero no podía decírselo cuando ella lo estaba mirando con aquellos ojos llenos de soledad.

      —Sí, estamos bien —dijo, y contuvo las ganas de abrazarla—. Cuéntamelo todo.

      Por supuesto, ella no lo hizo. Pero le contó algunas cosas.

      Ben llamó al oficial de Kasten para confirmar todo lo que pudo, y después, se vieron como habían empezado: con incertidumbre, seguramente en peligro y, muy pronto, en la cama.

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