Название: Sigmund Freud: Obras Completas
Автор: Sigmund Freud
Издательство: Ingram
Жанр: Зарубежная психология
Серия: biblioteca iberica
isbn: 9789176377437
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Durante largos años desempeñó Charcot en París la cátedra de Anatomía patológica; pero lo que le dio rápida fama, incluso en el extranjero, fueron sus conferencias y trabajos sobre Neuropatología; labor espontánea, que llevaba a cabo al margen de sus ocupaciones oficiales. Sin embargo, para la Neuropatología fue una fortuna esta dualidad, por la cual el mismo hombre de ciencia creaba, mediante la observación clínica, los cuadros patológicos, y demostraba luego en el tipo y en la forme frustrée la existencia de igual modificación anatómica como base de la enfermedad. Los resultados positivos, fruto de este método anatómico-clínico de Charcot, en el campo de las enfermedades nerviosas orgánicas, de las tabes, la esclerosis múltiple, la esclerosis lateral amiotrófica, etcétera, son generalmente conocidos. Con frecuencia se precisaban largos años de paciente espera hasta descubrir en estas afecciones crónicas la modificación orgánica, y sólo en un hospital de las condiciones y características de la Salpêtrière podía observarse y conservar a las enfermas a través de tanto tiempo. Sin embargo, y por una singular casualidad, Charcot realizó la primera demostración de este género antes de su entrada en la Salpêtrière. El azar llevó a su casa, en sus tiempos de estudiante, a una criada que padecía de singular temblor, y cuya consiguiente falta de seguridad en el manejo de los utensilios domésticos le dificultaba encontrar colocación. Charcot reconoció en su estado la paralysie choreiforme, descrita ya por Duchenne, pero de la que no se sabía el origen, y conservó a su servicio a la interesante criada, no obstante representar una pequeña fortuna los platos, tazas y copas que rompía, hasta que la muerte le permitió comprobar que la paralysie choreiforme era la expresión clínica de la esclerosis cerebro-espinal múltiple.
La Anatomía patológica presta a la Neurología un doble auxilio. A más de descubrir las alteraciones patológicas, fija su localización, y todos sabemos que en los dos últimos decenios ha sido este último tema uno de los que más interés han suscitado, realizándose en él grandes progresos. Charcot colaboró grandemente a esta labor, aunque no se deban a él los descubrimientos más importantes. Al principio siguió las huellas de nuestro compatriota Tuerck, cuyas investigaciones no hallaron ambiente muy favorable entre nosotros, y que luego, al surgir las dos grandes novedades, iniciadoras de una nueva época para nuestro conocimiento, de la «localización de las enfermedades nerviosas» -los experimentos de Hitzig-Frisch y los descubrimientos de Flechsig-, realizó con sus conferencias una meritísima labor, encaminada a conciliar con la clínica las nuevas teorías. Por lo que especialmente respecta a la realización del sistema muscular con la zona motora cerebral, recuerdo cuán largo tiempo permanecieron indecisas la naturaleza y la tópica de esta relación (representación común de ambas extremidades de los mismos lugares, representación de la extremidad superior en la circunvolución central anterior y de la inferior en la posterior, o sea ordenación vertical), hasta que continuadas observaciones clínicas y experimentos de estímulo y extirpación, realizados en sujetos vivos con ocasión de intervenciones quirúrgicas, decidieron la cuestión a favor de Charcot y Pitres, según los cuales el tercio medio de las circunvoluciones centrales integraba el centro correspondiente a las extremidades superiores, y el tercio superior, el de las inferiores, existiendo, por tanto, una ordenación horizontal de la región motora.
No sería posible demostrar por medio de una enumeración detallada la importancia de Charcot para la Neuropatología, pues en los dos últimos decenios no ha habido muchos temas de alguna significación en cuyo planteamiento y discusión no haya participado ampliamente la «escuela de la Salpêtrière», la cual era, claro está, Charcot mismo, que con su amplia experiencia, la luminosa claridad de su exposición y la plástica de: sus descripciones, se transparentaba siempre en las obras de sus discípulos. Entre los médicos y estudiantes que Charcot atrajo a sí e hizo partícipes de sus investigaciones, hubo varios que se elevaron hasta la consciencia de su individualidad y adquirieron renombre personal, llegando algunos de ellos a emitir juicios que el maestro consideró más ingeniosos que exactos y combatió, no sin cierto sarcasmo, en sus conversaciones y conferencias, pero sin que jamás se alterasen por ello sus afectuosas relaciones con los criticados. Deja, en efecto, Charcot tras de sí una legión de discípulos cuya calidad intelectual, de la que muchos han dado ya afortunadas pruebas, garantiza que la Neuropatología no descenderá tan pronto en París del nivel al que Charcot la ha hecho elevarse.
En Viena hemos tenido ya repetidas ocasiones de comprobar que la importancia intelectual de un profesor académico nos trae consigo necesariamente aquel influjo sobre las jóvenes generaciones que se exterioriza en la creación de una escuela importante y numerosa. Si Charcot fue mucho más feliz a este respecto, hemos de atribuirlo a sus cualidades personales, al intenso atractivo de su figura y de su palabra, a la amable franqueza que caracterizaba su conducta para con todos en cuanto el trato había traspasado su primer estadio de desconocimiento mutuo, a la afabilidad con que ponía a disposición de sus discípulos todo cuanto éstos precisaban y a la fiel amistad que supo conservarles toda su vida. Las horas que pasaba en su clínica, dedicado a la observación de los enfermos, eran horas de cordial intercambio de ideas con todo su estado mayor médico. Jamás se aisló en estas ocasiones. El más joven y menos significado de los internos encontraba siempre ocasión de verle trabajar, y de esta misma libertad gozaban también los extranjeros, que en épocas ulteriores no faltaban nunca en su visita. Por último, cuando la señora de Charcot, secundada por su hija, muchacha inteligentísima y de gran semejanza física y espiritual con su padre, abría las puertas de su hospitalario hogar a una escogida sociedad los invitados hallaban siempre en torno del maestro, y como formando parte de su familia, a sus discípulos y auxiliares .
Los años 1882 y 1883 trajeron consigo la estructuración definitiva de la vida de Charcot y de su labor científica. Francia reconoció en él una gloria nacional, y el Gobierno, a la cabeza del cual se hallaba Gambetta, antiguo amigo de Charcot, creó para éste una cátedra de Neuropatología en la Facultad de Medicina, a la cual se transfirió Charcot, dejando la de Anatomía patológica y una clínica, auxiliada por diversos institutos científicos, en la Salpêtrière. «Le service de monsieur Charcot» comprendió entonces, a más de las antiguas salas para enfermas crónicas, varias salas clínicas, en las que fueron admitidos también hombres; una gigantesca ambulancia, la consultation externe, un laboratorio histológico, un museo, una sala de electroterapia, otra para enfermos de los ojos y de los oídos y un estudio fotográfico propio; instituciones que permitían ligar duraderamente y en puestos fijos en la clínica a los auxiliares y discípulos de Charcot. El vetusto edificio, de dos pisos, con sus patios circundantes, nos recordaba singularmente nuestro Hospital General de Viena; pero aquí cesaban las analogías. «Nuestro local no es ciertamente muy bonito -decía Charcot a los visitantes-, pero encontramos en él sitio para todo.»
Charcot se hallaba en el cenit de su vida cuando el Gobierno francés puso a su disposición todos estos medios de enseñanza e investigación. Era un trabajador infatigable; a mi juicio, el más aplicado siempre de toda la escuela. Su consulta privada, a la que acudían enfermos de todos los países no le hizo descuidar ni un momento sus actividades pedagógicas e investigadoras. El extraordinario número de enfermos que a él afluía no se dirigía tan sólo al famoso investigador, sino igualmente al gran médico y filántropo, que siempre sabía hallar algo beneficioso para el enfermo, adivinando cuando el estado de la Ciencia no le permitía saber. Se le ha reprochado repetidamente su terapia, que, por su riqueza de prescripciones, tenía que repugnar a una consciencia racionalista. Pero ha de tenerse en cuenta que no hacía sino seguir los métodos usados en su tiempo y esfera de acción, aunque sin abrigar grandes ilusiones sobre su eficacia. Por lo demás, su actitud con respecto a la terapia no era nada pesimista, y nunca se negó a ensayar en su clínica nuevos métodos curativos. Como pedagogo, Charcot era extraordinario; cada una de sus conferencias constituía una pequeña obra de arte de tan acabada forma y exposición tan penetrante, que era imposible olvidarlas. Rara vez presentaba en sus lecciones un solo enfermo. Por lo general, hacía concurrir a toda СКАЧАТЬ