Aquiles. Gonzalo Alcaide Narvreón
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Название: Aquiles

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Aquiles

isbn: 9788468548722

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СКАЧАТЬ manera no llego –dijo Adrián riendo.

      –Imagino que no –dijo Aquiles.

      –Contame algo que se pueda contar del viaje –dijo Adrián.

      –Mejor te cuento lo que no se puede contar –dijo Aquiles, escuchando que sus mujeres estaban hablando vivamente en la cocina.

      –¿Qué pasó? –preguntó Adrián.

      –Venía todo bien, tranquilos, lo habíamos dejado en claro antes de viajar; estábamos enfocados en el trabajo y más allá de algunas que otras cosas que me di cuenta que no las hacía adrede, todo dentro de los que habíamos ido a hacer –dijo Aquiles.

      –Contá boludo… ¿cosas como que? –preguntó Adrián.

      –Nada… Imaginate que Alejandro vive solo y que está acostumbrado a manejarse con absoluta libertad; de repente, salía de la ducha y regresaba a la habitación completamente en pelotas, como si estuviese en su departamento y solo, cosa que obviamente no me iba a horrorizar, pero que sí me ponía medio incómodo por lo que había sucedido –dijo Aquiles.

      –Y sí, es comprensible –dijo Adrián.

      –Eso se lo dije, y a partir de ahí dejó de hacerlo y se ataba un toallón a la cintura para caminar hasta su cama. La verdad es que se venía portando bien.

      –Bueno, bien entonces –dijo Adrián.

      –Si… Además de eso, solo había sucedido algo medio incómodo que tampoco había sido hecho adrede por ninguno de los dos –dijo Aquiles.

      –¿Se agarraron las pijas? –dijo Adrián riendo.

      –No boludo… pará. Un día, antes de salir para tribunales, a Alejandro no le salía el nudo de la corbata, por lo que le ofrecí hacérselo. Estaba parado frente a él y cuando tiré para ajustárselo, medio que perdió el equilibrio, se vino hacia mí y nuestros bultos de apoyaron… No me sonó a que lo hubiese hecho a propósito, pero fueron unos segundos de incomodidad –dijo Aquiles.

      –Huy… picante –dijo Adrián.

      –Lo picante mal fue lo que sucedió la última noche –dijo Aquiles.

      –¿Cómo te fue en el viaje? –preguntó Inés, acercándose al estar con bandejas en la mano que dejaba sobre la mesa ratona.

      Adrián hizo un gesto como maldiciendo su interrupción, sabiendo que se venía una historia caliente.

      –¡Huy!, ¡qué bien que se ve esto! –dijo Aquiles, al ver los pancitos caseros rellenos con quesos, rodajas de aguacate, jamón y salmón.

      –Todo hecho por mis hábiles manos –dijo Inés.

      –Una maestra… –dijo Aquiles, que agregó– el viaje bien, la verdad es que nos salió redondo y encima pude conocer algo de un lugar al que jamás había ido.

      –Viste que imponente es ver las montañas nevadas al lado del mar –dijo Adrián.

      –Justamente es lo que le contaba a Marina… para hacer tiempo antes del vuelo, hicimos una excursión de unas horas a una isla en el medio del Beagle y lo imponente es la vista que tenés desde ahí.

      –Nena, después de que nazcan los críos y que dejemos de amamantarlos, se los dejamos a estos dos que ya fueron y nos vamos solas a conocer el extremo sur –dijo Inés, dirigiéndose a Marina, que aparecía en el estar cargando una bandeja con vasos, copas y bebidas.

      –Dale, lo hacemos –respondió Marina, mientras que apoyaba la bandeja sobre la mesa.

      Adrián y Aquiles se miraron e hicieron un gesto como diciéndose “no lo van a hacer…”

      –¿Te vas a dejar la barba? –preguntó Adrián.

      –No, me afeité el jueves y llevo dos días sin hacerlo, me crece rápido… va, quizá sí me la deje, no sé –respondió Aquiles.

      –¿Le contaste a tu amigo sobre tu gran cena junto a la “Hight Society inglesa”? –preguntó Marina.

      –¿Que cena?, ¿te estás codeando con la Realeza Británica? –preguntó Inés sonriendo.

      –No, no me comentó nada –dijo Adrián.

      –No –respondió Aquiles riendo, y agregó– sucede que el litigio en cuestión, que era por un tema de posesión de tierras y que llevaba ya un tiempo, era entre nuestro cliente y una familia inglesa radicada en Tierra del Fuego, que hasta donde yo sé, nada tienen que ver con la Realeza.

      –Ah, mirá vos… –dijo Inés.

      Finalmente, después de tantos idas y vueltas, esta familia decidió llegar a un acuerdo extrajudicial, porque recibieron una oferta de compra de otro negocio, por parte de un holding internacional y no les servía que las negociaciones los agarrasen estando en medio de un litigio judicial. Aparentemente, al líder de la familia le caímos en gracia, fundamentalmente, Alejandro, que es muy sociable … –dijo Aquiles, que fue interrumpido por Inés.

      –Alejandro es tu empleado del video chat… –dijo.

      –Alejandro, el abogado penalista, sí –dijo Aquiles, con la intención de poner los puntos sobre las íes, recalcando que, en todo caso, lo importante era que lo definiera su capacidad como profesional y no aquel episodio ya superado o sus preferencias sexuales.

      –El punto es que pensábamos regresar el jueves y el inglés nos invitó a cenar a su estancia. Por un tema digamos que de “diplomacia” y para no sonar descorteses, no nos quedó otra más que aceptar la invitación y quedarnos una noche más.

      –Me imagino… un sacrificio tremendo –dijo Adrián riendo, que agarraba una botella de Malbec y la descorchaba, sirviendo vino en dos copas.

      –No boludo, en serio… yo quería volver, pero no daba como para rechazar la invitación y, en definitiva, fue una experiencia que valió la pena –dijo Aquiles.

      –¿Linda la estancia? –preguntó Inés.

      –La estancia increíble… en verdad, era de noche y lo único que conocimos fue la casa que sí es increíble; una mansión de estilo Victoriano. Al regresar, el chofer nos contó que la había construido el abuelo del actual cabeza de familia y que habían traído los materiales desde Inglaterra. Obviamente que la “aggiornaron” y que cuentan con todas las comodidades de la modernidad, pero manteniendo las cosas originales.

      –¡Ah, con chofer y todo! –exclamó Inés.

      –¡Obvio! Los VIP somos tratados así –dijo Aquiles riendo y agregó– en verdad, las escenas de película comenzaron desde el momento en el que nos enviaron al chofer de la familia para que nos recogiera por el hotel. Estacionó en la puerta una tremenda camioneta Range Rover, el tipo bajó e ingresó al lobby preguntando por nosotros que ya estábamos esperándolo ahí. Nos presentamos, salimos y nos abrió la puerta de la camioneta para que ingresáramos; faltaban las cámaras y los flashes –dijo Aquiles.

      –Eso no me lo habías contado –dijo СКАЧАТЬ