Название: Aquiles
Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Aquiles
isbn: 9788468548722
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–Que hacés amor… ¿dónde estás? –escuchó que Malena preguntaba desde el estar.
–Me estoy dando una ducha, controlá las pizzas que puse en el horno, enseguida voy –gritó Alejandro, que tenía la cabeza recién enjabonada y estaba con los ojos cerrados.
Afuera, el sonido de los truenos anunciaba que la tormenta ya estaba encima de la ciudad, mientras que las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer, estrellándose con fuerza contra los vidrios de las ventanas.
Malena fue hacia la cocina, apagó el horno y se dirigió a la habitación.
Vio la ropa de Alejandro tirada en el piso y lo escuchó cantando bajo la ducha. La escena le produjo un espontaneo estado de excitación; comenzó a desvestirse, dejando sus prendas apoyadas sobre la cama y completamente desnuda, caminó hacia el baño e ingresó dentro de la bañera, sorprendiéndolo al agarrarle el miembro, sin que él se hubiese dado cuenta de su presencia.
Alejandro abrió los ojos.
–¡Me asustaste tonta! –exclamó Alejandro.
Sin darle tiempo como para que reaccionara, Malena, que parecía estar en un estado de calentura extrema, se colgó de su cuello con los brazos y luego de enroscarle la cintura con ambas piernas, literalmente, le devoró la boca.
–¡Pará loca!, ¡tenemos todo el fin de semana! –volvió a exclamar Alejandro, sintiendo que su miembro comenzaba a erectarse.
–El fin de semana acaba de comenzar, no perdamos tiempo –dijo Malena, ahogándolo con un profundo beso de lengua.
Alejandro sintió que su glande estaba apoyado sobre los labios de la vagina de Malena y percibió el calor que emanaba.
–Entrame –dijo Malena, aflojando un poco sus brazos como para que su cuerpo descendiera.
Alejandro elevó su pelvis, logrando que su miembro comenzara a penetrarla lentamente.
No era la primera vez que practicaban sexo de esa manera y Alejandro tenía los músculos de sus piernas y de sus brazos lo suficientemente desarrollados y entrenados como para sostener al pequeño cuerpo de Malena.
El agua tibia caía sobre ambos cuerpos, que se encontraban fundidos y disfrutándose uno del otro.
Alejandro giró, haciendo que la espalda de Malena quedara apoyada contra la pared y afirmándose sobre el piso de la bañera, comenzó con una seguidilla de embestidas cada vez más potentes.
Malena sintió el contacto de su espalda contra los fríos cerámicos que cubrían la pared, pero su calentura fue más fuerte y se entregó a pleno para disfrutar de ese momento de placer sexual.
Alejandro continuó con las embestidas y sintió como las uñas de Malena se clavaban en su espalda, mientras que emitía un gemido que fue seguido por un grito, anunciando que se encontraba en medio de un orgasmo.
Alejandro dejó fluir su energía y se concentró en su propio placer, logrando que, en tres o cuatro embestidas más, su esperma comenzara a fluir, provocándole una inmensa sensación de placer, que expresó por medio de un grito incontenible, mientras que sus piernas se aflojaban y comenzaban a temblar.
Malena bajó sus piernas, liberándole la carga y haciendo que el miembro de Alejandro saliera de su vagina.
–Bienvenido –dijo, mientras que volvía a comerle la boca y luego se arrodillaba para mamarle el miembro y limpiárselo con la lengua.
Agarró un toallón que ató sobre sus pechos y caminó directo al cuarto, como si nada hubiese sucedido y satisfecha por haber complacido sus propios deseos.
Alejandro permaneció por un momento bajo el agua y lavó nuevamente sus genitales. Cerró las llaves de agua, agarró un toallón, se secó y lo ató a su cintura.
Salió del baño y se encontró con Malena, que sentada en la cama y secándose el pelo, ya tenía puesta una bata blanca.
Alejandro disfrutaba de ese tipo de detalles y utilizaba su dinero para comprar cosas que lo hicieran sentir bien y que le generasen placer; una de ellas justamente, era el detalle de tener un juego de batas blancas para ser utilizadas por él y por quien quiera que fuese su compañía.
–¿Qué tal tu semana? –preguntó Alejandro, como si lo ocurrido hacía apenas unos minutos se hubiese tratado de sólo un trámite que había concluido y ya, a otro tema.
–Bien, bastante estudio, se vienen los parciales, pero todo bien –respondió Malena, que preguntó– ¿y tu viaje?
–Todo bien, nos salieron las cosas redondas y muy lindo el lugar –respondió Alejandro, sin explayarse demasiado. En todo caso, ya habría tiempo como para hacerlo, si es que tuviese ganas y si Malena se mostrase interesada.
–Bien, me alegro –dijo Malena.
Alejandro dejó caer el toallón y caminó hacia el vestido. No le resultaba cómodo cenar vestido con una bata, por lo que decidió cambiarse y ponerse algo cómodo. Como copiándose de Aquiles, se puso un bóxer, una remera de mangas largas, un buzo, un jogging y medias abrigadas.
–¿Cenamos? –preguntó al regresar al cuarto.
–Dale –respondió Malena.
Fueron hacia la cocina. Mientras que Alejandro sacaba del freezer las latas que había puesto y agarraba un par de platos y de vasos para llevar a la mesa ratona del estar, Malena sacaba del horno las pizzas que aún se mantenían calientes.
Se sentaron sobre uno de los sillones, encendieron la TV y comenzaron a disfrutar de la cena.
–¿Qué onda tu jefe? –preguntó Malena.
Alejandro no entendía exactamente hacia donde apuntaba concretamente la pregunta; lo que sí le había quedado claro desde aquel sábado en el que los había presentado ahí mismo luego de la carrera, es que ella le había puesto el ojo encima y quien sabe las cosas que había imaginado con su cabecita sexópata y desprejuiciada.
–¿Qué onda en qué sentido? –preguntó Alejandro, pensando en si contarle todo lo que realmente había sucedido, o si acotar el relato obviando esa parte de su intimidad.
Pensó en que tampoco le había contado lo sucedido en Brasil con Facundo, aunque la situación había sido absolutamente diferente, porque de por medio había estado otra mujer y si bien ellos llevaban una relación que implícitamente era abierta, jamás se habían contado con quien habían estado en la cama.
También habían vivido la experiencia del trio compartido aquel día en el que Malena le había llevado al departamento a un compañero de la facultad y habían terminado los tres en la cama.
–En general, qué se yo… creo que es la primera vez que viajan juntos, ¿no? e imagino que uno termina entablando una relación un poco más fluida, menos jefe/empleado y más amigos, no sé, digo… –dijo Malena.
–Ah, sí… es la primera vez, re buena onda Aquiles, bien. En verdad, con el tema de los encuentros de fútbol y de las clases de windsurf, СКАЧАТЬ