Aquiles. Gonzalo Alcaide Narvreón
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Название: Aquiles

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Aquiles

isbn: 9788468548722

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СКАЧАТЬ de contarle lo que había sucedido la última noche, no haría otra cosa más que calentarla y motivarla como para que se le fijara la idea de hacer un trio con ellos dos.

      Quizá, si en otro momento se daba la situación y él se sintiese con ganas de abrir el juego, se lo terminaría contando, no tendría ningún problema en hacerlo. Por el momento, sintiéndose realmente cansado, prefirió desviar la conversación para otro lado y comenzó a contarle sobre la cena en la estancia de los Evans y sobre la excursión por el Canal de Beagle, cosas que, probablemente, a Malena no les interesarían demasiado.

      Terminaron de cenar en medio de conversaciones sin demasiada trascendencia y ya siendo las dos de la mañana, con la fuerte tormenta golpeando a la ciudad, llevaron todo a la cocina y fueron hacia el dormitorio.

      Malena tuvo la intención de iniciar una segunda sesión de sexo, por lo que, al salir del baño, se deslizó entre las sabanas y se acercó al cuerpo desnudo de Alejandro, le agarró el miembro, pero no hubo reacción. Alejandro ya estaba dormido y se sentía realmente agotado como para dar respuesta a los deseos de Malena.

      Entendiendo el mensaje, giró su cuerpo, abrazó la almohada y se quedó dormida.

      Reunión distendida

      Aquiles había ocupado lo poco que quedaba de la mañana en meter en el lavarropas todo lo que había usado en el sur, ropa que tenía prolijamente separado en una bolsa, y en ordenar en el vestidor lo que no había usado.

      A pesar de que no había descansado muy bien, se sentía con energía, contento de estar nuevamente en su hogar y con el clima que acompañaba de manera ideal como para hacer absolutamente nada.

      –Muero por unos ravioles de ricota con nueces, pero me da fiaca salir con esta lluvia –dijo, sentándose en el comedor diario, donde Marina leía el diario.

      –Que rico, voy yo –dijo Marina.

      –No, no… me pongo unas zapatillas y voy yo –respondió Aquiles, que en menos de diez minutos estaba caminando por la vereda en camino hacia la casa de pastas.

      Luego del almuerzo, que acompaño con una copa de vino tinto y que culminó con el helado que aún quedaba en el freezer, se tiraron a ver TV en los sillones del estar y se quedó profundamente dormido.

      Despertó con el sonido de la voz de Marina, que estaba hablando por teléfono desde el comedor diario. Por el contenido de la conversación, sin duda alguna, hablaba con Inés.

      Agarró su celular que había dejado sobre la mesa ratona y vio que tenía dos mensajes de Adrián, preguntándole si tenían ganas de reunirse a la noche.

      Marina se acercaba al estar con el teléfono en la mano y al verlo a Aquiles despierto dijo:

      –Pará que le pregunto… Estoy hablando con Inés, me pregunta si tenemos ganas de reunirnos esta noche.

      –Acabo de leer el mensaje que me envió Adrián. Yo cero ganas de salir, pero si ellos tienen ganas de venir, ningún problema –respondió Aquiles, que se había quedado intrigado con lo que fuese que Adrián tenía para contarle, más allá de que era improbable que pudiesen encontrar el espacio como para hablar en privado.

      –Me dice que no tiene problema, pero que no quiere salir, así que, si se quieren venir, vengan y si no, lo dejamos para otro momento –dijo Marina, dirigiéndose a Inés.

      Continuaron hablando por unos minutos y colgaron.

      –Vienen para acá y traen todo, porque Inés estuvo cocinando tartas y tortas –dijo Marina.

      –Genial, con lo rico que cocina –respondió Aquiles desperezándose.

      “Las chicas ya arreglaron, después nos vemos” escribió Aquiles respondiendo a los mensajes de Adrián.

      –¿Tomamos unos mates? –preguntó Marina desde la cocina.

      –Prefiero un café con leche –dijo Aquiles, entrando a la cocina y en medio de un bostezo.

      –Dormiste como tres horas –dijo Marina.

      Aquiles miró el reloj en la pared y se dio cuenta de que efectivamente, ya eran casi las seis de la tarde.

      –Falta de sueño y cansancio acumulado; creo que ya me puse al día –dijo Aquiles, que se sentó a disfrutar del café con leche que le había preparado Marina.

      –No para de llover –dijo.

      –Y anuncian que mañana va a seguir igual –dijo Marina.

      –¡Qué lástima! –exclamo Aquiles, haciendo un gesto como expresando que, en verdad, estaba feliz de que continuase lloviendo.

      –El martes tenemos la ECO y sabremos el sexo de nuestro hijo –dijo Marina.

      –Sí, lo tengo agendado –respondió Aquiles.

      –¿Alguna intuición? –preguntó Marina.

      –La verdad es que ninguna, no pienso demasiado en ese tema –dijo Aquiles.

      –Es varón –dijo Marina, como si estuviese absolutamente segura.

      –Bueno, el martes lo sabremos… me voy a dar una ducha rápida –dijo Aquiles, que luego de terminar con su café con leche, se levantó y se dirigió hacia el baño.

      Parado bajo la flor de la ducha y sintiendo la tibia lluvia de agua que caía sobre su cuerpo, comenzó a reflexionar sobre la manera en la que venía transitando y aceptando sin demasiados conflictos ni cuestionamientos lo que acababa de vivir junto a Alejandro. Le sorprendía la calma con la que estaba enfrentando al hecho de haber experimentado algo que en su vida hubiese imaginado que iba a vivir.

      Luego de unos breves minutos de reflexión, cerró las llaves, salió con toallón en mano, se secó y caminó hacia el vestidor; agarró un bóxer, medias y remera limpias y se puso el mismo pantalón y buzo que se había puesto a la mañana. No tenía la más mínima intención de ponerse siquiera un jean y mucho menos calzado.

      Sin ganas de hacer nada más que descansar y relajarse, con control remoto en mano, se tiró nuevamente en un sillón del estar y encendió la TV para buscar algo que lo entretuviese.

      Pensó en Marcos y en Félix, aunque no tenía siquiera sentido preguntarle a Marina si les había dicho algo a Paula y a Sofía, porque sabía que no; además, realmente tenía ganas de pasar una noche tranquila, y con Adrián e Inés estaba bien.

      Apenas pasadas las siete y treinta sonó el portero.

      –Son los chicos –gritó Marina desde la cocina.

      –Bajo –dijo Aquiles, que fue a agarrar zapatillas y salió del departamento, para regresar junto a la pareja de amigos, cargando algunos paquetes sobre sus manos, mientras que Adrián cargaba botellas e Inés el paquete con la torta.

      Fueron directo a la cocina para dejar todo y se saludaron con Marina.

      Aquiles se había quedado sorprendido por el rápido crecimiento de la panza de Inés, a quien aún le faltaban СКАЧАТЬ