Название: Aquiles
Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Aquiles
isbn: 9788468548722
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Aguardó unos instantes y aún sin haber podido eyacular, giró para dejarla tendida sobre la cama y posicionándose detrás de ella, la penetró lentamente, concentrándose en lograr su propio placer.
Le llevó unos cinco minutos de ejercicio pélvico el alcanzar su propio orgasmo, que, por cierto, le había resultado muy placentero y durante el que Marina había logrado alcanzar un nuevo orgasmo. Por las condiciones en las que había quedado la sabana, claramente había eyaculado, algo que no a todas las mujeres les sucedía.
Permanecieron un rato recostado boca arriba, disfrutando de la distención que ambos habían logrado alcanzar.
–Dejaste todo mojado –dijo Aquiles luego de un rato de permaneces callados.
–Sí, un enchastre… así me pone tu pingüino –respondió Marina.
Aquiles sonrió por el comentario y por el nuevo apodo utilizado por su mujer para referirse a su miembro.
Ambos se incorporaron y mientras que Aquiles se dirigía al baño para ducharse, Marina sacaba las sábanas y las llevaba al lavadero para meterlas en el lavarropas.
–Me parece que este fin de semana nos vamos a quedar adentro ¿no? –dijo Marina ingresando al baño, metiéndose bajo la ducha y dándole un tierno beso en los labios.
–La verdad es que está horrible y no da como para salir, a no ser que tengas ganas de ir al cine o a la casa de alguien, no sé –respondió Aquiles.
–No, la verdad es que no, aunque “al mal tiempo, buena cara” dice el refrán… habíamos hablado con Inés sobre la idea de que quizá nos podríamos ver durante el fin de semana, pero fue antes de saber que el clima iba a estar así de horrible y dependía de tu llegada y de tus ganas –dijo Marina.
–Yo anoche crucé unas palabras con Adrián mientras que venía para acá y tiramos la idea de que quizá podíamos vernos el fin de semana, pero sólo eso… quedamos en que hablaríamos –dijo Aquiles, saliendo de la bañera.
–Bueno, vamos viendo… ¿Vos vas a bajar a nadar? –preguntó Marina.
–La verdad es que ahora no tengo ganas, aunque realmente debería, porque comí toda la semana con ganas y desde el martes que no hago nada de ejercicio –respondió Aquiles, secándose con un toallón, que luego ató a su cintura y pensando en que, efectivamente, sólo el lunes había ido al gimnasio, por lo que el marte por la mañana, antes de viajar, había bajado a nadar y ese había sido su último espacio dedicado para hacer deporte.
–Bueno, relajate y el lunes arrancás nuevamente con tu rutina –respondió Marina.
–Por cierto, hablando de comida, te traje dos cajas de chocolates que dejé en la mochila –dijo Aquiles, saliendo del baño y dirigiéndose hacia el vestidor.
Por como pintaba el día, eligió vestirse con una remera térmica de mangas largas, sobre la que se puso un buzo liviano, eligió un bóxer de algodón ajustado y de piernas largas, sobre el que se puso un jogging bien cómodo. Cubrió sus pies con medias de algodón abrigadas y pensó en que, muy probablemente, así permanecería por el resto el día.
No había horarios ni obligaciones, solo tiempo para el relax, el placer y quizá, para la reflexión.
Capítulo 3
Alejandro y Malena
Tras un viaje callado y sin haber intercambiado casi palabra alguna con el conductor, cosa extraña y poco frecuente en él, Alejandro había llegado a su departamento.
Durante el trayecto, le había enviado mensaje a Malena diciéndole que ya estaba en Buenos Aires y preguntándole si iba a ir a pasar la noche con él. Malena le había respondido que aún no había cenado, por lo que, si él tenía ganas, se daba una ducha, salía para allí y pedían algo para comer juntos.
Alejandro le dio el Ok y adelantándose, envió un WhatsApp a la pizzería haciendo el pedido, con la idea de tener la cena en su departamento cuando llegase Malena.
También le había enviado el mensaje a Aquiles deseándole que descansara bien, y había recibido como respuesta un simple “Gracias, lo mismo para vos…” que le había resultado algo frío y distante, aunque viniendo de Aquiles, no sabía muy bien por qué razón debía haber esperado otra cosa. Más allá de que la relación entre ellos se había hecho más suelta y fluida, Aquiles solía tener un trato bastante seco y distante, que muchas veces lo hacían parecer hasta antipático, aunque realmente no lo fuese.
Llegó al edificio y bajó del auto con su maletín en la mano y con la mochila colgando de un hombro, agarró su valija del porta equipaje, abonó el viaje e ingresó al edificio, donde, al igual que a Aquiles, el personal de seguridad lo aguardaba con la puerta abierta.
Subió al ascensor y apretó el botón del piso quince. El ascensor se detuvo, Alejandro salió e ingresó a su departamento. La imagen que tuvo frente de él, le resultó entre cautivante y atemorizante. La señora encargada de hacer la limpieza, que era una persona de confianza de sus padres y que iba un par de veces por semana a su departamento, había dejado los blackouts recogidos, por lo que, desde esa altura y con vista abierta hacia el este, mirando de frente hacia el río, se observaba el espectáculo de las nubes avanzando en forma de rodillos, con el horizonte iluminado por continuas descargas eléctricas y en el parque del otro lado de la avenida, las copas de los árboles danzando de un lado al otro a merced del viento. Sin duda alguna, se trataba de una tormenta fea que en pocos minutos golpearía a la ciudad.
Dejó la valija y la mochila en la cocina, al lado del lavarropas; ya se ocuparía de separar la ropa limpia de la usada. Fue hacia el mueble que escondía la caldera, abrió la puerta y apretó el botón para encender el piso radiante, ya que, al salir hacia el aeropuerto, la había apagado, porque no tenía certeza sobre cuando regresaría y le pareció que no tenía sentido gastar gas, quedando el departamento vacío. Luego de varios días en los que la temperatura se había mantenido por debajo de los 10º C, los ambientes se sentían realmente fríos.
Terminado con el trámite, fue hacia el dormitorio, donde dejó la funda con el traje y el maletín y aprovechó para ir al baño a orinar, cosa que venía postergando desde que había desembarcado.
Le envió un mensaje a Malena diciéndole que se apresurara, porque se aproximaba una tormenta fea y contándole que ya había encargado pizzas.
Pasados quince minutos, sonaba el timbre, anunciando que el delivery estaba abajo. Alejandro atendió y dio el Ok al personal de seguridad como para que lo dejasen subir.
Recibió las cajas, le dio propina al muchacho y fue hacia la cocina para dejar las cajas dentro del horno, que encendió a temperatura mínima como para mantener la comida caliente y puso cuatro latas de cerveza en el freezer.
En diez minutos, sonaba nuevamente el timbre y Alejandro atendía, dando la autorización para que Malena ingresara al edificio; fue hacia la puerta y la dejó entornada. Mientras que Malena subía, aprovechó para ir nuevamente hacia el baño con la intención de darse una rápida ducha que lo ayudara a quitarse el día de encima.
Como siempre le sucedía, parte de su cansancio era producto de la tensión que le genera el tener que subirse a un avión.
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