Название: Deseo en la toscana - Sin piedad - Un magnate despiadado
Автор: Susanne James
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Omnibus Bianca
isbn: 9788413486130
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–¿Por qué? –preguntó de inmediato–. Con la orientación adecuada, podrías tener una carrera impresionante. Me he relacionado con cantantes, músicos y artistas toda la vida… No te estoy diciendo esto a la ligera.
–¡Pero yo no quiero una carrera impresionante! Lo que quiero es poder enseñar música a los niños, como hacía antes. Si pudiera permitírmelo, lo haría gratis.
Desconcertado por aquella inesperada y apasionada respuesta, Fabian alzó las cejas. No era una exageración decir que la gente de aquella época idolatraba la fama y la fortuna y, sin embargo, a pesar de poseer un evidente talento, aquella delgada joven parecía preferir dedicarse a enseñar a niños. Hacía tiempo que nadie le intrigaba tanto. Sin duda, su ex mujer jamás habría hecho gala de tal altruismo y generosidad. ¡Más bien lo contrario!
Pero Fabian no quería pensar en la avariciosa y falsa Domenica. En aquellos momentos era Laura quien tenía toda su atención.
–Es admirable que estés dispuesta a hacer desinteresadamente lo que te gusta… aunque sea una actitud un tanto ingenua. ¿Eres consciente de que podrías hacerte bastante rica con una voz como la tuya? Jamás tendrías que volver a preocuparte por el dinero.
–Ya te lo he dicho –Laura se agachó para tomar sus sandalias y, tras ponérselas, miró a Fabian–. No estoy interesada en seguir una carrera de cantante. Soñé con ello hace mucho, cuando era una jovencita, pero con el paso del tiempo descubrí que sentía más pasión por enseñar. Puede que nunca me haga rica, pero la riqueza no me atrae tanto como a otras personas. ¡No todo el mundo se siente tan cautivado por el dinero! –se mordió el labio, repentinamente ansiosa–. Lo siento. No pretendía resultar ofensiva.
–No lo has sido.
–Mis necesidades son sencillas… a eso me refiero. Si no te importa, creo que voy a retirarme ya. Quiero empezar a trabajar temprano mañana por la mañana.
–Ya has trabajado bastante hoy. No es necesario que mañana empieces antes de lo normal.
–Si tú lo dices.
–¿Y tu novio? Seguro que querrá que aproveches al máximo tu excepcional talento.
Laura pareció momentáneamente desconcertada por la pregunta.
–No hay ningún hombre en mi vida, aparte de mi padre.
–¿Y no quiere que…?
–Lo único que quiere mi padre es que sea feliz.
Laura alzó ligeramente la barbilla al decir aquello y sus pálidos ojos adquirieron una expresión desafiante. Al captar aquella inesperada fuerza de carácter, Fabian comprendió que no debía ir más allá.
Incapaz de pensar en otra excusa para retenerla allí, metió la mano en un bolsillo e inclinó brevemente la cabeza.
–En ese caso, nos vemos por la mañana, Laura. Que duermas bien.
–Lo mismo te digo.
Laura apartó de Fabian su mirada de luz de luna y al pasar junto a él dejó una estela de perfume a la vez sensual e inocente.
Fabian permaneció durante un largo momento donde estaba, como si le hubieran soldado los pies al suelo.
–Los farolillos deben colgar de los árboles a ambos lados, para que el sendero quede bien iluminado cuando empiecen a llegar los invitados.
Laura estaba dando explicaciones en una mezcla de inglés e italiano a dos serviciales trabajadores que estaban con ella en el despacho cuando Fabian entró con una taza de café en la mano. Estaban en sus dominios, y Laura no había visto nunca un despacho más elegantemente decorado. Era casi dos veces más grande que el de Carmela y estaba lleno de los más exquisitos objetos de arte.
–Buongiorno!
Fabian incluyó a todo el mundo en su saludo, pero su mirada se detuvo en Laura, que fue incapaz de apartar la suya de aquellos intensos ojos azules.
–¿Has dormido bien? –preguntó Fabian.
–Sí, gracias… ¿y tú?
–Como un bambino.
Los labios de Fabian se curvaron en la sonrisa más juvenil y cautivadora que Laura había visto en su vida. El sol, que entraba a raudales por los ventanales que había tras él, lo iluminaba con un deslumbrante halo dorado.
–¿De verdad? –murmuró Laura.
–Anoche escuché cantar a un ángel –la expresión de Fabian era deliberadamente provocativa y Laura no pudo evitar sonrojarse. Parecía sugerir que compartían un secreto… un secreto que, de algún modo, le hacía estar en su poder–. Me acosté con el sonido de su exquisita voz aún resonando en mis oídos… bella –Fabian se besó los dedos unidos en extravagante gesto y su sonrisa se ensanchó.
Los dos trabajadores sonrieron al escucharlo y asintieron manifestando su aprobación. Mientras, Laura sintió que su cuerpo temblaba con tal fuerza que temió que todos fueran a notarlo.
–Ayer la casa estuvo llena de música exquisita –dijo y, sonriendo con el gesto más despreocupado que pudo, se volvió hacia los trabajadores–. Ya sabéis lo que tenéis que hacer, ¿no? –añadió en un tono ligeramente autoritario a la vez que se cruzaba de brazos–. Los farolillos están listos en el almacén. Llegaron ayer y ya he comprobado que están todos los que fueron encargados. Avisadme cuando terminéis para que vaya a ver qué tal han quedado. Grazie.
–Si, signorina.
El despacho quedó en silencio cuando los trabajadores salieron y Fabian ocupó pensativamente su asiento. Mientras deslizaba una crítica mirada por la figura y la piel de porcelana de su secretaria, notó que aquella mañana parecía más pálida que algunas de las esculturas de mármol de Miguel Ángel. ¿La habría disgustado con sus comentarios? En lo primero que había pensado aquella mañana al levantarse había sido en su voz, y no había dejado de pensar en ésta desde entonces.
–¿Por qué no te has reunido conmigo para desayunar?
–María me ha llevado amablemente café y fruta al dormitorio.
–¿Café y fruta? ¿Acaso tratas de morir de hambre? ¡No me extraña que estés tan delgada!
–No sucede nada malo con mi apetito. Disfruto de la comida como cualquier otro. Ésta es mi constitución natural.
–Seguro que muchas mujeres te envidian.
Fabian hizo aquel comentario sabiendo que normalmente prefería mujeres de formas más voluptuosas. Pero no podía negar que el pequeño tamaño de Laura era perfecto para su delicada estructura ósea.
–Lo dudo. Soy muy consciente de mi aspecto y sé que apenas hay nada que envidiar.
Sorprendido por su comentario de autodesprecio, Fabian no СКАЧАТЬ