Название: Deseo en la toscana - Sin piedad - Un magnate despiadado
Автор: Susanne James
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Omnibus Bianca
isbn: 9788413486130
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Laura pensó que tenía la mirada más intensa y perspicaz que había visto en su vida. No le habría gustado encontrarse en el pellejo de alguien que tratara de engañarlo. Pero entonces pensó en otra cosa. ¿Habría visto la cicatriz? ¿Sería eso lo que estaba mirando con tanta intensidad? Alzó instintivamente una mano para tocar los pálidos mechones dorados de su flequillo, repentinamente consciente de la desfiguración que había debajo. En aquel país de gente tan guapa, a Fabian Moritzzoni no debió de agradarle mirar a una mujer del montón afeada por una cicatriz. Laura deseó que terminara de hablar con Carmela y se fuera. Su confianza y empeño en hacer bien aquel trabajo no habían desaparecido, pero se habían visto ligeramente mermados.
–No necesito esperar a mañana para empezar a trabajar –dijo–. Si Carmela necesita que eche una mano de inmediato, por mí no hay problema. Quiero que pueda irse tranquila a disfrutar de su luna de miel, sabiendo que deja la situación en buenas manos. Cuanto antes me entere de lo que hay que hacer, mejor.
–¿Lo ves, Fabian? –dijo Carmela, sonriente–. ¡Te dije que no había nada de qué preocuparse teniendo a Laura aquí!
–Estoy seguro de que tienes razón.
Laura detectó un matiz en la inquietante mirada del italiano que pareció decir: «Me sentiré muy decepcionado si me fallas». Tembló por dentro y, cuando sus ojos se encontraron, necesitó armarse de todo su valor para no apartar la mirada.
Capítulo 2
DESDE que la orquesta y la compañía de ópera habían llegado aquella mañana, la casa y sus terrenos habían vibrado con el sonido de la música. Mientras escuchaba, maravillada, Laura deseó que los niños a los que había enseñado pudieran escuchar lo que estaba escuchando ella en aquellos momentos. A pesar de que sólo tenían seis o siete años, habían llegado a apreciar algunas de las piezas clásicas que ella les había hecho escuchar en clase, además de las que solía tocarles al piano. Pero hacía ya dos años que no enseñaba, algo que le producía una intensa sensación de vacío que no podía ser fácilmente colmado.
Hubo una época en el pasado en que soñó con convertirse en intérprete, pero tras descubrir la pasión que le producía enseñar música a los niños, decidió que su verdadera vocación residía en la enseñanza. Ahora, tras el periodo de obligado descanso y recuperación que había tenido que pasar después de su accidente, tendría que ponerse a buscar otra plaza de profesora. Tenía intención de redoblar sus esfuerzos en ese sentido en cuanto regresara de la Toscana, pero de momento se sentía allí en el séptimo cielo, en aquella exquisita mansión, echando una mano a una amiga. Su ánimo y moral ya habían mejorado gracias a la música que sonaba a su alrededor.
Mientras Carmela repasaba los planes para explicarle todo lo relacionado con la celebración, ella se ocupó de cosas más prácticas. No quería quedarse de brazos cruzados habiendo tanto que hacer. Todos aquéllos con los que se cruzaba tenía mil cosas que hacer, de manera que decidió ayudar allí donde viera que era más necesario.
Cuando, un rato después, fue a buscar a Carmela, la encontró aún ocupada haciendo algunas llamadas telefónicas de las que sólo ella podía ocuparse. Al ver que los empleados de la cocina estaban muy ocupados, les echó una mano llevando bandejas de bebidas y comida a los trabajadores que montaban el escenario en la marquesina más grande.
–Buongiorno, signorina Greenwood.
De regreso a la cocina con una bandeja de vasos vacíos, Laura se detuvo al escuchar el saludo de Fabian Moritzzoni.
–Buongiorno –contestó, consciente de que su voz no sonó especialmente firme.
Fabian vestía una camisa blanca de hilo, unos chinos de color crudo y llevaba unas gafas de sol en lo alto de su rubia cabeza. Su aspecto resultaba un tanto bohemio en comparación con el de hombre de negocios del día anterior, casi intimidatorio. Pero Laura no se dejó engañar; estaba segura de que era un auténtico tiburón de los negocios. Ser tan consciente de la cualidad carismática de aquel hombre podía suponer una incómoda distracción para aquel trabajo, pensó. Al reconocer la indefinible amenaza que podía representar para su paz mental, la parte aún sensible y dolida de su ser quiso retraerse de inmediato.
–Veo que ya estás metida de lleno en el trabajo. Organizar algo así da muchos quebraderos de cabeza, ¿verdad? –Fabian sonrió, utilizando aquel gesto con la confianza de un hombre acostumbrado a obtener la atención del mundo desde que era un bebé.
Junto a la suprema vitalidad que irradiaba, Laura se sintió como una pálida sombra a su lado.
Fabian había olvidado el delicado aspecto de la sustituta de Carmela. El día anterior se había quedado con la impresión de una piel pálida como la nieve y unos enormes ojos grises en un rostro menudo y delicado, pero aquella mañana su fragilidad se veía resaltada por la vista de un cuerpo tan delgado como la rama de un abedul a merced del viento. La blusa de muselina blanca y la ceñida falda que vestía atrajeron la atención de Fabian hacia su pequeña cintura, sus estrechas caderas y pequeños pechos, y hacia su flequillo rubio, con el que trataba de ocultar una cicatriz.
–¿Adónde vas con eso? –preguntó a la vez que señalaba la bandeja que sostenía Laura–. ¿A la cocina? Deja que la lleve yo. Parece bastante pesada.
Laura apartó la bandeja a la vez que se ruborizaba.
–Soy más fuerte de lo que parezco, señor Moritzzoni –respondió animadamente, y Fabian se sorprendió ante su vehemente respuesta–. Supongo que no querrá pagarme para que otro haga mi trabajo, ¿no? Además, no quiero entretenerlo. Seguro que tiene cosas más importantes que hacer.
–No me estás entreteniendo, y no pretendía ofenderte ofreciéndote mi ayuda. Simplemente me ha sorprendido verte ocupada en las tareas domésticas cuando esperaba que Carmela te hubiera asignado alguna actividad relacionada con la organización del concierto.
Laura se ruborizó aún más.
–Sólo pretendía ser útil mientras Carmela se ocupaba de unos detalles de última hora antes de ponerme al tanto de lo que voy a tener que hacer. Será mejor que lleve esto a la cocina para ver si ya ha acabado.
–No olvides que a mediodía todos paramos para la siesta… ¡por muy ocupados que estemos! Hace demasiado calor para trabajar.
–Gracias por recordármelo –replicó Laura tímidamente antes de alejarse.
–Piccolo fiocco di neve… pequeño copo de nieve –murmuró Fabian mientras la veía alejarse.
Mientras se tomaba un momento para recordar adónde se dirigía antes de encontrarse con ella, comprendió que el aspecto de Laura había atraído su atención tan enfáticamente como lo habría hecho una elegante mariposa en un inesperado momento de contemplativo y tranquilo deleite.
Al finalizar las actividades del día, Laura acompañó a Carmela a la piazza de la ciudad a comer con ella y su marido Vincente en uno de los restaurantes del lugar. El marido de Carmela era tan encantador y divertido como Laura había supuesto, y le gustó de inmediato.
Después, mientras los recién casados, que sólo tenían ojos el uno para el otro, tomaban el café, Laura salió a dar un paseo por la piazza y, tras apoyarse contra СКАЧАТЬ