La niña halcón. Josep Elliott
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La niña halcón - Josep Elliott страница 8

Название: La niña halcón

Автор: Josep Elliott

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Sombras sobre Skye

isbn: 9786075572239

isbn:

СКАЧАТЬ así que n-no fue m-mi culpa. Sólo cumplía con mi deber.

      —Fue un disparo muy atinado —anoté, tratando de ver lo positivo—. Si hubiéramos sido un barco enemigo, no habríamos tenido ninguna esperanza de salir de allí.

      La sonrisa que se asoma a su cara es tal vez la más genuina y verdadera de todas las que he visto.

      —Es cierto, t-tienes razón, Jaime… t-tienes razón.

      —Ahora debo hablar con Maistreas Eilionoir. Que tengas buena noche.

      —M-muy bien, Jaime. M-me voy. Adiós, Jaime.

      Se aleja, en dirección al centro del enclave. Entiendo la razón por la cual tanta gente pierde la paciencia con ella, pero no es justo en realidad. Además, por lo que alcancé a oír, los ancianos la despojaron del nombramiento de su ocupación. Eso, sumado a la forma en que nació, la hace tal vez la única persona del clan que pueda considerarse menos afortunada que yo.

      Llamo a la puerta, y Maistreas Eilionoir me invita a entrar con una especie de ladrido. Está sentada en el suelo con las piernas cruzadas, leyendo un libro empastado en piel. Ninguno de los otros ancianos lee mucho, pero ella insiste en que la lectura es importante. Es por ella que a todos se nos enseña a leer de niños. Aguardo a que termine la página.

      Cuando levanta la vista, la luz que emite el fuego hace que las sombras invadan su rostro. Le llena los pliegues de piel con líneas oscuras, haciendo que se vea aún más vieja, cosa que parece imposible.

      —Jaime-Iasgair —dice como si masticara mi nombre, con la boca apretada en una línea. A pesar de su naturaleza irritable, siempre me ha parecido la más fácil de abordar entre todos los ancianos.

      —Buenas noches, Maistreas Eilionoir —saludo—. Quisiera saber si podemos hablar.

      —Bueno, pues ya estás aquí, ¿cierto?

      —Tiene que ver con la Ceremonia.

      —Ya lo suponía. ¿Qué pasa con la ceremonia?

      —Que no puedo dejar de preguntarme a qué se debe que vaya a celebrarse.

      —Maighstir Ross te lo dijo: para tejer un vínculo más cercano con la isla de Raasay.

      —Eso lo sé, pero, ¿por qué los necesitamos? ¿Por qué justo ahora? Hemos sobrevivido sin su ayuda durante siglos —va a reñirme. Yo no debería estarla cuestionando así.

      Maistreas Eilionoir se pasa la lengua por los labios, aunque eso no les ayuda a verse menos resecos.

      —Lo que se te ha pedido que hagas no es insignificante, me doy cuenta de eso. Y eres un jovencito listo. Así que no voy a disimular y tratar de convencerte de que nada hay en juego más allá de lo que se te dijo. Hay fuerzas al acecho que amenazan todos y cada uno de los aspectos de nuestra existencia.

      —¿Se refiere a lo que pasó con Clann-na-Bruthaich?

      —¿Qué sabes tú de eso? —me increpa.

      —Nada, en realidad… apenas rumores… —Maistreas Eilionoir me mira enojada. Procuro esquivar su mirada—. ¿Es verdad que el clan entero desapareció?

      Durante un buen rato, la señora no dice una sola palabra. Luego, los ojos se le abren como platos, forzando a retroceder a las pequeñas arrugas que los aprisionan.

      —No puedo hablar acerca de Clann-na-Bruthaich, pero sí te aseguro que lo que les sucedió no va a pasarnos a nosotros, por ningún motivo. La Ceremonia es una precaución adicional. A cambio de tu matrimonio, los jefes de Raasay han aceptado entregarnos varias armas de largo alcance, que servirán para fortalecer nuestras defensas.

      —¿Y qué obtienen los de Raasay a cambio?

      —Lo que siempre han anhelado: sentirse superiores a nosotros.

      —¿Y eso es todo?

      —También acordamos que nos auxiliaríamos si llegara a darse la necesidad, aunque la probabilidad de que nosotros requiramos su apoyo es muy pequeña. Seremos más fuertes si estamos unidos. Eso es todo con respecto a la Ceremonia.

      —Entonces, ¿la unión se crea motivada por el miedo?

      —Clann-a-Tuath no cede ante el miedo —un frío repentino invade la habitación—. No diré nada más en relación con esto. De muchas maneras, ya dije demasiado.

      Pero si escasamente dijo algo, pienso.

      —Y tú no vas a comentar ni una palabra de esto con nadie —continúa—. Provocaría pánico, y eso es lo último que necesitamos en este momento.

      —Sí, Maistreas.

      —¿Tenías algo más que decirme?

      Todavía tengo tantas preguntas, pero ésta ya no parece ser una buena ocasión para plantearlas.

      —No —respondo.

      —Entonces, cierra bien la puerta cuando salgas. Está entrando un chiflón.

      Llego tarde y ella no está contenta. La nariz todavía me duele por el golpe que me dio Maighstir Clyde, que se portó muy mal conmigo.

      —Entra —dice, y obedezco.

      Llego tarde porque fui a la muralla. Se suponía que no debía hacerlo, pero lo hice. Cuando Flora me vio, le dije que los ancianos habían cambiado de idea y que podía regresar a la muralla, y ella dijo que estaba muy bien y se puso contenta. A veces decir mentiras no está mal, cuando son mentiras pequeñas. Yo estaba caminando bien y vigilando bien la muralla para cumplir con mi labor. Y entonces Lenox me vio.

      —Hola, Agatha —dijo.

      —Buenos días, Lenox —contesté, para ser amable.

      —Me parece que no deberías estar aquí, ¿cierto?

      —Está… b-bien —respondí—, los ancianos camb-biaron de idea y dijeron que p-podía volver a la m-muralla.

      —Ambos sabemos que eso no es cierto —dijo.

      Y fue entonces que salí corriendo. No soy buena corredora así que no llegue muy lejos antes de que Lenox me atrapara. Me miró contrariado, frunciendo sus grandes cejas y su gran nariz.

      —Escúchame, Agatha, podemos resolver esto de dos maneras: una es que vengas conmigo al bothan de Eilionoir, pues sé que allí es donde deberías estar, o te cargo sobre mis hombros y te llevo hasta allá pateando y gritando. No eres ligera, así que en verdad espero que te decidas por la primera opción —lo miré sin saber cuál de las dos escoger. Y luego agregó—: Si puedes demostrarles a los ancianos que eres buena para seguir órdenes, a lo mejor cambiarán de idea y te permitirán regresar a la muralla.

      Tiene razón. Sigo siendo un halcón. Sólo me dieron una especie de descanso. Si les demuestro que soy buena, cambiarán de idea. Lo sé. Tampoco quería que Lenox me levantara del suelo, así que dije:

      —Está СКАЧАТЬ