La niña halcón. Josep Elliott
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Название: La niña halcón

Автор: Josep Elliott

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Sombras sobre Skye

isbn: 9786075572239

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СКАЧАТЬ Me saludan con un movimiento de cabeza y sonríen a su vez. Estoy a punto de detenerme del todo para contarle a Donal lo que alcancé a oír, pero él ya ha comenzado una conversación.

      Sigo hacia la mesa de los Pescadores. En la parte media hay un grupo de uno de los otros barcos, pero no conozco a ninguno, así que me siento en un extremo y empiezo a comer. Alguien me toma por los hombros desde atrás.

      —¿Dónde te habías metido? —la voz está justo en mi oído, tomándome por sorpresa con total deliberación. Me atraganto con un bocado de estofado, y al toser arrojo pequeños trozos de comida en la mesa—. En verdad, tienes que aprender buenos modales.

      Trago lo que tengo en la boca y estiro los brazos hacia atrás para sujetar a Aileen.

      —¡No me hagas esas cosas! —le digo.

      Ella esquiva mi brazo sin mayor esfuerzo y se desliza a mi lado.

      —¿Y por qué no viniste con nosotros a la bahía de Kilmaluag? Querías quedarte un día más en cama, ¿cierto?

      —No, pasé el día con las Avispas —no puedo ocultar mi timidez.

      —¿Qué?

      —Maighstir Ross dijo que podía ir y verlos armar el nuevo barco.

      —Eres un pilluelo… ¡Ojalá se me hubiera ocurrido eso! El camino hasta Kilmalaugh fue eterno. Aunque me gustó estar fuera del enclave, pero en tierra, quiero decir —se sujeta los rizos color rojo óxido tras las orejas. Siempre lo hace cuando está entusiasmada—. En serio, fuiste tú el que se perdió de algo. Aunque supongo que tendrás que dejar el enclave para la Ceremonia —se tapa la boca en cuanto lo dice—. Perdón. Se me olvidó que no vamos a hablar más de eso —dice, con la mano sobre la boca.

      —Los Rapaces regresaron —digo, cambiando de tema.

      —¿En serio? ¿Y qué encontraron?

      —Pues no nos han comunicado nada aún pero… —bajo la voz— yo estaba detrás del viejo pozo cuando pasaron por ahí y…

      —¿Estabas espiando? —me interrumpe.

      —No. Bueno, tal vez un poco.

      —Espera un momento: ¿quién eres tú y qué hiciste con el Jaime de siempre?

      —Muy graciosa. En todo caso, no pude oír mucho, pero se veían muy preocupados. Dijeron algo de que Raasay sí había dicho la verdad y que lo que habían encontrado era peor de lo que esperaban.

      —¿Qué crees que signifique todo eso?

      —No lo sé, pero no pinta nada bien —muerdo el interior de mi boca—. ¿Crees que estemos a salvo aquí?

      —Por supuesto que sí —se forma un nudo en mi garganta que no logro tragar.

      —¿Y si nos sucediera lo mismo que a Clann-na-Bruthaich?

      —Espera un momento. ¿Te estás preocupando por algo que ni siquiera sabes qué es? ¡Eso es malo, incluso para ti!

      Tiene razón, sé que no debería dejarme arrastrar por el pánico. Pero no puedo evitarlo.

      —Hey, no pasa nada —Aileen posa su mano sobre la mía, y me da un ligero apretón—. Confía en mí. Aquí estamos a salvo. Tenemos las mejores defensas de toda la isla de Skye.

      Eso es verdad.

      —Hay algo más que he estado pensando… —digo—. Mencionaron a Raasay… ¿crees que todo esto tenga algo que ver con la Ceremonia?

      Aileen aprieta los labios y menea la cabeza de lado a lado, como queriendo decir No estoy autorizada para hablar de eso.

      —Basta —exclamo, dándole un empujón—. Si soy yo el que empieza la conversación, entonces puedes hablar de eso.

      Toma aire:

      —Tantas reglas…

      —¿Y qué opinas?

      —No lo sé, Jaime. Hemos hablado tanto de esto, y siempre acabamos en círculos alrededor de lo mismo. ¿Quién sabe qué lleva a los ancianos a tomar las decisiones que nos comunican? Lo único que sé es que las toman pensando en el bien de todos, y debemos confiar en ellos.

      Confío en ellos, claro. Pero eso no significa que no les quiera preguntar al respecto. Termino lo que queda de mi estofado y me levanto de la mesa.

      —¿Adónde vas?

      —Si la Ceremonia va a celebrarse, tengo derecho a saber por qué. La verdad completa. No lo que me han dicho —le entrego mi tazón vacío a la Perca más cercana—. Nos vemos más tarde.

      Es una noche de cielo despejado, y la luz de la luna se derrama entre los árboles mientras atravieso el enclave. Paso al lado de dos cabras pastando, y las acaricio detrás de las orejas. El aire de finales del verano está lleno del aroma a nueces dulces de las flores de aulaga silvestre. Lo aspiro hasta llenarme los pulmones. Siempre me ha fascinado ese olor.

      Llego al bothan de Maistreas Eilionoir y cuando estoy a punto de golpear a la puerta, oigo voces dentro. La primera voz corresponde a la de Maistreas Eilionoir, y la segunda la reconozco al instante como la de la chica que incendió nuestro barco: Agatha.

      —Me temo que tus deseos son irrelevantes, mi niña —la voz áspera y gutural de la anciana no tiene el menor rastro de compasión—. La decisión ya fue tomada y no hay más opción.

      —Pero es que yo necesito estar en la m-muralla. Es mi d-deber —responde Agatha.

      Me esfuerzo por entender mejor sus palabras. A veces es difícil captar todo lo que dice.

      —Ya no, ahora no es tu deber. Puedes aceptar la propuesta o considerar el exilio. La decisión es tuya. Te espero aquí mañana, con la aurora. Buenas noches.

      La conversación termina abruptamente. Agatha sale apresurada y abre la puerta justo frente a mi cara. Me tambaleo al retroceder, tropiezo con una raíz y caigo.

      —Jaime —dice ella—, n-no te vi. N-no sabía que estabas ahí —su voz suena a la defensiva, casi hostil.

      —No pasa nada, Agatha —contesto.

      Hace lo posible por ayudarme a levantarme, pero está demasiado cerca de mí, con lo cual me resulta más difícil lograrlo.

      —Perdóname por hacerte caer.

      —No te preocupes —le sonrío, y su expresión pasa de la culpabilidad a la dicha.

      —Oh, qué bien. Digo, qué alegría. Qué bueno que estás bien.

      Extiende la mano y me acaricia el brazo, cosa que me parece un poco extraña.

      —Que tengas una buena noche.

      —Estab-bas en el b-barco —dice, con cierto esfuerzo. La expresión culpable ha vuelto, enmarcada en un ceño enojado.

      —Así es —respondo, sonriendo СКАЧАТЬ