Escribir cuento. Varios autores
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Escribir cuento - Varios autores страница 10

Название: Escribir cuento

Автор: Varios autores

Издательство: Bookwire

Жанр: Сделай Сам

Серия:

isbn: 9788483936641

isbn:

СКАЧАТЬ más abstracta es una palabra, más significados posibles tiene y más difícil le será al lector comprender de qué estamos hablando exactamente. Y la narrativa es un trabajo que consiste, como apuntaba Henry James, en mostrar más que en decir. Bien; imaginaos que se afirma, por ejemplo, que Thea era una niña perfecta. Si ahora cerráis los ojos e intentáis visualizar a Thea os va a ser casi imposible, porque se os ha dado el concepto abstracto, una idea que la imaginación no puede «ver», ya que lo abstracto es de difícil visualización.

      Igual que vosotros ante el enunciado de que Thea era una niña perfecta, el lector de un texto no podrá ver nada de ella, no sabrá si se refiere a que era bonita o a alguna otra cualidad o aptitud de la niña. Por lo general, el lector no será capaz de imaginársela y no podrá, por tanto, establecer la empatía adecuada con lo narrado. De ningún modo se sentirá implicado.

      Vamos a ver ahora cómo Patricia Highsmith nos muestra a una niña de ese tipo en su relato «La perfecta señorita». Fijaos en la cantidad de detalles concretos, visibles, en movimiento, que esta escritora nos muestra para transmitirnos la idea de que Thea era una niña perfecta:

      Theodora, o Thea como la llamaban, era la perfecta señorita desde que nació. Lo decían todos los que la habían visto desde los primeros meses de su vida, cuando la llevaban en un cochecito forrado de raso blanco. Dormía cuando debía dormir. Al despertar, sonreía a los extraños. Casi nunca mojaba los pañales. Fue facilísimo enseñarle las buenas costumbres higiénicas y aprendió a hablar extraordinariamente pronto. A continuación, aprendió a leer cuando apenas tenía dos años. Y siempre hizo gala de buenos modales. A los tres años empezó a hacer reverencias al ser presentada a la gente. Se lo enseñó su madre, naturalmente, pero Thea se desenvolvía en la etiqueta como un pato en el agua.

      —Gracias, lo he pasado maravillosamente —decía con locuacidad, a los cuatro años, inclinándose en una reverencia de despedida al salir de una fiesta infantil. Volvía a su casa con su vestido almidonado tan impecable como cuando se lo puso. Cuidaba muchísimo su pelo y sus uñas. Nunca estaba sucia, y cuando veía a otros niños corriendo y jugando, haciendo flanes de barro, cayéndose y pelándose las rodillas, pensaba que eran completamente idiotas. Thea era hija única. Otras madres más ajetreadas, con dos o tres vástagos que cuidar, alababan la obediencia y la limpieza de Thea, y eso le encantaba. Thea se complacía también con las alabanzas de su propia madre. Ella y su madre se adoraban.

      «La perfecta señorita»

      Patricia Highsmith

      Otro ejemplo de maravillosa exactitud nos lo da Cortázar en este fragmento de uno de sus relatos:

      Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.

      «Aplastamiento de las gotas»

      Julio Cortázar

      Todos hemos mirado alguna vez la lluvia sobre un cristal. Puede que nos hayamos entretenido observándolas, quizá durante una tarde aburrida de la infancia, haciendo un largo viaje en autobús o un domingo de otoño… Probablemente no nos hayamos planteado lo que aquí Cortázar muestra —ese juego de las gotas vivas—, pero, sin duda, habremos percibido la loca dinámica de los cauces, los minúsculos ríos y ese caer y estallar del que el texto nos habla. Al leerlo, nuestras vivencias se removerán no solo en la experiencia de haber visto las gotas en el cristal, sino que traerán con ellas toda una carga de sensaciones periféricas que, tal vez, nos acompañaron en aquel momento pasado de una manera tan evocadora.

      Del mismo modo, cuando volvamos a tener oportunidad de ver la lluvia sobre el cristal, lo veremos de forma diferente después de haber leído este magnífico texto. Así se establece la empatía, que es nada menos que la identificación mental y afectiva que todos sentimos hacia un buen texto literario.

      Claro está que nada de esto podría suceder si no se nos hubieran mostrado imágenes concretísimas destinadas a hacernos ver y, de ese modo, sentir lo narrado. Una buena imagen amplía hasta el infinito las posibilidades de la interpretación de un texto, mientras que las frases abstractas son inertes en sí mismas, puesto que no mueven nuestras emociones ni nuestra capacidad de interpretación.

      «No lo digas, muéstralo». No, no digas que algo es esto o lo otro de forma abstracta, muéstralo con hechos y detalles concretos. Ese es el camino de la buena literatura. Porque, cuando el relato se cuenta en términos abstractos, el lector se desconecta ante una invisibilidad que no le permite meterse en la historia, no le emociona y, como resultado, surge el inevitable desinterés.

      Un buen texto narrativo se construye a través de la generación de imágenes vívidas en la mente del lector. Como una película llena de detalles en la que podrá sumergirse para vivir una especie de vida paralela.

       4.3. El tema

      Regresando al terreno de los conceptos abstractos, no hay que condenarlos del todo. Van a sernos de gran utilidad a la hora de saber de qué está hablando una historia. Si leemos una vez más el fragmento de Borges y sintetizamos su contenido abstracto, llegamos a la conclusión de que habla de la memoria.

      A esta síntesis abstracta que subyace en todo texto se le llama tema. El tema de una historia se establece reduciendo la historia a su esencia, abstrayéndola, quitando los detalles para hacerla general. En último término, reducimos el texto a (al menos) una palabra abstracta que sintetice la intención primaria del autor.

      Todo relato habla de un tema que se puede definir en una o en unas pocas palabras: la pérdida, la culpa, la soledad, etcétera. Ahora bien, para narrar la historia en la que subyace el tema, lo haremos usando palabras concretas que dibujen escenas concretas. Lo ideal es que el concepto en el que se basa el tema del relato no sea mencionado directamente en el texto, sino que este se pueda deducir de las imágenes específicas con las que lo hemos materializado. Si tenemos claro el tema abstracto del que queremos hablar, este será como una brújula que nos impida cambiar de asunto o de contenido en nuestras obras y nos ayudará a encarrilar el sentido de lo que estamos escribiendo.

      Si quisiéramos escribir sobre un tema como la envidia, deberíamos ilustrar de forma concreta este tema abstracto. Veamos cómo lo hace Unai Elorriaga en el siguiente fragmento.

      Rosario vivía sola desde que su hijo se mató en una pista de tenis y su hija se había ido a casarse a la isla de Man. Aún más sola se sentía desde que se enfadó con los vecinos de arriba, con María y con Lucas (sobre todo con María), hacía ocho años. Sabía en todo momento, sin embargo, cualquier cosa que hicieran Lucas y María. Supo que estuvieron en el hospital y por qué, supo que María se cayó por las escaleras, supo que metieron en casa a un maleante. Y, cómo no, también sabía que aquel día, Nochevieja, tenían una invitada. Una chica pelirroja, la hija del dentista.

      Y mientras comía un trozo de merluza que llevaba ciento dieciséis días en el congelador, Rosario escuchó palabras suaves en el piso de arriba, y un par de risas; después escuchó una discusión en tonos azules y grises, carcajadas, gritos con bufanda, más risas. Y cuando Rosario estaba masticando el segundo mazapán, se oyó una guitarra, y canciones tolerables al principio, más vivas después y СКАЧАТЬ