Escribir cuento. Varios autores
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Название: Escribir cuento

Автор: Varios autores

Издательство: Bookwire

Жанр: Сделай Сам

Серия:

isbn: 9788483936641

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СКАЧАТЬ en la ciudad, está completamente desvinculado del ambiente rural y siente un absoluto desinterés por lo que su padre desea de él:

      —El ojo del amo —le dijo su padre, señalándose un ojo, un ojo viejo entre los párpados ajados, sin pestañas, redondo como el ojo de un pájaro—, el ojo del amo engorda el caballo.

      —Sí —dijo el hijo y siguió sentado en el borde de la mesa tosca, a la sombra de la gran higuera.

      —Entonces —dijo el padre, siempre con el dedo debajo del ojo—, ve a los trigales y vigila la siega.

      El hijo tenía las manos hundidas en los bolsillos, un soplo de viento le agitaba la espalda de la camisa de mangas cortas.

      —Voy —decía, y no se movía.

      Las gallinas picoteaban los restos de un higo aplastado en el suelo.

      Viendo a su hijo abandonado a la indolencia como una caña al viento, el viejo sentía que su furia iba multiplicándose: sacaba a rastras unos sacos del depósito, mezclaba abonos, asestaba órdenes e imprecaciones a los hombres agachados, amenazaba al perro encadenado que gañía bajo una nube de moscas. El hijo del patrón no se movía ni sacaba las manos de los bolsillos, seguía con la mirada clavada en el suelo y los labios como silbando, como desaprobando semejante despilfarro de fuerzas.

      —El ojo del amo —dijo el viejo.

      —Voy —respondió el hijo y se alejó sin prisa.

      «El ojo del amo»

      Italo Calvino

      2.2.3. Contra sí mismo

      En este caso, el conflicto se establece cuando el personaje quiere o debe hacer algo pero no puede, no es capaz, tiene miedo, le falla la convicción o la fuerza necesaria. Así ocurría en el fragmento de Sam Shepard que veíamos en el capítulo anterior,o en aquel cuento de Augusto Monterroso sobre la mosca que soñaba ser un Águila y sobrevolaba los Alpes y los Andes.

      [...] En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas, así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios de su cuarto.

      En realidad no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos.

      Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a poner las sienes en la almohada.

      «La mosca que soñaba que era un águila»

      Augusto Monterroso

      Otro ejemplo magnífico de la lucha contra uno mismo —y que además nos atañe de forma particular como escritores— lo tenemos en aquel relato de Cortázar en el que se habla de un enemigo eterno para todo escritor que se precie: el corrector interior, esa voz que critica todo lo que escribimos, que no nos deja crear en paz y que, sin embargo, es tan necesaria para perfilar y redondear nuestros textos. Haciendo una brillante pirueta narrativa, Julio Cortázar convierte a ese tirano interno, invisible, en un personaje antagonista al que llama con ironía «mi fiel secretaria»:

      Mi fiel secretaria es de las que toman su función al-pie-de-la-letra, y ya se sabe que eso significa pasarse al otro lado, invadir territorios, meter los cinco dedos en el vaso de leche para sacar un pobre pelito.

      Mi fiel secretaria se ocupa o querría ocuparse de todo en mi oficina. Nos pasamos el día librando una cordial batalla de jurisdicciones, un sonriente intercambio de minas y contraminas, de salidas y retiradas, de prisiones y rescates. Pero ella tiene tiempo para todo, no solo busca adueñarse de la oficina, sino que cumple escrupulosamente sus funciones. Las palabras, por ejemplo, no hay día que no las lustre, las cepille, las ponga en su justo estante, las prepare y acicale para sus obligaciones cotidianas. Si me viene a la boca un adjetivo imprescindible —porque todos ellos nacen fuera de la órbita de mi secretaria, y en cierto modo de mí mismo—, ya está ella lápiz en mano atrapándolo y matándolo sin darle tiempo a soldarse al resto de la frase y sobrevivir por descuido o costumbre.

      Si la dejara, si en ese mismo instante la dejara [...]

      «Trabajos de oficina»

      Julio Cortázar

      Si observamos estos relatos, podremos apreciar que, aunque el personaje luche contra la fatalidad o contra un antagonista (es decir, un agente externo), también existe en él una implicación interna con el conflicto; algo que ganar o que perder, algo interior, por pequeño que sea. El buen relato suele combinar las tensiones internas y las externas. Nos dice John Gardner que «las mejores historias suelen ser aquellas en las que las que la tensión dramática se establece frente al conflicto en el interior del personaje».

      2.3. El cambio

      Un cuento narra una transformación. Como hemos dicho, en la mayoría de los casos, si no hay cambio no hay relato. Recordemos que se entiende por cambio el que se adquiera una nueva percepción del personaje; que aquello que se afirmaba de él en el planteamiento del relato sea diferente de lo que se puede concluir al final.

      Ese cambio habrá sido fruto de las decisiones que ha tomado el personaje frente al conflicto; y de las acciones que, como consecuencia de sus decisiones, ha realizado en la parte central del relato, el nudo y el cierre (como consecuencia de todo lo anterior).

      En los cuentos clásicos se producía un cambio exterior en el personaje, de forma que el mendigo podía terminar siendo rey, el sapo podía convertirse en príncipe o el niño abandonado en el bosque era el héroe de la escena final, sin que nada en su fuero interno se hubiera modificado. En el relato moderno, en cambio, es más frecuente que se trate de una transformación interna del personaje.

      2.4. Acción, éxito, fracaso, inhibición

      Aunque hay excepciones, casi ningún pensamiento del personaje —ni el más dramático— nos será útil en el cuento si como consecuencia no da lugar a una acción, por pequeña que esta sea. Es importante que tengamos en cuenta lo siguiente: son las acciones (pequeñas o grandes) del protagonista frente al conflicto las que posibilitan su cambio.

      Por supuesto que no es necesario que el personaje siempre triunfe frente al conflicto, desde luego que puede también fracasar, acobardarse, cometer errores o no lograr resolverlo, pero en todo caso deberá tomar una posición frente a él. Incluso algo tan antiheroico como la cobardía, la decisión final de inhibirse frente a esa fuerza, estará marcada por una acción o una decisión de no actuar, un quedarse quieto que tendrá el valor de una acción, y es esa acción la que dará paso al cambio de nuestro personaje respecto al comienzo de la historia.

      2.5. El conflicto en el cuento

      El cuento se ocupa de una historia pequeña narrada en detalle y no suelen caber en el género los grandes conflictos, que precisarían una mayor extensión para su correcto desarrollo. Lo habitual es que no se trabaje con el centro СКАЧАТЬ