El ayuno como estilo de vida. Dr. Jason Fung
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Название: El ayuno como estilo de vida

Автор: Dr. Jason Fung

Издательство: Bookwire

Жанр: Сделай Сам

Серия:

isbn: 9788418000997

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СКАЧАТЬ que conduce a una ovulación irregular o a la ausencia de ella. Estaba tan delgada que mis médicos no me aconsejaron que cambiara la dieta; supusieron que esos problemas iban a desaparecer por sí solos. Estaban equivocados; el tiempo no arregló nada. Empeoré a medida que seguí transitando por un camino nada saludable, atiborrándome de comida basura sin comprender las consecuencias. ¿Estaba usando la comida para lidiar con mi vida, como hizo Eve, la coautora de este libro? Posiblemente. Al fin y al cabo, mi querida madre también estaba enferma.

      Mi madre había sufrido varias afecciones metabólicas y genéticas durante la mayor parte de mi infancia. Había visitado un médico tras otro y la habían operado innumerables veces a lo largo de los años. Uno de los recuerdos más vívidos que tengo es el de oírla gritar de dolor en el pasillo de una sala de Urgencias mientras esperaba que la atendiesen. Decidí que nadie debería estar enfermo de esa manera y que nadie debería ver sufrir tan terriblemente a su madre, así que prometí ser médica de mayor. Quería ser alguien que tuviera la posibilidad de mejorar la salud de los demás, sencillamente.

      A los quince años, conseguí un empleo de verano en el ámbito de la investigación médica en una clínica privada en la que trabajé con un grupo de nefrólogos (especialistas en enfermedades renales) entre quienes se encontraba el doctor Jason Fung. En el contexto de este empleo, conocí a muchas personas maravillosas con diabetes tipo 2 que padecían algún grado de insuficiencia renal debido a su enfermedad. Mi investigación se centró en encontrar formas de detectar el daño renal antes, lo cual, en caso de conseguirse, abriría la posibilidad de evitar la insuficiencia total. Trabajé con estos médicos durante el resto de mi educación secundaria y también mientras cursé los estudios universitarios, y estuve encantada. Pero me encontré con un muro: me di cuenta de que, independientemente de la prontitud con la que detectásemos la enfermedad renal, la mayoría de las veces seguía avanzando. El diagnóstico temprano parecía peor que vivir en la ignorancia; recuerdo que pensé lo terrible que debe de ser vivir la vida sabiendo qué es lo que puede matarte.

      Sin embargo, yo también padecía enfermedades crónicas, y no estaba haciendo nada al respecto. Peor aún, me decía a mí misma que me apasionaba la medicina preventiva, pero me estaba matando poco a poco con la comida. Consumía refrescos light a las cinco de la mañana y comía golosinas azucaradas todo el día. Tomaba bolsas de comida basura mientras mi compañero estaba fuera haciendo recados. Estoy bastante segura de que era adicta a la comida, y aunque sabía que los refrescos light que escondía dentro del coche y la bolsa de bretzels que ocultaba en el bolso no eran saludables, no podía evitar tomarlos.

      Todo el mundo tiene un vicio, y el mío era la comida. Como no eran los cigarrillos, las drogas o el alcohol, me convencía a mí misma de que no pasaba nada. La comida se vende en todas partes, legalmente, y los carbohidratos eran el grupo de alimentos que el Gobierno y mis médicos me decían que comiera. Eran lo que me servían en la escuela y lo que mis padres me daban en casa. ¿Era posible, entonces, que fuesen tan malos? Y, sobre todo, estaba muy delgada. Por lo tanto, ¿había la posibilidad de que estuviese haciendo algo mal?

      Pues sí. Mi síndrome del ovario poliquístico se agravó tanto que, a los veintidós años, mi médico me dijo que era probable que no pudiese tener hijos. Ser madre había sido mi mayor deseo durante toda mi vida y, de pronto, vi que ese sueño tal vez no se haría nunca realidad.

      Cuando cinco años después me diagnosticaron diabetes tipo 2, fue el peor día de mi vida; la experiencia fue incluso más horrorosa que cuando descubrí que, probablemente, era infértil. Cuando escuché la noticia, mi corazón pasó a latir tan deprisa que pensé que iba a estallar. Todo se volvió brumoso y empecé a jadear para obtener aire. Ese fue mi primer ataque de ansiedad.

      Solo tenía veintisiete años, y cuando mi médico me dio los resultados del laboratorio, sentí que me acababa de entregar una sentencia de muerte. ¿A qué tipo de vida me enfrentaba? ¿Padecería insuficiencia renal a los treinta y cinco años, como los sujetos de mis investigaciones? ¿Contraería alzhéimer a los cuarenta? ¿O qué tal un ataque al corazón a los cuarenta y cinco, seguido de un derrame cerebral a los cincuenta?

      Me fui a casa, me tiré a la cama y me eché a llorar. Ya podía olvidarme de ayudar a los demás a través de la medicina. Renunciaría a mi sueño de ser médica y haría otra cosa.

      Cuando por fin me calmé, decidí que tenía que hacer lo que fuera necesario para recuperar mi salud. El primer paso que di fue empezar a tomar comidas saludables con regularidad. Soy canadiense, y recurrí a la Guía alimentaria de Canadá (que es el equivalente a las pautas proporcionadas por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos). Como había sido elaborada por expertos, me propuse seguir sus consejos a rajatabla. Y así lo hice; empecé a tomar tres comidas todos los días, más varios refrigerios entre ellas. ¿Qué ocurrió? Pues que pasé de ser un saco de grasa flaco a ser un gran saco de grasa.

      Meses más tarde, ansiando encontrar una solución, pensé en el doctor Fung, con quien todavía trabajaba, y de pronto supe que mi diagnóstico de diabetes pudo haber sido la mayor bendición que había recibido en mi vida.

      Jason siempre se salía del pensamiento convencional, y estaba empezando a investigar el ayuno. Una tarde, oí que le decía a un pequeño grupo de personas que era posible que el ayuno fuese útil para revertir la diabetes tipo 2, y pensé: «De ninguna manera. Esto es muy extremo». Pero no tenía nada que perder, y sí mucho que ganar.

      Hablé con Jason e inmediatamente comencé a ayunar y a aplicar sus principios relativos a una buena nutrición. Empecé a comer un abanico de alimentos integrales, bajos en carbohidratos y que contenían grasas saludables. En pocas semanas, me di cuenta de que casi todo lo que había aprendido sobre nutrición a lo largo de mi vida era incorrecto. Han pasado ocho años desde que comencé a seguir las recomendaciones del doctor Fung, y he mantenido una pérdida de peso de treinta y nueve kilos. También me he librado totalmente de la diabetes tipo 2, la esteatosis hepática y el síndrome del ovario poliquístico.

      Actualmente, soy una mujer de treinta y cinco años muy sana y feliz, que tiene el privilegio de ayudar a nuestros clientes a perder peso y acabar con la diabetes tipo 2. Sigo trabajando con Jason y, juntos, creamos un programa llamado The Fasting Method (‘El método del ayuno’). Es una comunidad en línea con sede en Toronto, en la que instructores que conocen bien el ayuno ayudan a clientes a perder peso y obtener mejorías respecto a sus problemas de salud crónicos. También atiendo a clientes de forma individual, y les doy el tipo de consejos salvadores que mis médicos nunca me dieron. Esta es una de las partes más satisfactorias de mi trabajo, porque me permite conocer a mujeres como Jennifer.

      Como yo, Jennifer tenía sobrepeso y el síndrome del ovario poliquístico. Su problema de salud también hacía que tuviese acné y que le creciese vello según un patrón masculino, un desafortunado efecto secundario de las fluctuaciones hormonales provocadas por el trastorno. No tuvo la primera regla hasta los dieciocho años, y a partir de ese momento solo estaba teniendo una menstruación al año, como máximo. Tras haber intentado quedarse embarazada, sin lograrlo, durante años, ella y su marido decidieron que intentarían, a lo sumo, tres rondas de fecundación in vitro. Para asegurarse de que acabarían por tener un bebé, también rellenaron papeles para adoptar uno.

      Cientos de inyecciones hormonales más tarde en el curso de las tres rondas de fecundación in vitro, los folículos de Jennifer no maduraron, por lo que los médicos ni siquiera pudieron extraer, y mucho menos fertilizar, un óvulo suyo. Afortunadamente, el papeleo para la adopción dio sus frutos, y Jennifer y su marido dieron la bienvenida a un hermoso bebé llamado Nico a su familia.

      Pero Jennifer seguía preocupada por su salud y su peso, por lo que consultó con uno de nuestros instructores en materia de ayuno, que la guio a lo largo de un programa de reducción de la ingesta de azúcar, una alimentación baja en carbohidratos y ayunos. Jennifer perdió algo de peso y se activó su ciclo menstrual. СКАЧАТЬ