Название: El lado Norita de la vida
Автор: Pablo Melicchio
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Historia Urgente
isbn: 9789878303086
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–Nora, ¿qué sucedió con vos, con las Madres, cuando regresó la democracia?
–Alfonsín asume cuando el país aún estaba con las llamas de la dictadura. Yo lo que le valoro, que no se lo valoré en su momento porque estábamos con mucha bronca, es que primero hizo lo de la Conadep, la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. Había sido una etapa en la que él había ido a Bolivia, a hablar con el presidente Siles Zuazo, que había sido un presidente muy de su pueblo, que había formado una Conadep. Él capta eso y cuando asume lo trae para acá. Él hizo el juicio a las tres Juntas militares cuando acá estaban humeando los fusiles, todavía existía el riesgo de volver a un derramamiento de sangre, sin embargo, él hizo el juicio. Hubo condenas, no las suficientes… pero en su momento cada condena era un logro. Yo le rescato eso. Si no, no rescatamos ningún valor.
–Bueno, pero con la vuelta de la democracia llegan algunas conquistas por las que tanto ustedes venían luchando y reclamando.
–Sí… Había que salir del horror de lo que fue la dictadura. Uno no puede taparse los ojos y no ver nada. En esa época pudo hacerse el juicio. Además, a Alfonsín nadie le tendía una mano. La oposición, menos. Esa fue una etapa muy importante –dice y se queda contemplándome, con el mate entre las manos.
–¿Qué quisieras rescatar de lo que hacía tu hijo?
–Yo quiero rescatar la lucha de Gustavo para que cambiemos este mundo injusto. Quiero que se encamine el país para que haya justicia social. Para eso tenemos que vencer muchas cosas ingratas: la corrupción, la mafia que hay alrededor de la política. Yo quisiera que un día todos los chicos de la villa tuvieran techo, tuvieran calzado, tuvieran atención de su salud correcta, tuvieran comida... Tuvieran comida, primero y principal. Que en la Argentina no hubiera hambre. Para mí, el ideal del comienzo de un ideal es que no haya hambre; todo lo demás tiene arreglo. Todo lo demás se puede ir arreglando. Pero lo primero es que nadie se muera de hambre en Argentina. En un país que elabora alimentos para trescientos millones de habitantes, que manda comida al mundo, ¿que se muera de hambre la gente? –dice y se queda negando con la cabeza.
–Un país rico en posibilidades, pero, como en muchos países del mundo, mal repartidas. Una minoría concentra la riqueza y acumula lo que le falta a la mayoría.
Nora me mira. Asiente. Piensa. Luego continúa:
–Con el campo que tenemos, Pablo… tirás una semilla y al día siguiente es una planta. Entonces eso, sueño que haya una estructura de país. Yo no quiero imitar a los países ricos, Holanda, Bélgica, esos países donde sobra la comida, porque yo no sé si son totalmente felices. La gente igual se mata, hay jóvenes que se suicidan. En todos los países ricos, donde aparentemente está todo tan bien, la gente se enferma de la cabeza. En unos se enferman porque no tienen para comer; y en otros, la gente tiene, le sobra y tampoco les hace bien.
–Los extremos. El que no tiene casi nada. El que tiene casi todo. Siempre es necesario que falte algo para salir a buscarlo, pero no tanto… En psicoanálisis decimos que cierta falta es necesaria para que la vida tenga movimiento, acción. La falta nos constituye como sujetos deseantes, y a partir de esa falta queremos alcanzar algo. Pero cuando lo que falta es demasiado, o lo fundamental, como la comida, la salud y la educación, esas faltas no posibilitan ninguna búsqueda que le aporte plenitud al ser, todo lo contrario, esas carencias imposibilitan, anulan a los sujetos deseantes, los reducen a sobrevivientes en busca de necesidades básicas.
–Cuando fui a Suecia, por ejemplo, ya hace muchos años, había lugares que los jóvenes elegían para suicidarse. Al lado de un lago, todo muy romántico… ¿por qué se suicidaban? Porque tienen todo. No saben qué les falta.
–Tienen todo, incluso la muerte –le digo y se queda un instante en silencio, traspasándome con su mirada clara y firme.
–Qué desgracia… yo me pregunto cada tanto: ¿qué querría Gustavo? No lo quiero idealizar, como si hubiese sido perfecto... Pero él quería la justicia social. Quería que hubiera trabajo.
–Luchas que hoy continúan, de tu mano.
–Sí. Yo viví la época del Estado de Bienestar… ¿Qué es el Estado de Bienestar? Había trabajo. Es la época de los 50. Mi papá perdía el trabajo, salía a la mañana, iba a buscar, del rubro de imprenta, y conseguía trabajo. Mi marido fue muy trabajador. Tenía trabajo fijo, era empleado público, tenía asegurado el salario, las vacaciones, la obra social, que es lo que ahora está perdiendo todo el mundo. Se quedan sin obra social. Y los hospitales no llegan a cubrir los insumos. Cuando la situación es así, más enfermos hay. La gente se enferma de dolor, de pena, de sufrimiento. Y otros se enferman porque pasan hambre. Los chicos en las provincias no están bien alimentados, crecen débiles, desdentados.
El vaciamiento de la subjetividad, pienso. Seres humanos que van perdiendo el acceso a lo indispensable y entonces quedan reducidas sus capacidades. Mujeres, hombres y niños que mueren o que apenas arañan lo que se llama canasta básica. Y si se cubre lo básico, faltan otras cosas. Quien vive con lo justo, vive al límite, está preocupado, no puede descansar, ser creativo, volar... Seres humanos que, como animales en la selva, tienen que sobrevivir. Sobreviviendo no se vive. Sobreviviendo no se puede pensar bien, disfrutar de la vida.
–No se puede creer, Nora –digo de pronto–, con lo inmenso que es este país, con los recursos materiales y humanos que tenemos.
–Tengo un amigo que es docente y que trabaja con poblaciones indígenas en Misiones. El otro día trajeron cuarenta niños a la Plaza. Fue una belleza eso. Había una señora desdentada, que parecía una viejita, pero que no debía tener más de cincuenta años, que traducía a los niños. Decía que no tenían agua, que no tenían comida. Y yo pensaba que Gustavo quería que la gente tuviera para comer, que tuviera dientes, que pudiera tener una distracción, que no viviera solo para trabajar y trabajar. Porque él lo veía al padre y otras generaciones…
–¿Qué veía Gustavo en el padre?
–Mi marido trabajaba como un burro. Y cuando venía el sábado, tenía algún extra para ganarse unos mangos para poder ir al cine o para juntar para las vacaciones. No era el ideal de mi hijo esa forma de vida de aquellas generaciones que en toda la semana no veían a sus hijos despiertos.
–Gustavo armó parte de su lucha viendo a ese padre, entendiendo que esa forma de vida esclavizaba a la gente… Y vos, ¿cómo eras como trabajadora?
–Mi trabajo en esos tiempos era enseñar a coser en mi casa –dice, toma el mate y me lo devuelve.
–Trabajabas en la casa, ¿no salías para nada?
–No, es que mi marido era muy celoso. Pero muy celoso. Yo no era linda.
–Para él sí –le digo y percibo un tenue rubor en sus mejillas.
–Bueno, sí, yo era su amor… No era, ohhh, era una señora común. Mirá vos el machismo y el patriarcado que yo vivía. Él no quería que yo trabajara, nada, СКАЧАТЬ