Название: El lado Norita de la vida
Автор: Pablo Melicchio
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Historia Urgente
isbn: 9789878303086
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–Trabajaremos con la memoria. Es un bueno momento para que puedas trasmitir lo que viviste.
–¿Qué quiero que hagas, Pablo? Que hurgues en lo psicológico y en lo político… Todo lo psicológico de la dictadura, de la represión, que tiene un trasfondo político muy intenso.
–¿Qué es la desaparición, Nora?
–El sistema de represión más infame es la desaparición de persona. La persona pasa de ser a no ser, de no saber más nada de qué pasó con su familia y su familia no saber más nada de qué pasó con él; todo es imaginación: “Ahora lo estarán torturando”, “¿y si ahora salgo a reclamar, van a seguir torturándolo?”. “Y si no salgo, ¿lo van a matar?”. Ese juego de crueldad. Hay un ex detenido desaparecido, que lo quiero mucho, al que le pusieron en su pecho desnudo a su hijito de dos o tres meses, y a él lo torturaban con su bebé arriba del pecho para trasmitirle la electricidad al hijo también. Hay que dejar testimonio, Pablo. Yo no sufrí la tortura en mi piel, sabés, la sentí en mi alma. La tortura en el cuerpo la sintieron los que estuvieron en un campo de concentración.
–Distintas formas del dolor, pero dolor al fin, Norita.
Desaparición. Torturas en el cuerpo y en el alma. Nora se levanta, se dirige lentamente hacia la cocina. Solo una pausa para preparar unos mates, para buscar un poco de respiro en medio de los recuerdos que duelen. Un recreo para descansar del horror, como quien en medio de un velatorio se asoma por una ventana y se queda observando a unos niños andando en bicicleta. Afuera, la vida; adentro, la muerte. Aunque adentro y afuera muchas veces no sea más que una banda de Moebius que nos confunde. Qué es adentro. Qué es afuera. Soñar con los ojos abiertos. Escucho los sonidos de Nora en la cocina. El agua que corre, la hornalla que se enciende, la puerta de la alacena que se abre; la vida insistiendo en el presente sobre el fondo de un pasado que se resiste a desaparecer porque hay un desaparecido que no aparece y es un nudo en la memoria.
Nora regresa con la bandeja con el termo y el mate. Me levanto de mi sillón y la ayudo. Nos sentamos. “Sigamos”, me dice. Está entusiasmada. Quiere seguir haciendo memoria, pensando, hablando y dejando testimonio de su recorrido personal, que también es recorrido histórico. Me siento parte de esa historia y un testigo privilegiado de una mujer referente de la ética, de la resistencia y de la lucha por la defensa de los derechos humanos.
–La familia, Norita, ¿cómo siguió luego de la desaparición de Gustavo?
Nora se queda un instante reflexionando. De fondo, la radio, una canción. Desde la calle llegan los sonidos del barrio: un ladrido lejano, las ruedas de un changuito rebotando en las baldosas de la vereda, voces que se pierden, una bocina. Preparo el mate, tomo el primero, “el del tonto”, como decía mi abuela, y le cebo uno a Norita.
–No todo fue tortura, está el matiz de una reunión de familia. No darles el gusto a los torturadores de que han vivido torturándonos. Uno pudo rehacerse. Ellos no pudieron darse el gusto de volvernos locos a todos –dice y se queda en silencio.
Toma el mate, despacio. Mientras, en el silencio, en la pausa, mis pensamientos se van rearmando, buscando la comprensión que muchas veces resulta imposible.
–El amor y la lucha quizás impidan caer en la locura –le digo.
–Sí, eso mismo, Pablo. Este sistema que emplea Macri ahora, por ejemplo, esto que va haciendo Macri día por día, es para llevar a la gente a la alienación. La gente se queda sin trabajo, unos compañeros sí y otros no. Y el compañero que permanece en el trabajo sufre tanto como el que fue despedido, ¿por qué? Por el miedo a perder el trabajo también, lo tienen agarrado ahí. Eso es perverso. El que regresa a su casa después de que echaron a un compañero se preguntará: “¿Mañana me dejaran entrar a mí?”. Están minando la salud con el silencio, con no decirles qué van a hacer con ellos –dice y me devuelve el mate.
–La desaparición y ese silencio al que hacés referencia tienen raíces similares, no saber qué pasó, qué va a pasar –señalo.
–El silencio también es alienante. El ocultamiento es alienante. El no decir y el negacionismo son alienantes.
El silencio de lo ocultado. El silencio de lo no dicho. El silencio perverso. El silencio de la verdad no dicha. El silencio que enloquece. Formas de la violencia, muchas veces sutiles, pero que van desgastando también, quebrando la paz de la gente. Vuelvo a llenar el mate. La mateada es parte del diálogo. Van y vienen los mates, llenos, vacíos, como palabras, como silencios. Nora busca en su memoria única e infinita, va respondiendo mis preguntas y se va metiendo en el relato, en la resignificación de lo vivido. Mientras tomo un mate, pienso, escucho, existo.
–No busquen testimonios sobre mí, sirve lo que yo viví. No lo que la gente cuente –dice, sentencia.
–¿Y qué viviste?
–La vida y la locura. Hay madres que se murieron locas. Hay una hija que viviendo en Holanda volvió a Buenos Aires para escribir un libro y rescatar la figura de su madre que terminó en un psiquiátrico.
–Escribir para deshacer el diagnóstico y rescatar a la madre, a la mujer sin etiquetas.
–Así es, Pablo. Yo quisiera saber cómo es ese proceso para volverse loca. Nadie se vuelve loco porque quiere, sino que enloquece cuando sus posibilidades de encajar en un espacio no se le dan. Porque se le hace insoportable el afuera, tiene que meterse adentro.
–Hay personas que tienen una estructura psicótica, pero que necesitan de determinada situación para brotarse, para que aflore esa locura. Y hay quienes, sin contar con una base psicótica, enloquecen ante la confrontación con algún suceso insoportable. Volverse loco, elegir la locura porque el afuera es intolerable, también es una posibilidad. ¿Vos sentiste en algún momento que podías volverte loca?
–Sí, te querías volver loca, porque es inaguantable una situación de dolor y de pena… Cada uno en su medida. Una cosa es una persona que sufre la tortura en su propio cuerpo y otra cosa es una persona que sabe que a su familiar lo torturaron, o que lo van a torturar si lo agarran.
Le cebo un mate. La memoria se riega, se rehidrata la tierra de los olvidos, crecen los recuerdos. Nora me devuelve el mate y retoma el diálogo:
–No quisiera que el relato sea siniestro. Tu libro, Las voces de abajo, en un momento te lleva a lo siniestro. Cuando el personaje se conecta con los desaparecidos. Esa ficción es verdadera. Yo, o cualquiera de las Madres, hemos sentido cuando entrás en un lugar que fue un campo de concentración, que volvés a ese mundo que vos quisieras descubrir… ¿qué hay ahí? ¿Qué tengo que descubrir ahora?
–Las memorias que conservan los lugares. O los lugares que despiertan a la memoria.
–Muchas Madres nuestras se volvieron locas. Algunas se mataron en un momento límite. Es la alienación que provoca esta situación.
–Quizá enloquecieron o se suicidaron las que se quedaron solas, encerradas con su dolor.
–Seguramente. El encuentro de las Madres, cuando Azucena propuso ir a la Plaza de Mayo a encontrarnos, a compartir información. ¿Qué conseguiste? ¿Adónde fuiste? ¿Qué buscás? Ese mecanismo de comunicarse. La conexión entre nosotras dentro del drama.
–Los СКАЧАТЬ