Название: El lado Norita de la vida
Автор: Pablo Melicchio
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Historia Urgente
isbn: 9789878303086
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–Voy recuperándome, lentamente, porque mi cuerpo ya tiene años. Yo me rompo la cadera y me muero… Me cuido para no caerme. La caída de una persona mayor muchas veces termina siendo la muerte.
Tiene 88 años. Detenerse, para ella, por su forma activa de ser y estar en el mundo, es similar a morir. Nora es una mujer incansable. Hay ancianos que tienen vidas sosegadas, que se jubilan y que viajan por placer; otros son más espectadores que protagonistas, viejos que se quedan frente a la pantalla del televisor, en la rutina familiar, o que van sacando las conclusiones de sus vidas. Pero Nora no quiere nada de eso, menos una conclusión o un cierre, porque aún hay algo que no le cierra.
De fondo suena la radio, las noticias y algunos sonidos mínimos de un barrio que parece estar reposando.
Me cuenta que en un rato llega Mónica, que la va a cuidar durante unos días.
–Tengo que aceptar que me quieren cuidar.
–Es bueno que te dejes cuidar un poco, Nora –le digo.
Ella es la que cuida de todos y ahora es tiempo de que la cuidemos, de su caída, de su golpe o, como diría César Vallejo, de esos “…golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma…”. Algo que Nora sabe muy bien.
Suena el teléfono. Se levanta despacio, lo descuelga de la pared. Atiende. Es amable, siempre. Se sienta. Agenda una entrevista.
–Los periodistas me tienen loca, patilluda, es que cada día hay una canallada más –dice cuando corta. Apoya el teléfono sobre la mesita ratona y levanta la pierna sobre un banquito de madera.
Vamos hablando de los detalles del libro. Un libro espontáneo, libre, natural, que vaya saliendo como si se pariese en el campo, sin máquinas ni anestesias. Insiste en que tiene que ser psicológico, y en el que cuente la perversión de ciertos militares, pero también la resistencia de las Madres y de las familias.
–Hay varios periodistas y documentalistas que quieren hacer mi biografía –me dice y, tras un suspiro, agrega–. Pero yo no tengo nada anotado, yo siempre viajé, fui, vine, no guardaba nada, tengo un montón de fotos sin fechas…
–Vamos por la memoria, entonces –le digo, y sonríe.
Cada vida está constituida de infinitos momentos. Hay vidas más lineales, “normales”, vidas clásicas, casi sin sobresaltos. Hay millones de personas en el mundo que nacen, viven y mueren, que pasan inadvertidas y que, con los años, nadie sabrá que habitaron en esta tierra. Pero la existencia de Nora es una e infinita, contiene muchas vidas dentro. Estoy frente a Nora, la que fue hija, esposa y madre. Nora, la madre actual de Marcelo y la que fue madre de Gustavo hasta que lo secuestraron. Nora, la Madre de Plaza de Mayo, la militante, la luchadora por las mil injusticias que padecemos cada día. Su vida dividida en mil partes, pero por sobre todo partida en dos: antes y después de la desaparición de Gustavo.
Estamos sentados frente a frente. Sobre la mesa ratona aguardan el grabador encendido y mi cuaderno abierto con mil notas y mil preguntas. Norita está distendida, como si nos conociéramos de toda la vida.
–Que vaya saliendo el manejo psicológico que hizo la dictadura con las familias, con las Madres. Lo mismo que le hacen a la familia Maldonado, el colmo de la perversión. La diputada Laura Alonso festejó un chiste negro que circulaba en Internet, que preguntaba: “¿Dónde termina el camino de Santiago?”. Y la respuesta era: en un cajón con huesos. Lo peor que le pueden hacer a una familia, a una madre, se lo están haciendo a esta familia; ellos están solos… Lo de Santiago Maldonado es desaparición forzada seguida de muerte, así. Doble crimen. Eso mismo nos hacían a nosotras, nos llevaban detenidas en plena dictadura, por escándalo en la vía pública, decían. Vaciaban un colectivo en la esquina de la Plaza, y nos metían a todas en una celda donde en el piso había un muerto. El muerto podía ser alguien al que lo atropelló un auto o lo que fuera, pero ese era un mensaje. Eso mismo le hicieron a la familia Maldonado –dice y respira hondo.1
Santiago es para Nora, y para todas las Madres, la recreación de lo que padecieron con sus hijos. Desaparición. Búsqueda. El trauma se reactiva. Al decir freudiano, lo no elaborado retorna incesantemente. Y como las Madres que no hallaron a sus hijos no pudieron atravesar sus duelos, con lo sucedido con Santiago Maldonado el trauma se recrea y se reactiva. Es una vuelta al mundo del dolor en casi ochenta días. La consigna “Aparición con vida de Santiago” condensó todas las angustias vividas por las Madres en la época de la dictadura. Represión. Desaparición.
–Quisiera que puedas recrear el proceso psicológico de querer destruir una familia –dice y me mira fijamente.
Es un pedido. Su pedido es una orden que me revuelve las tripas, que me parte la cabeza en treinta mil pedazos. Sé que hay distintas formas de destruir una familia. Hoy, que la familia ya no es lo que era, ¿de qué familia me habla Nora? De aquella que funciona, de una u otra manera, ligada desde un objetivo. Aquella en la que hay encuentros. En la que, como sucedía en la suya, había una mesa, un papá, una mamá y dos hijos. Esa familia clásica en la que el padre salía a trabajar y regresaba a un hogar en el que estaba la madre ocupándose de los hijos. Esa familia en la que los hijos iban a la escuela, salían a bailar, tenían amigos, novias, fiestas. Esa familia es la que se intentó destruir cuando se llevaron a Gustavo. Pero no fue destruida, fue reconvertida, con la desaparición de Gustavo pasó a ser otra familia, con la ausencia. Fue entonces cuando Nora, la esposa y madre, no se quedó en su casa, encerrada con su dolor, sino que se calzó el pañuelo blanco y salió a la calle para convertirse en una Madre de Plaza de Mayo.
–¿Y dónde comienza ese proceso de descomposición de la familia, Nora? –le pregunto.
Nora baja levemente la cabeza, como si en su falda estuviera abierto el libro de la buena memoria. Enseguida regresa su mirada y me dice:
–La descomposición de una familia como la nuestra arranca en el momento de la desaparición. Ya no se vuelve atrás...
“Ya no se vuelve atrás”, dice Nora, con un dejo de melancolía. En realidad, nunca hay vuelta atrás, solo imaginaria. Pero, aun así, más de una vez quisiéramos volver al pasado, a esos momentos plenos, ideales, sin dolores ni muertes, y quedarnos allí eternamente.
–¿Hubo un momento en el que pensaste que ya no ibas a encontrar a Gustavo?
–No hubo un momento, hubo una historia. No hubo un momento que yo te diga, el día tal… como cuando uno escribe el diario de su vida: el día tal hice tal cosa… En esta historia no hay un día tal. Hay un día que no te diste cuenta qué día era, no lo registraste, no sabés bien qué pasó –dice y se queda contemplando un punto lejano del living en penumbras. Un espacio poblado de fotos, libros, reliquias, regalos de todo el mundo. Un lugar donde habla la historia reciente de nuestro país.
La vida dividida. Y la memoria activa. Luego de un instante, regresa de un viaje inaccesible para mí. Me mira con dulzura. Entonces sigo preguntando. Sigo ingresando en la historia y en la vida de Nora Cortiñas. Miro mi cuaderno en el que esperan las preguntas sin respuestas, pero siento que no es momento de puntualizar y, apelando a mi profesión de psicólogo, le digo:
–Hablame de lo que quieras.
–Bueno, la desaparición… ese es el punto de partida de un cambio. No es fácil. Voy perdiendo la memoria y tengo que ir rescatando. Rescatando. Me acuerdo de tal cosa… ayer, cuando СКАЧАТЬ