E-Pack Bianca octubre 2020. Varias Autoras
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Название: E-Pack Bianca octubre 2020

Автор: Varias Autoras

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Pack

isbn: 9788413752396

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СКАЧАТЬ como si a ella le hubiera dado un puñetazo en el estómago.

      –No deberías haber apartado a mi hijo de mí durante todo este tiempo –dijo él con una voz tan oscura como su mirada–. Y ahora que conozco su existencia, nada va a impedirme no estar a su lado. Y ya sabes, cara, que casi siempre consigo lo que quiero.

      –¡Deja de amenazarme!

      Él volvió a reírse.

      –Aún no he empezado a hacerlo.

      Ella sintió pánico.

      –¿Quién dice que sea hijo tuyo? –preguntó como si los santos de las vidrieras fueran a contestarle o a ayudarla a salir de aquella situación–. Tu apellido no aparece en el certificado de nacimiento. Por lo que a ti respecta, podría habérmelo traído un hada.

      Pascal no se inmutó.

      –Entonces tendrás que ver a mis abogados cuando lleguen a pedirte una prueba de ADN. ¿De verdad quieres obligarme a hacerlo? Porque lo haré tranquilamente.

      Lo que Cecilia quería era gritarle, hacerle toda clase de reproches hasta aliviar sus heridos sentimientos; hasta hacerle pagar de algún modo por todos aquellos años, por su soledad y por todo lo que había perdido.

      Pero no se trataba de ella, sino de Dante.

      –Escúchame –dijo, sin importarle si él percibía la emoción en su voz. Quería que la oyera y la entendiera–. Dante es un niño sano y feliz. Su vida es este valle. Y yo, su madre. Ni siquiera me ha preguntado nunca si tiene padre.

      –¿Y crees que eso va a durar? No serás tan ingenua.

      En esos momentos, la idea de que esperara que no fuera un problema, porque así lo deseaba, le pareció una estupidez. Era algo más que mera ingenuidad, una desagradable parte de sí misma que debía analizar atentamente, pero no ahora.

      –Que entres arrasando en su vida diciéndole que es tu hijo, cuando eso no significa nada para él, solo le hará daño –dijo ella, con toda la firmeza que pudo, dada las circunstancia–. Le creará una enorme confusión, y no quiero que eso suceda. Y tú tampoco deberías quererlo si hablas en serio al decir que quieres ocupar tu lugar de padre.

      Durante unos segundos, no se oyó nada en la iglesia. Pascal la siguió mirando grave y acusadoramente, pero no habló.

      La luz cambió en el exterior y los colores de las vidrieras lo iluminaron. Y ella se estremeció a causa de un presentimiento. Supo, como si fuera una premonición, que hablaba en serio, que quería formar parte de la vida de su hijo. Que ella había apartado a un niño de un padre que deseaba serlo, que no era el mentiroso despreocupado e insensato que ella creía.

      Y no estaba preparada para semejante posibilidad.

      Tuvo ganas de vomitar.

      –Hagas lo que hagas, te ruego que no juegues con los sentimientos de mi hijo para satisfacer tu ego. Por favor, Pascal.

      Pero notó que la tensión aumentaba y que su ruego había empeorado las cosas.

      –Entiendo que necesites un tiempo para preparar al niño. Pero mi paciencia tiene un límite, Cecilia. Y no voy a marcharme de este valle hasta no solo haber conocido a mi hijo, sino también haberlo reclamado formalmente como mío. Voy a quedarme el tiempo necesario para conseguirlo.

      Cecilia, muy asustada, comenzó a hacerse preguntas.

      ¿Qué pasaría si Pascal reclamaba formalmente, o de otro modo, a Dante? ¿Se convertirían ellos en una versión moderna de padres separados mandando a su hijo de uno a otro? ¿Crecería Dante sin un sentimiento de verdadero hogar, que había sido uno de los grandes consuelos de la vida de ella? ¿Cómo sobreviviría ella a una vida con largos periodos sin su hijo?

      No quería tener que ver con nada de aquello. Pero se tragó las preguntas. Le daba miedo que salieran en forma de lágrimas, lo cual sería la humillación definitiva. No iba a permitirlo, porque la destrozaría.

      Y no iba a consentir que él volviera a destrozarla. Otra vez no.

      –Espero que te guste hacer camping. La pensión está cerrada en esta época del año. Y, obviamente, no vas a alojarte en mi casa.

      Volvió la cabeza para mirarlo al llegar a la puerta. Pascal seguía donde lo había dejado, solo, pero muy seguro. Como si fuera uno de los pilares que sostenían el mundo, o al menos la iglesia, y pudiera quedarse así allí eternamente.

      «Lo hará», le dijo una voz interior, que le produjo carne de gallina. «No te librarás de él».

      –También podrías acogerte a la caridad de las monjas –dijo, esperando que no se le notara la desesperación en el rostro–. Seguro que te recuerdan. Pero no te preocupes: si les pides refugio, se verán obligadas por sus votos a ofrecértelo.

      Dicho esto, Cecilia abrió la puerta de la sacristía y huyó de su pasado, aunque sabía, mientras la cerraba de un portazo y se apoyaba en ella, que su huida solo era temporal.

      Y que nadie iba a ayudarla ni a salvarla ahora, cuando sentía el pasado rodeándole el cuello como una soga y apretando.

      NO SOLEMOS rechazar a personas necesitadas –dijo la madre superiora.

      Su rostro seguía tan terso y sin edad como seis años antes. Lo mismo podría tener cincuenta que ochenta años, pensó Pascal. Sus ojos denotaban inteligencia, y la sonrisa que le dirigió estuvo a punto de hacer que cayera de rodillas y volviera a una fe que nunca había sentido profundamente.

      –Ni siquiera a aquellas que se aprovecharon de nuestra hospitalidad en otra ocasión.

      –Es usted muy bondadosa –murmuró Pascal.

      No quería reconocer lo raro que se había sentido al dirigirse a la puerta de la abadía, esperar a que le abrieran y lo condujeran a la presencia de la madre superiora como si se tratase de un visitante más, no de alguien que había vivido meses allí.

      Nunca había tenido la intención de volver.

      Incluso había hecho todo lo posible para negar lo impotente y débil que estaba durante su estancia allí. Le gustaba acariciarse las cicatrices para recordarse a sí mismo que podía vencer cualquier obstáculo, pero había decidido olvidar los detalles de aquel en concreto.

      Aquel valle y su abadía de piedra constituían una historia que contaba para ilustrar su fuerza de voluntad y su habilidad para salir de cualquier dificultad.

      Había conseguido convencerse de que nada de todo aquello había sido real.

      Sin embargo, el edificio de piedra de la abadía llevaba siglos en el mismo lugar. Había sido fortaleza, castillo y monasterio, y seguiría igual de imponente diez siglos después.

      Pascal siguió a la madre superiora por los inmaculados pasillos, que iluminaban apliques situados cada pocos metros. Tuvo que fijarse para comprobar que las luces eran eléctricas y no se trataba de antorchas, como en los siglos anteriores.

      Se sintió aliviado al salir de СКАЧАТЬ