Название: E-Pack Bianca octubre 2020
Автор: Varias Autoras
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413752396
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Se llevó la mano al rostro, pero no para acariciarse las cicatrices, sino para pasársela por la boca, lo que le recordó a Cecilia que tenía su sabor en la lengua.
¡Maldito fuera! ¡Y maldita fuera ella por haber vuelto a sucumbir con tanta facilidad!
Pascal la examinaba como si se hubiera convertido ante sus ojos en un ser desconocido.
–Pero resulta que eres más poderosa de lo que creía.
–No quiero serlo. Lo que quiero es que me olvides, como lo has hecho durante años, antes de volver.
Él hizo una mueca.
–Ese es el problema, cara, que no te he olvidado.
Cecilia lo odió por eso. Y, sobre todo, se odió a sí misma.
Debía haberse preparado mejor para algo así. Se había puesto nerviosa cuando aquellos hombres llegaron y comenzaron a hacer preguntas sobre el famoso accidente de Pascal Furlani, pero no creyó que él fuera a volver. Supuso que si enviaba a alguien más, sería a un abogado para que ella firmara documentos renunciando a cualquier clase de reclamación. Estaba preparada para eso. Había ensayado discursos para dejar claro que no deseaba nada de Pascal, que nunca lo había deseado y que no lo desearía en el futuro.
Pero no lo esperaba a él.
Ni, desde luego, que volviera a besarla.
Eso la privaba de argumentos y de todos sus ensayados reproches, y le recordaba los motivos de que hubiera dejado todo lo que conocía por él.
La verdad era que había tardado años en comprender por qué había dejado que un soldado herido la apartara de su camino tan fácilmente. Algunas noches se quedaba despierta, cuando Dante ya dormía profundamente y parecía un ángel, sin la energía inagotable que tenía cuando estaba despierto. Lo miraba con amor maternal, pero aún sin comprender cómo había sucedido.
¿Cómo alguien tan tranquilo y contenido como ella había hecho lo que había hecho?
Su vida se dividía en antes y después de Pascal, y cuanto más se alejaba de aquellos meses, menos real parecía él en su recuerdo.
Había cientos de historias sobre la irresponsabilidad de los jóvenes. Se sabía que las chicas eran presa fácil y, aunque a ella la avergonzaba considerarse así, era lo que había aceptado sobre sí misma. Era la historia que contaba, cuando tenía que hacerlo, en aquel valle, cuyos habitantes la conocían desde que había llegado allí.
Le resultó una desagradable sorpresa darse cuenta de que lo único que había hecho era poner sordina a Pascal.
Porque era real y estaba allí, ante ella. Y sus besos eran electrizantes.
Cecilia se percató de que se había estado mintiendo durante mucho tiempo.
Y también de que no sabía asimilar todo aquello.
–Todo eso es irrelevante.
Se alejó de él, consciente de que su cuerpo no le parecía suyo, lo cual la irritaba casi más que el resto, porque había tardado mucho tiempo en recuperarlo. Primero Pascal, después Dante; solo años después había vuelto a ser «Cecilia».
– Puedes mandarme a tus abogados. Haz lo que te parezca. Me da igual.
–¿A mis abogados? –parecía desconcertado, pero ella no se volvió a comprobarlo–. ¿Qué tienen que ver mis abogados?
–Los ricos hacen lo que sea para no desprenderse de su dinero. Llámalo como quieras. No voy a enfrentarme a ti.
–No te sigo –dijo él.
La voz le había cambiado. Ya no era la de un hombre sorprendido ante el beso que se habían dado, sino la de alguien más peligroso. Ella se estremeció.
–¿Por qué iba a tener que desprenderme de mi dinero?
–Seguro que tienes un montón de documentos para que los firme, para que no tengas que reclamar a Dante y para que yo no te reclame nada en el futuro. Lo que intento decirte es que ya me lo esperaba.
–Cecilia, más vale que entiendas que no voy a renunciar a mi hijo bajo ninguna circunstancia.
Ella se volvió a mirarlo, sin poder evitarlo, aunque inmediatamente deseó no haberlo hecho. Había una intensidad en su sus ojos que la hizo apretar los dientes con fuerza para evitar un escalofrío.
Pero lo único que consiguió fue que la sensación le descendiera hasta el bajo vientre.
–Eso lo dices ahora –se dijo que él no podía notar su forma de reaccionar, que solo debía fingir que no reaccionaba–. Probablemente a causa del shock. Cuando se te pase, cambiarás de parecer y solo querrás recuperar tu vida.
–¿Eso es lo que piensas de mí? –preguntó él en voz baja–. Me has ocultado la existencia de mi hijo durante años y ahora crees que, después de haberme enterado, voy a abandonarlo. Y eso viniendo de una mujer que se pasó meses sentada al lado de mi cama hablando conmigo y que llegó a conocerme, al menos un poco.
–El hombre al que creía conocer no se habría marchado como lo hiciste, de noche y sin decir ni una palabra.
Pascal no se le acercó, por lo que no había motivo para que le pareciera que se erguía ante ella, cuando había varios bancos que los separaban.
–Recuérdame de quién son los sentimientos heridos que están en juego. ¿Míos, por las consecuencias de mis acciones? ¿O tuyos, porque te sientes ofendida por una decisión mía que tuvo que ver contigo, pero que nada tiene que ver con el niño?
–Da igual quién se halle herido en sus sentimientos –contraatacó ella, dolida y aterrorizada, porque él había dado en el blanco de algo que ella ni siquiera sabía que existía. ¿Era verdaderamente tan mezquina? Se le encogió el estómago al no poder dar inmediatamente una respuesta negativa–. ¿Qué importa que no vaya a consentir que mi hijo sea víctima de tu sentimentalismo temporal?
Él lanzó una maldición.
–No sé qué significa eso.
–No puede ser que quieras estar con él –dijo ella, exasperada.
–No tienes ni idea de lo que quiero. ¿Cómo vas a tenerla, cuando ni siquiera yo me reconozco? Tú conoces la existencia de ese niño desde hace seis años; yo, desde hace media hora. Así que, por favor, no me digas lo que quiero cuando todavía estoy asimilando la noticia.
–No quiero que Dante pague mientras aclaras tus emociones.
–No vas a decidir lo que siento ni cómo lo siento. Ni, por supuesto, vas a dictarme lo que debo hacer.
Ella lo interpretó como la amenaza que era.
–No estamos en la sala de juntas de tu empresa, Pascal. Se trata de mi hijo. No vas a entrar en su vida, a no ser que yo diga que puedes hacerlo. Y te digo que СКАЧАТЬ