Название: E-Pack Bianca octubre 2020
Автор: Varias Autoras
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413752396
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Se dio cuenta de que esta estaba esperando, pero no parecía agitada ni preocupada.
–¿Qué quiere decir? –preguntó Cecilia, con voz temblorosa, a pesar de que ya creía saberlo. ¿No se lo había dado a entender Pascal en la iglesia?–. ¿A qué se refiere con «de haber sido por él»?
–No viniste a la oración matinal. Cuando fui a buscarte, te encontré en su habitación. Tú seguías durmiendo, pero él no.
–¿Me está diciendo…?
–Me limité a preguntarle cuáles eran sus intenciones –respondió la monja, sin apartar su suave y compasiva mirada de la de ella–. Él se estaba recuperando de un accidente, pero ya estaba prácticamente bien. Me temía que eso implicara que no deseara quedarse con nosotras, aisladas como estamos del resto del mundo. Y era responsable de haber desflorado a una novicia. Me pregunté qué planes tenía.
–Qué planes tenía –repitió Cecilia como si no la hubiera entendido, a pesar de que lo había hecho perfectamente–. ¿Le preguntó por sus planes?
–Quería saber si pensaba llevarte con él cuando volviera a su vida habitual. No me cabía la menor duda de que regresaría a ella, porque a eso han venido los hombres como él a este mundo.
–No habíamos hablado de eso.
No sabía si lo decía para protegerlo a él o a sí misma, porque, aunque era cierto, también lo era que había habido un acuerdo entre ellos porque, si no, ella no habría participado en su propio «desfloramiento», una palabra que le hubiera parecido divertida en otras circunstancias; por ejemplo, si quien la había «desflorado» estuviera, en aquel preciso instante, en una lejana ciudad, en vez de en el hospital de la abadía.
Ahora no le resultaba en absoluto divertido.
Y la madre superiora la escudriñaba como si Cecilia lo llevara escrito en las mejillas.
–Hija, sé que no eres una mujer despreocupada. Nunca lo has sido. Te entregas a algo únicamente cuando piensas hacerlo con todo tu corazón y tu alma para toda la vida. Por eso habrías sido una monja excelente, si ese hubiera sido tu camino. Y por eso eres una madre maravillosa.
¿Cómo iba Cecilia a indignarse y a adoptar una actitud de superioridad moral después de haber oído esas palabras? Por eso la madre superiora aterrorizaba a quienes llegaban a su presencia, y acababan agradeciéndoselo.
–No puedo… Quiero decir que no creo…
Cecilia se cubrió la cara con las manos para ocultar las emociones que traslucía su rostro. Y no supo si la que temblaba era ella, sus manos o el suelo bajo sus pies.
–¿Por qué no me lo había dicho?
–¿De qué hubiera servido? –preguntó la monja como si realmente le interesara saberlo–. Él se marchó.
–Sí, pero…
El dolor era enorme, excesivo. Le pareció que se había producido un terremoto y que solo quedaban las cenizas y las ruinas de su primer amor. Y su corazón partido, disfrazado de cólera, cuando no quería sentir nada por Pascal y el pasado de ambos. Ni arrepentimiento ni furia: nada.
¿Cómo había logrado convencerse que podía mostrarse indiferente a ese pasado, y mucho menos a Pascal?
–¿Quieres que te diga que vaciló? –preguntó la madre cuando el silencio se prolongó demasiado entre las dos–. Pues lo hizo. Discutió y se quedó destrozado. Pero, al final, se fue. Y, en efecto, decidí protegerte. ¿Qué más te hubiera dado que fuera difícil para él?
–No lo sé, pero estoy segura de que no me habría dado igual.
Porque no se lo daba ahora. Sintió un calor en su interior que la ayudó a sentirse más segura. A respirar.
–¿Ah, no? –la madre superiora sonrió levemente–. Al principio no pensabas abandonar tu vocación y, después, resultó que estabas embarazada, y te debatiste entre quedarte con el bebé o darlo en adopción. ¿Las vacilaciones de Pascal te hubieran ayudado a ser lo bastante fuerte para enfrentarte a tales decisiones?
–No creo que le correspondiera a usted tomar esa decisión –dijo Cecilia con más dureza de la que pretendía, lo cual la asustó, ya que nunca había hablado en aquel tono a la madre superiora.
Esperaba que la antigua abadía se derrumbara ante su impertinencia, pero siguió en pie. Los muros ni siquiera temblaron.
Peor aún, la monja sonrió.
–Yo tampoco lo creo –respondió, lo cual aumentó la emoción de Cecilia, porque era difícil recurrir a la culpa o a la furia cuando la madre no se defendía–. Es un peso que debo soportar. Lo que ahora debes decidir es qué vas a hacer.
Cecilia se volvió hacia el fregadero mientras parpadeaba con fuerza para no verter las lágrimas que le llenaban los ojos. Se sentía traicionada por alguien de quien nunca se lo habría esperado. Eran demasiadas emociones a las que no podía dar salida.
–Voy a hacer lo mismo que he estado haciendo –afirmó, orgullosa de que la voz no le temblara ni de hablar entre dientes–. Que mi vida no sea como la había planeado a los veinte años no es forzosamente malo. Tengo una vida plena. Estoy orgullosa de ella. No necesito a Pascal.
–¿Y tu hijo?
–Dante no lo necesita, desde luego.
–¿Ah, no? –la madre superiora chasqueó la lengua–. Creía que los niños se desarrollaban mejor con ambos progenitores.
–Yo no tuve a ninguno de los dos –contraatacó Cecilia dirigiéndose al fregadero–. Y estoy perfectamente.
–Tú tuviste toda una abadía. Y sigues teniéndola.
–Dante también.
–Cecilia –dijo la madre con esa aparente suavidad que escondía una voluntad de hierro–. Una cosa es aceptar las circunstancias, e incluso que te vaya bien, cuando no tienes más remedio. Tú lo has hecho de forma admirable. Pero Dante tiene posibilidades que tú no tuviste. ¿Vas a dejar que tus sentimientos hacia su padre dicten su futuro?
Cecilia no se volvió porque tenía los ojos empañados de lágrimas y no quería que la madre las viera, aunque creía que la anciana ya se había dado cuenta de su estado.
–Lo dice como si yo no supiera lo que más le conviene a Dante, como si no deseara lo mejor para él.
–Sé que quieres a tu hijo y que te has esforzado mucho para ofrecerle lo que crees que a ti te faltó. Pero creo que no se te ha ocurrido que cuando tu madre te dejó aquí se aseguró de que te cuidaran una orden entera de madres sustitutas.
–Claro que lo he pensado. Por eso quería formar parte de la orden.
También por eso se había quedado allí en los peores momentos de su vergüenza, en vez de marcharse del valle. ¿Cómo iba a abandonar a la única familia que había conocido, por mucho que la hubiera decepcionado?
–Pero СКАЧАТЬ