Название: E-Pack Bianca octubre 2020
Автор: Varias Autoras
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413752396
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Cecilia se sobresaltó y le puso las manos en el abdomen, aunque no lo empujó ni intentó separarse de él. Contuvo la respiración, como si esperara a ver lo que iba a hacer.
Lo único que Pascal hizo fue agachar la cabeza hasta ponerla a la altura de la de ella.
–No voy a marcharme –dijo él en voz baja–. Tengo un hijo. Un hijo. Me has hecho padre y me lo has arrebatado. Nunca te perdonaré ninguna de las dos cosas. Pero ahora lo sé, y nada es lo mismo. ¿Me entiendes?
Esperaba que ella le dijera que la soltara, cosa que haría, desde luego, porque no era el animal que ella creía. Aunque se daba cuenta, incluso en aquel momento, con lo que acababa de descubrir, que su cuerpo reaccionaba con entusiasmo ante la cercanía de la mujer cuyo recuerdo lo había perseguido durante tantos años. Los hombros de ella se ajustaban a sus manos a la perfección.
Y la última vez que había habido tanta proximidad entre ellos la había besado en la boca. Y, después, la parte más dura de él había penetrado profundamente en el estrecho calor de ella hasta hacerlos estallar a los dos, para volver a empezar.
–Eso –dijo ella mirándolo fijamente a los ojos– no volverá a pasar.
Por primera vez desde que había entrado en la iglesia vio a la mujer a la que había abandonado, la que siempre sabía lo que él pensaba, la que solía pensar lo mismo que él.
Era evidente que ahora lo hacía.
Y no le había confiado aquel secreto. Quería aplastarla. Quería gritar. Quería que su furia fuera tanta que pudiera retroceder en el tiempo para evitar aquella tragedia.
«O», una voz insidiosa le susurró, «podías quedarte esta vez, como querías entonces».
Esa idea fue la mayor traición de todas.
Quedarse nunca había sido una posibilidad, por mucho que lo deseara años antes, y con independencia del precio que tuviera que pagar por marcharse.
Pero no había podido olvidarse de Cecilia. Había vuelto para exorcizarla, pero parecía que se vería ligada a ello para siempre por el hijo que habían engendrado.
Era demasiado.
Así que la puso de puntillas, la atrajo más hacia sí y pegó la boca a la de ella.
Capítulo 4
EL BESO fue mucho peor de lo que Cecilia recordaba.
Más apasionado y salvaje.
«Mejor», gritó una voz en su interior.
Pero esa vez, ella sabía cómo devolvérselo.
Él la había enseñado. Seis años antes le había enseñado a incendiar el mundo, a arder con tanta intensidad que a ella no le había importado que la dejara reducida a cenizas.
Habría jurado que no recordaba nada de todo aquello. Unos segundos antes estaba segura de que aquellos recuerdos habían desaparecido con las dificultades y alegrías de la maternidad, que solo le quedaba una vaga sombra de ellos.
Pero lo recordaba todo.
Recordaba su sabor y la forma en que le sostenía la nuca con su gran mano, guiándola hacia donde quería. Recordaba el fuego que la asustaba y excitaba de forma sucesiva, haciéndola arder por todas partes.
Recordaba cómo colocar la cabeza, cómo aproximarse más a él, cómo apretarse contra él hasta volver a arder. Fuego y necesidad, pasión y deseo.
Besarlo era como viajar en el tiempo.
Recordaba su inocencia y su forma de entregársela, y el cuidado y la delicadeza con la que él la había recibido, haciéndola sollozar de alegría y asombro.
Recordaba la primera vez que la había besado, en la habitación donde convalecía; que había apretado sus labios contra los de ella, sonriendo, enseñándola y tentándola hasta no poder más.
Siempre se había imaginado que un beso le robaría algo de sí misma. Y en los seis años anteriores se había dicho que tenía razón. Pero la verdad que había olvidado, o que se había obligado a olvidar, era que los besos de él la habían hecho sentirse mayor, mejor, más luminosa y poderosa que nunca, como una estrella fugaz.
Ahora no era distinto.
Sintió que volaba por el cielo de una noche oscura iluminando el mundo con la fuerza de su deseo.
Él la besó y ella le correspondió como si llevara esperando su regreso todo aquel tiempo, como si deseara aquel beso. Y con cada caricia de la lengua de él en la suya, sentía la misma luz, el mismo deseo.
Cecilia hizo lo único que podía hacer: vertió todas sus esperanzas perdidas, su desgracia, preocupación, ansiedad y soledad en su forma de besarlo. Lo besó con todo el orgullo que había acumulado por el niño que él no conocería; con su amor por aquel niño y los escasos momentos de gratitud porque Pascal hubiera aparecido en su vida y le hubiera dejado aquel regalo, con independencia del coste que le había supuesto.
Con todo lo que él se había perdido y todo lo que ella había deseado. Lo besó una y otra vez y le transmitió todo aquello. Y, a cambio, recibió pasión.
Pasión e intensidad. Deseo y placer.
Él le recorrió la espalda con las manos como si se estuviera reencontrando con su forma, con su fuerza.
Ella deslizó las manos por la camisa y su cuerpo le pareció más duro, más sólido e incluso más deseable de lo que recordaba. Cuando llegó a la hebilla del cinturón recordó dónde estaban.
No solo en el valle, no lejos de abadía que había sido su hogar en la infancia y donde ya no sería la monja que siempre había imaginado.
Se hallaban en la iglesia donde había aprendido a rezar.
Volvía a deshonrarse.
Se apartó de él separando la boca de la suya y empujando su duro torso con las manos. Pero era mucho más grande y fuerte de lo que era seis años antes, por lo que solo consiguió desplazarlo un centímetro.
Sin embargo, fue suficiente para que la realidad la invadiera y se sintiera horrorizada.
–No volverá a pasar –consiguió articular.
Creyó que él se echaría a reír o que diría algo arrogante y cortante. Pero Pascal se limitó a mirarla con una extraña expresión en su hermoso rostro.
–No estoy tan seguro.
Cecilia volvió a empujarlo y él la dejó ir. Y ella no quiso analizar las razones de que eso le atenazara el corazón. Se agarró al banco que había detrás de ella, como si hacerlo fuera a salvarla. Como si fuera a borrar su blasfemia.
De nuevo.
Cuando ya no era una ingenua.
–Gracias por recordarme que hay una química peligrosa e inquietante entre СКАЧАТЬ